El sol brillaba en el cielo mientras los reclutas se reunían en el extenso campo de entrenamiento. Los Sargentos instaban a los jóvenes a realizar diversas formaciones en línea, mientras practicaban el saludo de la milicia de Sythara. Este consistía en un golpe con la mano derecha sobre el pecho, donde sus uniformes lucían el símbolo de Sythara, para luego levantar la misma mano en línea recta sobre sus cabezas. Jiren, con los nervios a flor de piel, trataba de seguir las indicaciones y no romper la formación en ningún momento. Sarah, por otro lado, estaba ya harta. Pues ella creía que estos eran los entrenamientos más aburridos del mundo.
El Sargento Falcon, con su mirada penetrante y su figura imponente, observaba detenidamente cada movimiento de los reclutas. Su voz retumbaba en el campo de entrenamiento mientras instruía sobre la importancia de la precisión y la disciplina en estas formaciones.
- ¡180 grados! ¡YA! - Gritaba el sargento, y los reclutas giraban con velocidad mientras realizaban el saludo.
- ¡360 grados! ¡YA! - Jiren giró creyendo que lo estaba haciendo correctamente, pero cuando levantó la mirada, se dio cuenta de que estaba de frente a sus compañeros, es decir, se había equivocado y ahora estaba al revés. Rápidamente, se dio la vuelta y se puso en el lugar indicado, como para intentar que el sargento no se diera cuenta. Pero no sirvió de nada. El Sargento Falcon, con una expresión de desprecio en su rostro, se acercó a Jiren enérgicamente. Sus ojos parecen lanzar llamas mientras miraba fijamente a la joven recluta.
- ¡Recluta Anguila Desnutrida! ¿Se puede saber que diablos pasa con usted? - Dijo el sargento con una voz llena de ira - ¿Acaso está dando a entender que no conoce la diferencia entre 180 y 360 grados?
- ¡Señor, no Señor!
- ¿Entonces si conoce la diferencia?
- ¡Señor, si señor!
- ¿Y por que dio un giro de 180 cuando dije 360? ¿Acaso está tratando de arruinar nuestra preciada formación a propósito?
- ¡Señor, no señor!
- ¿Usted se imagina lo que podría pasarle en una misión coordinada en la que se necesite una formación precisa? ¿Se imagina que toda una misión fracase y algunos de sus compañeros pierdan la vida, solo porque usted no sabe la diferencia entre 180 y 360 grados? ¿A caso le gustaría que eso pasara?
- Señor, no Señor
De repente, Falcon soltó una fuerte bofetada la cual se estrelló justo en el rostro de Jiren.
- ¡180 grados! ¡AHORA!
Jiren se dio la vuelta con los ojos vidriosos, aguantando las lágrimas. Pero justo cuando terminó de darse vuelta, el Sargento se puso nuevamente de frente a ella, solo para darle otra bofetada.
- ¡360 grados! - Ahora
Así estuvieron unos minutos, Jiren dando vueltas mientras recibía bofetadas del Sargento Falcon. Sus compañeros de formación observaban en silencio, sintiendo la tensión en el aire. Sarah estaba mordiéndose los labios, conteniendo las ganas de saltar en defensa de su amiga. El resto simplemente estaba agradecido de no tener al Sargento Falcon en frente en ese momento.
- Ahora imagino que le quedó claro la diferencia entre cada uno ¿Va a volver a equivocarse recluta?
- ¡Señor, no señor! - Jiren tenía el rostro colorado, y los ojos llenos de lágrimas. Sentía que había sido humillada y ridiculizada en frente de todos.
Ese mismo día, continuaron los entrenamientos para el uso del Aliento Divino. Los reclutas se encontraban nuevamente en la sala de los cristales brillantes. El objetivo de los ejercicios era que los reclutas aprendieran a canalizar y controlar la energía del Aliento Divino a través de los cristales. A medida que inhalaban profundamente, debían sentir como su Éter fluía en todo su cuerpo y se conectaba con el cristal. Al exhalar, debían liberar el Éter concentrado hacia el cristal, causando una reacción visible.
Muy pocos reclutas lograron un efecto realmente llamativo. Por supuesto, Félix Lingerhart había sido uno de los únicos capaces de hacer que el espejo emitiera un brillo más intenso. Los Sargentos nuevamente lo aplaudieron, aumentando aún más su notorio ego. Estaba claro que ese muchacho era un talento generacional. Algo así no se veía todos los días. Otro que lo había logrado, era Pyke. Jiren lo observó, (extrañamente había pasado más de una semana sin tener que preocuparse por el) y no pudo evitar sentir un poco de envidia. Pero, después de todo, Pyke siempre había sido uno de los mejores en la escuela en todo sentido. Era obvio que no le iría nada mal en el ejército, aunque sea realizando ejercicios sobre un poder que era totalmente desconocido para todos.
Jiren logró observar a Cody. Él no había tenido resultados increíbles, pero no lo hacía del todo mal. Su cristal no brillaba intensamente, pero si era capaz de hacerlo cambiar de color. Lo mismo para Sarah, quién todavía no podía creer que algo así fuera posible. Ella había sido a quién más le había costado comprender el Aliento Divino. Pasa día y noche tratando de comprender como pudieron ocultarles algo así durante tanto tiempo, pero era la única que lo hacía.
Luego estaba el grupo que, si bien cumplieron con el objetivo de causar alguna reacción en el cristal, este efecto apenas era visible. Jiren formaba parte de este grupo, junto a Aljamain y Kim, y por su puesto, Axel, quien era uno de los reclutas que más regaños recibía. Jiren se sentía algo decepcionada. Pues ya había estado practicando antes con su tío, pero aún así no era capaz de lograr nada con lo que algún Sargento se acercara a felicitarla. Tal vez los recuerdos de ser humillada y ridiculizada en frente de sus compañeros, nublaban su mente e impedían una plena concentración.
El sol finalmente se ocultaba en el horizonte. Los reclutas aprovechaban su única hora libre para charlar entre ellos en el gran salón, luego de otro agotador día de entrenamiento. Jiren estaba buscando a Sarah entre la multitud. Luego de aquel caótico día, lo único que necesitaba era un poco de compañía de su mejor amiga. En el camino se cruzó con un rostro familiar. Jiren volteó a verlo, e inmediatamente recordó esa figura. Se trataba de Aurora Grayson, aquella hermosísima joven de la provincia de Celestia que Jiren había visto en la ceremonia de bienvenida. Si Jiren pensaba que de lejos era hermosa, pues de cerca no había palabras para describirla. Era exactamente la descripción de un Ángel. Jiren sintió curiosidad acerca de ella, pero claro que no era lo suficientemente valiente o sociable como para acercarse a preguntarle algo, así que solamente se alejó.
Finalmente, Jiren y Sarah se encontraron. Ambas se apoyaron sobre la otra, soltando un fuerte suspiro, el cual evidenciaba su cansancio. Pero antes de que pudieran entablar una conversación, algunos gritos que provenían desde el otro extremo del salón, llamó la atención de todos.
Por alguna razón, Félix Lingerhart se estaba burlando de todos los reclutas, los cuales no habían conseguido ningún resultado positivo en ninguna de las pruebas. Una de las personas contra las cuales cargó fue Kim, la amiga de Cody. Le soltó toda clase de insultos desagradables que uno se pudiera imaginar. Cody por su lado, saltó a defender a su amiga. Él, en líneas generales, era alguien bastante tranquilo, o al menos alguien que jamás se metería en problemas innecesarios. Pero cuando se metían con alguno de sus amigos, sí que se enfurecía. Félix, como de costumbre para todo abusó de Sythara, tenía un pequeño grupo de seguidores quienes lo admiraban. Cody, con la frente fruncida y la determinación en sus ojos, se acercó a él.
- ¡Oye tú! ¡Ya es suficiente con tu actitud prepotente! ¿Quién diablos te crees que eres? No todos estamos aquí para alimentar tu ego. Esto se trata de ser un equipo, no de mostrar quién es el mejor - dijo Cody enérgicamente, desafiando la postura de Félix.
- Oh ¿Y este quien es? ¿Otro debilucho sensible? ¿Nadie a caso puede manejar el hecho de que soy simplemente mejor que ustedes? Llámalo ego si quieres, pero yo tengo un don, algo que ninguno de ustedes tendrá jamás - Respondió Félix con una sonrisa condescendiente en su rostro, los brazos cruzados y un tono burlón.
- ¡A quien carajos le importa que tengas o que no tengas! - Cody perdió la paciencia - Solo eres un niño malcriado, al que papi y mami no le dieron la suficiente atención -
Félix se acercó de inmediato, y se paró justo al frente de Cody. Él no era tan alto como Gallagher, pero aun así, no se sintió intimidado en absoluto, y siguió con su típica fanfarronería.
Jiren, quien observaba desde el otro extremo, sujetó con fuerza el hombro de Sarah - ¿Deberíamos intervenir?
- No lo sé - Respondió la joven Blender.
Pero antes de que pudieran seguir analizando la situación, hubo alguien que si intervino. Axel, el enigmático charlatán, quien por alguna razón seguía a Félix hacia todos lados, y parecía ser el único que intentaba calmarlo un poco cuando Lingerhart se salía de control.
- Vamos Félix, cálmate - Dijo Axel con un tono preocupado - Lo único que has hecho desde que llegamos es pelearte con todo el mundo.
Cody se fijó en Axel, sintiendo cierta confusión por su lealtad hacia Félix. "¿Como alguien como el podía ser amigo de semejante idiota?", era lo que Cody pensaba.
- ¿Y a ti que te importa, sucio nerd? - Estalló Félix, quitando a Axel del medio - Este tallo de maíz con patas acaba de insultarme, y ahora le daré su merecido -
Ambos se tomaron del cuello comenzaron a forcejear, hasta que Félix arrojó a Cody hasta una de las mesas. Y como si fuera la casualidad más incómoda e inapropiada posible, el que estaba sentado en esa mesa era Pyke. Cody se levantó y se abalanzó sobre Félix, pero antes de que pudiera moverse, Pyke le sujetó el brazo y le dio un golpe de puño que lo tumbó al suelo.
- Así que eres tú otra vez, molestando como en la estación - Dijo Pyke. Era obvio que todavía estaba resentido por aquel encuentro breve en la estación de Runna - ¿Por que no resolvemos esto aquí y ahora? Te romperé los dientes antes de que puedas parpadear -
- ¡Vaya! Parece que no soy el único que quiere fajar a este tonto - Dijo Félix entre risas.
Jiren no podía creer lo que estaba viendo. Pyke y Félix Lingerhart juntos. Era la combinación de abusones más abominables que jamás hubiera existido.
- ¿Tú de nuevo? - Dijo Cody mientras se ponía de pie - Otro bebé al que mami no le dio suficiente leche de pequeño -
Pyke se sintió bastante tocado con esa frase - Vuelve a hablar de mi madre, y te juro que te mato aquí mismo -
Pyke y Félix se lanzaron hacia Cody, quien se preparó para defenderse. Pero antes de que alguien lograra acertar algún golpe, un muchacho misterioso los detuvo. Era Edward Mendy, aquel joven Moreno de labios gruesos, quién tanta atención había causado en el momento de su presentación, en la ceremonia de bienvenida. Mendy sujetó a Félix y a Cody de los brazos, y a Pyke lo mandó a volar con una veloz patada en el estómago.
- Suficiente - Exclamó con una voz grave e intimidante - Si lo único que quieren es perturbar a los compañeros, entonces lárguense de aquí, y no vuelvan -
Jiren y Sarah quedaron impactadas, como todos en el salón. Pero Sarah especialmente, ya que ella ya conocía las historias que habían hecho famoso a aquel misterioso joven. Edward soltó a Félix y Cody, y siguió su camino dándoles la espalda.
- Todos ustedes son iguales, ratas de laboratorio, creadas por los altos mandos de aquí. Sus cerebros están completamente lavados, como ya me lo imaginaba. Todos creen que son el centro del universo, pero cuando ellos los utilicen como herramientas, y los desechen cuando ya no les sirvan, ahí se darán cuenta de que no son más que microbios insignificantes. Ya sabía que perdería mi tiempo aquí -
Todo el salón quedó enmudecido tras las palabras del joven Mendy. Era una reflexión que nadie se esperaba. Incluso, la mayoría de reclutas se sintieron ofendidos con sus palabras.
- Bah, que sabrá ese mugroso - Félix se sacudía el brazo mientras se alejaba del lugar.
Jiren quedó en Shock. Jamás pensó que iba a ver a un joven recluta del ejército cuestionando a los altos mandos o al sistema militar. Ella ya lo había reflexionado varias veces, todas las palabras que salieron de la boca de Edward, Jiren ya las había meditado una y otra vez durante varios años. Solamente que al llegar al ejército, sintió que ya no serviría de nada seguir dándole vueltas. Pero que alguien de su misma edad opinara lo mismo, la dejó con ciertas dudas durante toda la noche.
Otra noche más transcurrió en el cuartel militar. A la mañana siguiente los reclutas de Runna se levantaron de sus literas, tan temprano con siempre. Pero esta vez, algo extraño había ocurrido. El Sargento Falcon no había entrado a despertar a los reclutas. De hecho, ni siquiera se habían escuchado las sirenas típicas de cada mañana. Ningún recluta comprendía nada. Pero antes de cometer cualquier equivocación, decidieron quedarse ahí en los dormitorios, esperando. Era obvio que algo diferente sucedería ese día. Finalmente, al cabo de dos horas, el Sargento Falcon apareció.
- ¡Buenos días, Pendejos! Espero que hayan dormido bien, porque lo van a necesitar. ¡Síganme!
Los jóvenes siguieron a Falcon a través de los largos pasillos sin decir una palabra. La incertidumbre se agigantaba por cada paso que daban. Falcon estaba tranquilo, como si fuera un día como cualquier otro. Sin embargo, pocos fueron los que notaron rápidamente, que no estaban siguiendo el camino de siempre. Esta vez estaban yendo por un pasillo cuesta abajo, al que jamás habían ido. Luego de atravesar el pasillo, el cual se volvía cada vez más oscuro, se encontraron con los jóvenes de las demás provincias. Sus rostros estaban igual de perdidos, nadie tenía ni siquiera una noción de lo que estaba ocurriendo. Todos se quedaron quietos y en silencio, delante de una puerta descomunal.
Luego de un rato, la gran puerta se abrió. Los reclutas entraron luego de la orden de los Sargentos, y se encontraron en una especie de campo de entrenamiento, muy similar al campo en donde entrenaban el Aliento Divino, solo que era mucho más grande y enormes gradas se levantaban al rededor. En ellas, miles de soldados y diferentes miembros de la milicia, observaban a los reclutas desde lo alto.
Un fuerte golpe se escuchó desde atrás, y casi todos los jóvenes estuvieron al borde el desmayo cuando se dieron cuenta de que los Sargentos no habían entrado. Los habían dejado solos allí dentro. Pero el impacto no terminó ahí. Las gradas que se podían ver hacia arriba, poco a poco eran cubiertas por un techo que se desplegaba al rededor de todo el campo. Y no solo eso, al rededor de toda la estructura, un holograma increíblemente realista se desplegaba, mostrando lo que parecía ser un desierto soleado. De un momento a otro, los jóvenes reclutas se encontraban parados sobre arena, suave e intensamente anaranjada, bajo un sol agobiante. La arena era tan ligera que los pies de los muchachos se enterraban al intentar caminar. Jiren tragó saliva, y trató de localizar a Sarah. Ambas pensaban lo mismo. Toda esta simulación, los soldados como espectadores, y los Sargentos dejando solos a los reclutas...
- Bienvenidos Reclutas, a Las Arenas De La Barahúnda - Una voz potente resonó en el cielo simulado - Esta será su primera gran prueba. Pero no se preocupen, las instrucciones son muy simples. Al otro extremo del campo, podrán ver una bandera dorada. Lo único que deben hacer es cruzar el campo de un extremo a otro, y llegar hasta la bandera para completar la prueba. Pero deberán darse prisa, el suelo detrás de ustedes no los esperará -
La bandera se podía observar como un pequeño puntito dorado en la inmensidad. Jiren sintió un escalofrío recorrer su espalda, la primera prueba ya estaba aquí, era real. Pero justo cuando la voz se calló, la arena del extremo sobre el cual los jóvenes estaban parados comenzó a caerse, y el suelo comenzó a desmoronarse. Un enorme agujero sin aparente fin se acercaba lentamente hacia los reclutas.
Varios de ellos no le dieron más vueltas y comenzaron a correr hacia la bandera. Si se trataba de una carrera, lo único que había que hacer era correr hacia adelante antes de que el agujero los alcance. Demasiado sencillo.
Pues sí, era demasiado sencillo para ser real. El grupo de jóvenes que corrieron rápidamente hacia adelante, comenzaron a explotar por los aires mientras era electrificados, por unas minas de alto voltaje, ocultas en la arena. Sus gritos de dolor, fueron tan intensos que resultaban hasta traumáticos. El campo fue invadido por el griterío desesperado de los reclutas. Jiren se agachó, y trató de taparse los oídos para así tratar de pensar. De un lado, un agujero casi sin fin se acercaba lentamente, y del otro, un campo con minas imposibles de localizar debía ser atravesado. ¿Cómo se suponía que iban a cruzar?
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