11 El chico extraño 2

Caminaba de regreso a mi casa, Jonathan se quedó porque tenía

práctica con el equipo de baloncesto.

Camine como de costumbre por el parque pero... De pronto

algo extraño sucedió, todo quedo en completo silencio, comenzó a soplar el

viento muy fuerte y el hermoso día soleado, de pronto se convirtió en un día

nublado y frío, las personas a mi alrededor desaparecieron...

De momento era la única que estaba en medio del parque.

En uno de los caminos apareció aquel Demonio que me

atormenta en mis pesadillas, quería correr pero mis piernas no me respondían,

mientras que aquel ser obscuro se acercaba cada vez más a mí.

Hasta el punto de tenerlo de frente, quería correr, gritar,

golpearlo aunque sabía que no serviría de nada.

Pero no....

Estaba totalmente a su merced.

Comenzó a levantar lentamente su mano y la deslizo por mi

cabello, su olor a azufre era terrible, apenas y podía respirar.

¡Maldición, creo que es mi fin!

– ¡¡¡QUE ÉSTAS ASIENDO, CORRE!!!

Alguien me grito y pude al fin moverme. Aquella persona me

tomo de la mano y me llevo corriendo lejos de aquel ser. Llegamos al centro

comercial de la ciudad, y como si hubiéramos atravesado un portal, así como

toda la gente desapareció, volvía a aparecer, todo volvió a la normalidad, el

ruido de los automóviles, la gente caminando a nuestro alrededor, todo estaba

como si nada hubiera pasado, excepto por la gente que nos veía como bichos

raros, por estar tan exhaustos de correr demasiado o tal vez por algo más.

– ¡Te podrías quitar de encima!

Si darme cuenta, en el último instante tropezamos y sin

querer quede encima de él.

– ¡Te puedes mover por favor ya no siento mis piernas!

– ¡Si, claro, discúlpame por favor!

Me levante rápidamente y le ofrecí mi mano para que se

pudiera levantar, él la acepto, creí que la rechazaría.

En ese instante pude notar que se trataba de aquel chico del

bosque, y también el mismo que había visto en la mañana con los chicos de último

grado.

Ahora estoy segura, el mismo tono de ojos y de cabello, es

él, pero... ¿Qué hace aquí, si se supone que el chico del bosque vive ahí mismo

y lleva siglos observando al ser de la oscuridad? ¿Quién es en realidad este

sujeto?

–Qué crees que haces, sabes perfectamente que no te puedes

reflejar en los espejos.

– ¿Disculpa te conozco?

–Ahora resulta que ya no me recuerdas. Vine porque no has

entrado al bosque, y temía que te hubiera atrapado ya.

– ¿Eres aquel chico del bosque?

– ¡Si, ese mismo!

– ¿Y qué haces aquí?

–Ya te lo dije.

Pude notar una leve sonrisa en su cara y como se le pusieron

las orejas rojas.

–Sí, perdón por volver a preguntar. ¿Quieres tomar algo?, yo

invito en agradecimiento de que me acabas de salvar.

–Sí, me parece bien, acepto tu oferta.

Nos dirigimos a una cafetería del mismo centro comercial, no

era muy elegante, pero servían muy buen café.

– ¡Buenas tardes!, ¿Que les sirvo?

– ¡Buenas tardes!, A mí me das un frapuchino con cajeta y

una rebanada de pastel de chocolate.

–Claro que si señorita... ¿A usted joven que le sirvo?

–A mí me das un café americano y una rebanada de pay de

queso.

–Muy bien enseguida se los traigo, con su permiso.

–Ahora sí, dime que pensabas cuando pasaste en frente de

aquel espejo.

– ¿Espejo?, no recuerdo haber pasado por enfrente de

ninguno, y no lo haría eso me lo dejo muy claro mi abuela.

¿De qué está hablando?, yo nunca cometería un error así, y

menos sabiendo cuales son las consecuencias.

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