Capítulo cuatro

Henry ya tenía todo preparado, había mandado a su abogado a que apresurara la notificación a los Fritz donde serían embargados por la morosidad de la hipoteca. El abogado arregló todo para que fuese cobrado el total de la hipoteca.

Él no tenía ni una pizca de arrepentimiento de lo que iba a hacer.

Él se subió a su camioneta negra y tomo rumbo hacia San Marcos, su abogado lo seguía de atrás.

Los abuelos estaban preocupados por la notificación, no sabían qué hacer. No le habían dicho nada a Maya, pero ella intuía que algo ocurría, algo que no era nada bueno. Los veía preocupados.

Acaban de terminar de almorzar, Maya estaba por comenzar por lavar los platos, cuando ve por la ventana una camioneta negra y un auto estacionarse en el patio de su casa.

Sus abuelos salieron atender a las personas que habían llegado, pensando en que sería un posible comprador de su cosecha.

Maya dejo lo que estaba haciendo y siguió a sus abuelos afuera.

Maya, reconoció al instante al hombre, era el mismo que vio hace un tiempo sentado bajo el sauce a orillas del río.

El hombre saluda y le pide hablar en privado con los dueños.

Los Fritz hicieron entrar a los hombres, Maya que iba a entrar, su abuelo le dijo que esperara afuera.

Maya se quedó afuera jugando afuera con su perro Baltasar.

Henry empezó hablar.

Nosotros estamos acá para que lleguemos acuerdo.

Ustedes están a punto de perder estas tierras.

Y yo los puedo ayudar.

Los ancianos al escuchar eso, se pusieron muy contentos, sin saber lo que se les venía. A lo que dijeron que si llegarían acuerdo sin dudar.

Muy bien, les dice el CEO.

El acuerdo es que me den la mano de su nieta para comprometerme en matrimonio a cambio yo les pago la hipoteca y así ustedes conservan sus tierras.

Pero ella es menor de edad, les dice la abuela.

Eso no es problema, dice Henry, cuando cumpla la mayoría de edad nos casaremos o quizás no lleguemos al matrimonio, todo depende como se den las cosas.

¿¿Como puede un hombre como usted aprovecharse de la desgracia ajena???

Le decía el abuelo tomándole de la camisa.

Henry soltó de su agarre, tirándolo al piso.

Soy hombre de negocio, señor Fritz. Le dice.

Y para que vean que no soy tan malo, les doy tres días para que me tengan una respuesta.

Sale de la casa, se dirige a su camioneta, no sin antes mirar a Maya con una mirada fría, que a la chica se heló hasta los huesos.

Maya asustada por lo que acaba de pasar afuera, corre hacia la casa.

Cuando ve a su abuelo en el piso y a su abuela llorando.

¿¿Abuela, abuelo que paso?? ¿¿Quien es ese hombre?? Preguntaba Maya.

Ese hombre es el demonio, dijo la abuela.

El Sr. Fritz se empezó a sentir mal, Maya que estaba junto al él. No lo ve bien y sale a pedir ayuda, pero el hombre se miraba fría, ya se había ido.

Maya vuelve con ellos, iba a llamar la ambulancia, pero eso se iba a demorar en llegar, toma las llaves de la camioneta y como pudo con la abuela subieron al abuelo.

Maya no quería preguntar lo que paso ahí dentro, solo estaba preocupada por su abuelo.

En el pueblo solo había una posta para enfermedades menores así que decidió ir directo al hospital en la gran ciudad.

Ingresaron por urgencias. El abuelo estaba sufriendo un paro cardíaco.

Los médicos lograron traerlo de vuelta. Pero se tenía que quedar hospitalizado.

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