9 Caja Misteriosa

–Si dices que estuviste con mi abuela en sus últimos

momentos y que jugamos de niños, porque no lo recuerdo.

¡Haaa! Esto es tan frustrante.

–Tranquila Michelle, no tienes la culpa de haberlo olvidado.

Mientras eras una niña, jugábamos juntos pero, siempre te

note distante, casi no confiabas en mí. Tal vez nunca me trataste como a un

amigo de verdad, por eso no conservas los recuerdos de aquellos momentos.

–En verdad perdóname Jonathan, no era mi intención.

Es solo que llevo tanto tiempo sola, que cuando alguien está

cerca de mi... No puedo notarlo.

–No te preocupes, yo te entiendo, sé que eres así.

–Michelle, quiero que sepas que yo siempre voy a estar a tu

lado y nunca te lastimaría como lo hicieron tus padres.

–Gracias Jonathan.

Lo abrase y permanecimos así durante varios minutos, hasta

que el sonido del timbre nos sacó de aquel bello momento.

– ¡Buenas tardes! la señorita Michelle se encuentra. Traemos

los muebles que mando a pedir.

Salí y hable con el empleado de mudanza.

–Si, por favor todos los muebles los quiero aquí en el

departamento #33.

–Muy bien comenzaremos a bajarlos.

Luego de una hora, ya estaban todos los muebles abajo.

–Muy bien señorita Michelle ya está todo listo, ya solo

tiene que firmar de recibido.

–Sí, claro, muchas gracias, hasta luego.

–Hasta luego señorita.

Entro Jonathan a mi departamento y quedo sorprendido.

–Son muy pocas cosas.

–Es todo lo que necesito.

–Estas segura.

–Si lo estoy.

Si tiene razón son pocas cosas.

Solo una cama, un ropero, seis platos, seis vasos, seis

cucharas, seis tenedores, seis cubiertos; tres cacerolas, tres sartenes, tres

ollas de diferente tamaño, seis trastes para guardar comida; una mesita para

hacer mis tareas y otra para colocar mi computadora portátil y por último un

librero.

Eso era todo lo que necesitaba.

–Quieres que te ayude a acomodar.

–Si seria de mucha ayuda gracias. Y como agradecimiento esta

noche yo hago la cena.

–Muy bien, entonces daré mi mejor esfuerzo.

Gracias a la ayuda de Jonathan, terminamos rápido, mucho antes

de lo pensado.

– ¡Michelle!, en donde coloco este espejo.

¿Espejo?, yo no encargue ningún espejo, se perfectamente que

no me puedo reflejar en ellos. Trate de no poner una cara de horror para que

Jonathan no se preocupara.

Pero no sé si lo disimule bien, ese espejo... Es el mismo

que mi abuela rompió hace nueve años. ¿Porque está aquí ahora?

– ¿Jonathan de donde lo sacaste?

–Estaba aquí en esta caja.

–Oyes te puedo pedir un favor.

–Si claro con mucho gusto.

–Puedes envolverlo nuevamente como estaba.

–Si claro, solo que. ¿Porque no quieres que lo saque?, digo

si se puede saber.

–Ya sabes cómo somos las chicas, nunca estamos de acuerdo

con nuestros cuerpos, y a mí no me gusta verme en los espejos, ni salir en

fotos.

–! Ah! ahora entiendo porque no te gusta nadar. Pero si eres

preciosa, igual que una princesa, mira.

– ¡NO!, no por favor, no me gustan los espejos.

–Está bien lo dejare aquí en la caja nuevamente, supongo que

tampoco quieres sacar nada mas de esta caja ¿verdad?, ¿dónde la coloco?

–Déjala en la mesita de tareas, la revisaré más tarde.

–De acuerdo.

Terminando de acomodar las cosas, prepare la cena. Hice un

espagueti rojo que me enseñó mi abuela, terminamos la cena y Jonathan regreso a

su departamento.

–Hasta mañana Michelle que descanses.

–Muchas gracias Jonathan, e igual tú, que descanses.

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