CAPÍTULO XIX

°°°Sebastián.°°°

—Blanca—grito una y otra vez su nombre, pero no se detiene. No logro comprender de donde saque todo el valor para besarle.

—Porque la besaste imbécil—me dan una cal bazo, es mi querido hermano le lanzo una mirada de muy pocos amigos—que no me mires, así que bien merecido que te lo tenías—

—Agradece que no te lo regreso, solo por ser mi hermano mayor—digo sobándome la cabeza—imbécil tienes la mano pesada.

—Ya, deja el drama de niña, si te peje suavecito—se arrima a los casilleros y se cruza de brazos—y bien.

—Y, bien que—

—Por, que la besaste—

—No te tengo una respuesta, ya que ni yo sé por qué lo hice—coloca sus manos sobre mis hombros y me mira, es raro que sea yo quien tenga que vagar la cabeza para poder verlo.

—No, lo puedo creer, mi hermanito, está enamorado—me dice mostrando una sonrisa a boca cerrada—recuerda que mamá nos viene a recoger hoy.

Si se preguntan qué es lo que paso con mis problemas familiares, se los contaré más adelante.

Se pierde en los pasillos dejándome con aquella espineta en el corazón.

Me enamoré de Blanca, es la única pregunta que está en mi cabeza.

°°°Blanca°°°

Es triste aceptarlo, pero pienso que me estoy enloqueciendo.

Lo veo en todos lados, anoche no pude dormir pensando en aquel moreno no lograba comprender por qué solo él se hace presente en mis recuerdos y eso me aturde.

Acabo de arreglarme para ir al instituto, solo recordar lo que paso en el pasillo, mis mejillas se calientan.

Camino como ocho de las doce cuadras que hay de mi casa, a lo lejos ya puedo divisar los edificios amarillo pastel. Y hay esta sensación de ser vigilada, no me detengo, camino mucho más rápido.

Voy a cruzar la avenida que me separa de la seguridad del instituto, y un auto deportivo frena enfrente de mí.

Quedo estática, bajan la ventanilla y ahí está el mayor de mis miedos frente a mí.

Me muestra aquella sonrisa siniestra que veo cada noche en mis pesadillas.

—No corras gatita—sin más se va, mis piernas tiemblan, todo en mí tiembla.

De mis ojos comienzan a salir lágrimas, ahora sé que mi mente no me estaba engañando.

Unos brazos me rodean por la cintura.

—Buenos días, princesa—me estremezco, no quiero sentir su tacto, no quiero que me toque el cuándo estoy tan sucia, no me merece.

—Suéltame—digo

—Blanca, que te ocurre—dice apegando sus labios a mi oído, me pone tan nerviosa.

Mis lágrimas no cesan, solo quiero, no sé qué es lo que quiero.

—Solo, suéltame por favor—y así lo hace cruzo aquella avenida sin mirar atrás.

Ingreso en aquella fortaleza de cemento con lágrimas en mis ojos y vergüenza en mis mejillas.

En estos momentos en los que más falta me haces madre.

Ingreso a mi salón, mi primera clase es idiomas.

Mis amigas ingresan minutos después nos saludamos con un movimiento de cabeza.

El profesor comienza su clase, realmente no tengo la intención de prestar atención, así que saco mi refugio, forrado de una pasta color rosa, palo y hojas blancas.

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Diario

Querido diario…

Cuando te decepcionas, te vuelvas más fuerte. Eso es lo que suelen decir, no. Pero no solo estoy decepcionada, me siento como basura rodeada de más basura.

Hoy el mayor de mis temores regreso para recalcarme que nunca sé irá.

No entiendo por qué me persigue, no me lastimaron lo suficiente.

Mientras estoy sentada aquí, los recuerdos me hacen volver a sentir el miedo de estar acostada en la parte trasera de su auto, de mi cuerpo sudando y temblado con adrenalina, sujetándome dolorosamente de las piedras en el suelo. Esperando a que por fin el infame acto de abuso acabe.

Lo que me hicieron aquellos hombres fue un acto tan retorcido. Nadie borrará el daño que me han hecho.

Me duele haber rechazado aquel acto de cariño de Sebastián, pero no podía corresponderlo en aquel momento, cuando te sientes una hormiga en un mundo de osos hormigueros.

Me estoy enamorando de él, pero no sé si algún día llegare a amarlo tanto como para contarle mis sufrimientos o él llegue a quererme tanto para reconstruir un alma y un cuerpo roto.

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