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Noah maldijo a todos por dar un paso atrás, pero solo pudo endurecer su corazón y mostrar una sonrisa algo ansiosa.

—Por mi nombre bastará —articuló el hombre con voz confiada, igual a un emperador hablando en la cima. La mirada en los ojos negros parecía divertida y rebelde, como si se estuviera burlando del chico a propósito. Los más experimentados se dieron cuenta de eso, y se sintieron conmocionados. ¿Era el líder Barlovento una persona tan descuidada como para burlarse de un hombre joven?

Mientras las dudas no hacían más que aumentar en los corazones de todos, Noah se atragantó al escuchar las palabras del alfa. No pudo evitar mirarlo directamente esta vez, el impacto de la sorpresa era evidente. Vio al otro, sintiendo como su corazón latía con suma rapidez.

—¿Cómo me atrevería? —chilló alarmado. ¡Este era el Líder de los Barlovento! ¿Cuándo alguien le había hablado por su nombre directamente? En el presente, solo su abuelo se atrevía a hacerlo.

Es cierto que en su vida pasada, él mismo le hablaba por su nombre, sin temor a las posibles represalias. Pero la mayoría de las veces solo tenía la confianza para llamarlo directamente cuando estaba muy molesto, o quería irritar o burlarse del hombre. Además, les gustara o no a los dos, eran esposos; decirle “líder” o “jefe” habría sido algo muy triste, incluso para una vida infeliz como la suya. Y en ese entonces, el hombre no puso objeción, permitiéndole continuar, lo que le dio al chico una falsa sensación de avance, que más adelante sería destruida sin piedad.

El nerviosismo de Noah incrementó en nuevas escalas. Ahora que se ponía a analizar las cosas, no recordaba que en su primer vida, Hugo y él aparecieran en su banquete de cumpleaños; y mucho menos, que en algún momento su antiguo esposo intentara ser amable o cercano a él.

En ese instante, Noah pensó que si alguien venía y le decía “hey, los cerdos vuelan por el cielo y están afuera ahora mismo, esperando que los veas” no le sorprendería tanto como lo que estaba escuchando de este hombre.

La persona parecía ser la misma —indiferente y con una barrera invisible alrededor, que alejaba a todos—, pero distinta. Y no sabía decir en que consistía su diferencia a ciencia cierta.

Pero algo era indudable, este cambio lo asustaba. Le hizo preguntarse: ¿por qué había cambiado?, ¿en realidad se trataba de alguien más habitando su cuerpo? Ó, ¿el hombre tenía recuerdos de una vida pasada…?

Noah se detuvo, y pensó que aunque el alfa tuviera recuerdos de una vida pasada —igual a él—, Jerome jamás sería tan amable. Descartando esa opción, su mente vagó a nuevas posibilidades.

Podría ser simplemente que Jerome le detestaba en su vida pasada, por la forma en que fueron emparejados y forzados a casarse. El pelinegro no supo si debía reír o llorar por esta conclusión.

Miró al alfa, que no había apartado la mirada disgustado, ni con intenciones de irse al próximo segundo. Tampoco había un sentimiento de rechazo con su cercanía.

Si…parecía que lo que más detestaba el Jerome de su anterior vida, era él mismo y su matrimonio forzado. Sin una unión legal entre los dos, el alfa podía incluso permitirse ser amable con él.

El pecho del chico se sintió congestionado por alguna razón, pero intentó no mostrar nada en el exterior. ¿Y qué si Jerome le detestaba? ¡Él también odiaba ese matrimonio! Además, el alfa era tan insufrible ¡que quería tenerlo lo más lejos posible!

—No es ningún problema. Por favor, no me rechaces —pidió el alfa con una sonrisa. Noah fue derrotado sin piedad al darse cuenta de la curvatura en los labios delgados. ¡Él nunca había visto sonreír al hombre! Ni desde la primera vez que lo conoció, ni mucho menos en sus cuatro años de matrimonio. Sintiendo que estaba presenciando algo prohibido, se sumió en un trance.

—Jerome… —El nombre fue pronunciado y más de uno se tragó el aliento. Era la primera vez que escuchaban a alguien pronunciar en público el nombre de este alfa. Mejor aún, ¡siendo instado por el mismo hombre! Y encima, el hombre había sonreído. ¡Nadie sabía que la bestia Barlovento podía sonreír!

A pesar de la profunda impresión que una simple sonrisa había provocado en cada uno, todos los presentes se obligaron a cerrar la boca y no desviar las miradas. ¡Un parpadeo y nadie sabría lo que podría perderse!

Incluso un estoico Hugo que estaba de pie a un lado, se obligó a reunir su expresión. Nunca había visto que su jefe tomara la iniciativa de encontrar a alguien, pero hace una hora canceló una reunión con un grupo extranjero muy importante, luego de ver el calendario, y unos minutos después dio instrucciones de venir aquí. Ni siquiera él, como secretario principal del Líder —desde hace poco más de cinco años—, sabía que había una relación entre el chico y el jefe. Su sorpresa no fue menor cuando escuchó las palabras del temible hombre en silla de ruedas.

Hugo se secó el sudor inexistente en su frente y volteó hacia otro lado.

—Así es —dijo el alfa con una sonrisa en la esquina de la boca. Parecía disfrutar el escuchar su nombre de los labios del otro. —Debo decir que me disculpo por llegar tan tarde, pero estuve entretenido con algunos asuntos menores en la empresa. Solo vine aquí para desearle un buen cumpleaños al heredero de los Ballestero. Espero sinceramente, que podamos trabajar juntos más adelante.

Al escucharlo, Noah se sonrojó por alguna razón que no alcanzó a comprender, y se molestó consigo mismo por ser tan débil.

“¿Qué es lo que estás haciendo Noah?”, se recriminó a sí mismo. “¿Tan necesitado estás de atención, qué a la menor amabilidad caes rendido?”

—Es un placer recibirlo aquí, Líder Barlovento —dijo Aleida, mostrando su excelente actuación otra vez. Pareció recordar que tenía una imagen que mantener y ser una buena anfitriona.

—Lo mismo digo, Jerome —exclamó Noah. —Pero te advierto que deberás actualizar tu información. —Molesto y algo nervioso, el pelinegro se convirtió en un pequeño erizo. Se recordaba una y otra vez que no debía sucumbir ante la amabilidad de nadie, mucho menos de la poca que mostraba el alfa. Debía poner las cosas claras y alejarse ya, sin perder un segundo más.

—¿Actualizar mi información? —preguntó el hombre en silla de ruedas. Todos los invitados supieron a que se refería el chico. Deseaban ver lo que pasaría con el joven Noah, cuando la bestia Barlovento se enterara de su verdadera identidad. ¿Seguiría mostrando tanta cortesía?

—Noah… —intervino Aleida con una sonrisa incómoda. Intentó alcanzar la mano del pelinegro, pero él la esquivó por segunda vez.

El chico miró directamente a Jerome y con una mirada cínica, habló:

—Al parecer, no soy más el heredero de los Ballestero. Ni siquiera soy hijo de mis padres, ¿no es gracioso? Así que aunque lo lamento enteramente, pero creo que nunca podremos trabajar juntos. —Sus palabras eran descuidadas, aunque nadie lo detuvo. Cada uno retrocedió un paso, temiendo que el alfa se molestara por el arrebato e hiciera que sus guardaespaldas lo pusieran en su lugar.

Y contrario a lo esperado, el hombre solo le regresó la mirada al chico. Parecía que sus profundos ojos negros estaban contemplado un abismo que se tragaría a Noah.

—En ese caso, me disculpo —dijo el alfa.

El menor casi quería reír y decirse a sí mismo “te lo dije. No era una amabilidad real.”

Pero el hombre no decepcionó. Con una sonrisa en la esquina de los ojos que pasaba desapercibida con facilidad, habló: —Mi felicitación entonces está dirigida al joven Noah, el estudiante destacado del departamento de Física biomédica. Espero que más adelante puedas trabajar con nosotros. Creo sinceramente que nos vendría bien tu ayuda.

El corazón de Noah se detuvo y miró anonadado al alfa.

—¿Cómo lo…sabes?

—¿Olvidas quién soy?

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