Jiren se acercó al siguiente desafío en el circuito de entrenamiento, sintiendo el peso de su cuerpo como nunca antes. El trepador se erguía imponente frente a ella, con cuerdas tensas y barras metálicas dispuestas en una estructura retadora. Observó a los reclutas que lo precedían, ágiles y veloces, moviéndose con destreza a lo largo del trepador.
Con un latido acelerado en su pecho, Jiren se aferró a las primeras cuerdas y comenzó su ascenso. Sus músculos se tensaron, y el dolor de sus manos lastimadas, se hicieron insoportables.
Hizo todo lo posible por mantener el rito sobre el trepador, pero a mitad de camino, sus brazos comenzaron a temblar y su agarre se debilitó.
El cansancio y el dolor se apoderaron de Jiren completamente, y su cuerpo se volvió pesado. Sus brazos se quedaron sin fuerzas, y en un momento de debilidad, perdió su agarre y se soltó del trepador. Cayó al suelo con un golpe sordo, lastimándose la nariz en el proceso.
- ¡Estás fuera, Anguila desnutrida! - Jiren oyó un fuerte grito del sargento Falcon - ¡Quítate del medio, estás fuera!
Jiren se levantó del suelo en silencio, y en Shock. Sabía que había perdido el desafío y que ahora tendría que enfrentar las consecuencias. No había sido capaz de superar los primeros dos obstáculos, y ya estaba abatida físicamente. Se sintió decepcionada y humillada. A su alrededor, los reclutas cruzaban el trepador entre dolor y cansancio. Axel, aquel muchacho charlatán del comedor, también había caído, y estaba recibiendo gritos y regaños de los sargentos. Jiren se apartó del camino, con la nariz ensangrentada debido al golpe. Tanto esfuerzo por mentalizarse, y mostrar una predisposición positiva, y en menos de una hora del primer día, todo se había derrumbado.
Los demás reclutas seguían recorriendo el circuito, pero poco a poco iban cayendo. Sarah continuaba corriendo, con sudor en su frente. El siguiente obstáculo en el circuito de entrenamiento era uno que pondría a prueba el coraje y la resistencia de los reclutas. Sarah, con su miedo al agua latente, sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras se acercaba al punto de partida.
El obstáculo consistía en un estrecho túnel sumergido bajo el agua, donde los reclutas debían arrastrarse mientras se mantenían sin respirar hasta llegar al otro extremo. Sarah respiró hondo, tratando de controlar su ansiedad mientras veía cómo los demás reclutas se sumergían valientemente uno tras otro. Cuando llegó su turno, los sargentos la sujetaron firmemente y la sumergieron bajo el agua, a pesar de sus instintos de resistencia. La sensación del agua fría rodeando su cuerpo y la falta de aire la llenaron de pánico, pero sabía que debía seguir adelante.
Sarah comenzó a arrastrarse por el estrecho túnel, su corazón palpitando rápidamente en su pecho. Sin embargo, a mitad de camino, se dio cuenta de que el recluta delante de ella se había atascado, bloqueando el paso. Unos 6 reclutas quedaron atrapados en el túnel al mismo tiempo. Llovieron golpes y patadas de todos lados. El pánico se apoderó de todos al ver que no había forma de avanzar. Desesperada por encontrar una salida, Sarah luchó por liberarse del túnel. Los segundos se sintieron como una eternidad mientras el agua turbia rodeaba su cuerpo y la falta de oxígeno se volvía cada vez más intensa. En un momento de pura desesperación, Sarah decidió tomar una decisión arriesgada. Giró sobre sí misma y comenzó a nadar hacia atrás, tratando de encontrar la entrada del túnel por donde había entrado. La falta de aire en sus pulmones y la sensación de ahogo la impulsaban a seguir adelante.
Finalmente, logró alcanzar la entrada del túnel y emergió del agua con un jadeo desesperado. Tosiendo y recuperando el aliento, Sarah se arrastró hasta la salida del túnel.
- ¿Qué pasó recluta Hippie? - Exclamó Falcon - ¿Acaso los de tu clase no son adoradores de la naturaleza? ¿Y te pones así por un poco de agua? Fuera del camino ¡Ahora!
Sarah no dijo nada. Ni si quiera se levantó del suelo. Solo se arrastró lo mas lejos posible del tunel, con la respiración ajitada, y lágrimas en los ojos. Jamás imaginó experimentar algo tan traumático, al menos no en el primer día.
Al cabo de unos largos minutos, todos los reclutas habían caídos exhaustos en el suelo. Todos, Excepto uno. El joven Félix Lingerhart había sido el único en completar el circuito. Los pocos reclutas que todavía se mantenían en pie, lo observaban con asombro y envidia. Félix se arrodilló en la plataforma final del circuito, cubierto de barro y lleno de pequeñas heridas, exhausto y al límite de sus fuerzas. Su respiración era agitada y su cuerpo temblaba por el esfuerzo. Miró a su alrededor y vio a sus compañeros, algunos caídos y otros luchando por terminar el recorrido. Levantó sus brazos al cielo, y gritó con fuerza.
- Extraordinario Lingerhart - Un Sargento corpulento y con bigote largo, aplaudio con orgullo al joven recluta - No esperaba menos de usted, con ese apellido esta claro que esta destinado a la grandeza.
Mientras Félix se encontraba arrodillado, el barro y el sudor goteaban por su rostro. Sentía una mezcla de orgullo y euforia al haber logrado algo que nadie más en su grupo había conseguido. Aunque sus energías estaban casi agotadas y sentía que podría desmayarse en cualquier momento, una sonrisa se formó en sus labios.
Los sargentos y los altos mandos militares observaban desde la distancia, impresionados por la tenacidad y el coraje de Félix. Ahora seria el único que podría disfrutar de un exquisito desayuno, mientras todos sus compañeros debían enfrentar un castigo. Aunque a Félix poco le importaba. Al menos eso parecía por la sonrisa que tenía en su rostro.
Jiren observó con una mezcla de preocupación y angustia mientras los reclutas que habían fracasado en el circuito de entrenamiento se enfrentaban a un castigo implacable. Los sargentos, con rostros serios y expresiones severas, se dirigían hacia ellos.
El castigo consistía en un ejercicio físico extremadamente agotador y brutal. Los reclutas debían realizar una serie de repetitivos ejercicios de fuerza y resistencia bajo el sol ardiente mientras cargaban unas rocas envueltas en redes. Si alguna de las rocas se caían, debían comenzar los ejercicios desde el principio. Las demandas físicas eran tan extremas que incluso los más fuertes y resistentes luchaban por mantener el ritmo.
El ambiente estaba lleno de gritos de esfuerzo y el sonido del rocas golpeando el suelo mientras los reclutas se esforzaban por cumplir con las expectativas de los sargentos. El sudor corría por sus rostros y sus cuerpos temblaban por la fatiga. Pero no había margen para el descanso o la compasión.
Jiren miró a su alrededor y logró localizar a Saraha, aunque en esas condiciones, hubiera preferido no hacerlo. Sarah estaba llorando desesperadamente. Era doloroso presenciar cómo su espíritu, siempre valiente y positivo, se quebraba bajo la presión del castigo. Sus lágrimas se mezclaban con el sudor en su rostro, y su cuerpo temblaba visiblemente.
El primer día de entrenamiento había dejado a los reclutas exhaustos y abatidos. Los jóvenes de Runna pasaron de nuevo por el tinglado para recibir de nuevo una gigante cascada de agua helada, con la cual se encargaban de limpiar los cuerpos de los jóvenes. Luego de esto pasaban por la enferemría del cuartel, por si necesitaban alguna atención por alguna herida peligrosa, aunque nadie las tenía realmente. Solo pasaban para asegurarae de que no hubieram huesos rotos o cortes profundos. Los entrenamientos estaban cuidadosamente diseñados para ser duros, pero no dejar a los reclutas malheridos. Finalmente llegaron a sus dormitorios, se dieron una ducha y esperaron la hora del almuerzo.
Los jóvenes de Runna se encontraban abatidos en el cuarto. Algunos estaban todavía petrificados, y otros aún estaban llorando por el dolor de sus cuerpos. Jiren, recostada en su cama, observaba a Sarah, quien aún se encontraba en estado de shock. La joven se acercó a su amiga y la abrazó con suavidad, sintiendo su temblor.
Jiren reflexionó en silencio mientras Sarah se aferraba a ella, buscando consuelo. Las palabras de aliento y positividad que solían fluir de su boca parecían haberse desvanecido por completo. Se sentía agotada y desmoralizada, como si todo su ser hubiera sido derrumbado en un solo día.
Luego llegó la hora del almuerzo. Esta vez no estaba tan delicioso como la primera vez. Un plato de pastacon verduras, aguado y casi sin sabor era lo que los reclutas debían degustar.
Más tarde, los sargentos guiaron a los reclutas a través de las incontables escaleras, hacia un campo enorme, pero este estaba bajo techo. Parecía un estadio pequeño. Al rededor del campo, había unos extraños cristales que emanaban una brillantes luz. Los sargentos organizaron a los reclutas delante de cada cristal. Nadie entendía absolutente nada. Todos en el campo estaban asustados ante la incertidumbre. Nadie se había recuperdado del entrenamiento físico, como para tener que realizar otro ejercicio torturador. Pero antes de que nadie pudiera imaginar algo, La sargento Elysa Swiftblade, la única mujer con ese título, dio un paso al frente y dijo:
- Aver niñatos ¿Alguno de ustedes sabe como respirar?
Jiren sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esas palabras le eran muy familiares. Luego de un pequeño instante, lo recordó con claridad. Era la misma pregunta que el tío Theron le había hecho aquella tarde en la que prometió enseñarle su técnica secreta.
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