—¿Qué?— Preguntó en seco, mientras la joven se aferraba a su vestido con ambas manos, era delgada y pálida, con su rostro teñido de color durazno por la agitación.
—Por favor no se lleve a la joven dama, por favor— Comenzó a sollozar, avergonzado, Erik tomó su mano, y la levantó con cuidado asegurándose que nadie mas estuviera al rededor.
—¿Por qué no debería llevármela?— Preguntó curioso, ella estaba muy alterada, era visible que algo sabía.
—Sé del amor que le tiene a la hija mayor del marqués, pero el hecho de no poder tenerla no le da derecho a llevarse a una niña— Su rostro suplicante se volvió furioso, Erik estaba confundido por su actitud tan cambiante.
—Bueno, dígame usted quien es como para involucrarse en mis asuntos— Sonrió de forma retadora, quería oír lo que tenía para decir.
—No soy nadie importante, no tengo título, pero soy humana y aunque lo que está haciendo es permitido por la ley, no es correcto a los ojos de la sociedad— Sorprendido por sus palabras, Erik se soltó a reír de manera escandalosa, la joven lo miraba con desaprobación.
—No es divertido— Quería que se callara.
—¿Sabe quien soy?— Preguntó entre risas.
—Por supuesto que lo sé, es usted el joven Klaus.
—¿Y aun así te atreviste a enfrentarme?, eso es interesante, verás, pese a tus palabras no puedo llevarte, pues eres casi de mi edad y no es correcto adoptarte porque supongo tienes padres y no podrás decirme a mí "papá" sería extraño. Por último, si quieres ver a Susan, estará en el ducado y apuesto que estará feliz de hablar contigo, ven cuando quieras— Erik le acomodó la rosa entre sus manos y se alejó a un riendo.
Después de su encuentro con Erik, Raquel se dirigió a la habitación de Susan, donde la encontró guardando un collar, el único que tenía, un recuerdo de su madre.
—Dime que has estado hablando con el Duque Klaus— Dijo recargándose en la puerta, verla tan feliz le daba ganas de molestarla.
—Él no es un duque, es el hijo de uno— Susan miraba el collar en sus manos, ignorándola
—Ahora te crees mejor que yo— Dijo torciendo los labios
—No me creo mejor, me has quitado todo, yo solo quiero estar bien, como mamá me lo pidió— Dijo mientras metia el collar en una pequeña bolsa que llevaba al rededor de su cuello
—¿Sabes que se va a deshacer de ti cuando le dejes de servir?— Raquel se acercó a pellizcar sus mejillas causando dolor.
—Yo no le sirvo, él lo hace porque le agrado—Dio, un manotazo, irritándola
—¿Le agradas? ¿Sabes que es por su culpa que te encerraban cada llegaba? No quería ver un solo pelo de ti, ahora te está llevando para hacerte miserable.
—¡¡Eso no es cierto!! Erik no es así— Sus ojos se llenaron de lágrimas, pues estaban cuestionando el cariño que se desarrolló entre los dos.
—¿Por qué no le preguntas a él? Entiende que en su vida solamente eres algo para utilizar y desechar, recuerda mis palabras el día que seas subastada al mejor postor— Se salió del cuarto, ya había cumplido su cometido, su mirada se volvió serena, al divisar a la sirvienta que vio la escena con Erik.
—Señorita ¿Qué hace usted aquí?— Era bien conocido que no solía acercarse mucho a la habitación de Susan, pues la niña solía tratarla muy mal y para su tranquilidad prefería no hacerlo.
—He venido a despedirme de mi hermana, será llevada por el Duque Klaus, tal vez ocupará mi lugar—Su semblante se volvió triste, hasta un sollozo ligero se escapó de sus labios.
—Tal vez sea lo mejor, es una jovencita rebelde y mal agradecida con usted y el marqués, un poco de mano dura puede sentarle bien— Se acercó a tomarla por hombros, cosa que disgusto a Raquel, pero se dejó guiar lejos de ahí.
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