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Leon caminaba con calma por los adentros de la mansión, su mano derecha presionando su estómago donde la anfitriona le había enterrado el cuchillo. A pesar del dolor, su rostro permanecía imperturbable, su mente fría y calculadora. Sabía que la herida era grave, pero también sabía que podía manejarla.

Al llegar a su escondite, Leon se sentó con cuidado y con una mano temblorosa desenterró el cuchillo sin obstáculo alguno. La sangre brotó de la herida, pero Leon no sintió dolor. En cambio, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro ante la idea de poder morir en cualquier momento. Sabía que no sería así, pero le resultaba chistoso.

Mientras miraba por la ventana, vio cómo el reciente inquilino de la mansión llegaba. Leon se emocionó, pero también sabía que estaba hecho un asco y que si quería estar presentable, primero tendría que estar bien vestido para Hal.

Con un suspiro, Leon se levantó, se arregló y se dirigió hacia el vestíbulo de la mansión.

Estaba exhausto después de caminar por el pueblo todo el día. El sol había sido implacable, y mis piernas dolían por la larga caminata. Finalmente, llegué a la mansión donde me había estado alojando durante mi estancia en el país. Subí las escaleras con cuidado, paso a paso, tratando de no tropezar con mi propio cansancio.

Al llegar a mi habitación, me encontré una vez más con Leon, el hombre sombrío y amable con quien había estado conviviendo desde mi llegada. Me sorprendió verlo allí, ya que pensé que había salido de la mansión temprano en la mañana.

—Leon, ¿cómo estás aquí?— le pregunté sorprendido.

—Lo siento si te he asustado,— respondió Leon, su voz suave y tranquila. —Sólo vine a dejar algo en tu habitación.—

Me sorprendió que Leon hubiera estado en mi habitación sin que yo lo supiera, pero no quería hacer un gran problema por ello. Así que simplemente asentí con la cabeza y me apresuré a cerrar la puerta de mi habitación, con Leon dentro.

Cuando cerré la puerta, me volví para enfrentar a Leon. Su rostro estaba tranquilo como siempre, pero pude sentir un extraño nerviosismo en el aire. No sabía qué hacer, así que simplemente me quedé allí, parado, mirando a Leon.

Finalmente, Leon se aclaró la garganta y dijo: —Lo siento si te he molestado al entrar en tu habitación sin tu permiso. No quería invadir tu privacidad, pero necesitaba hablar contigo.—

Me quedé perplejo. ¿De qué quería hablar Leon? ¿Y por qué necesitaba hacerlo en mi habitación?

Leon debió de haber leído mis pensamientos porque habló de nuevo: —No te preocupes, no es nada malo. Sólo quería asegurarme de que estás cómodo aquí. ¿Te estás ajustando bien a la vida en Alemania?—

Asentí con la cabeza, todavía confundido por la situación. Pero, en algún lugar de mi mente, una pequeña voz me dijo que no hiciera más preguntas, que simplemente aceptara la amabilidad de Leon y continuara con mi estancia en la mansión.

Así que, sin decir una palabra más, me senté en la cama y dejé que Leon continuara hablando. Mientras tanto, trataba de ignorar el extraño nudo en mi estómago y la sensación de claustrofobia que sentía al tener la puerta cerrada con Leon dentro.

A medida que Leon continuaba hablando, noté que mis nervios se estaban poniendo cada vez más a flor de piel. La anfitriona de la mansión me había advertido sobre Leon cuando llegué por primera vez al pueblo, diciéndome que era un hombre misterioso y que no debería confiar en él. A pesar de esto, había sido amable conmigo desde el primer momento, y no había visto ninguna razón para desconfiar de él.

Pero ahora, con la puerta cerrada y la conversación de Leon tomando un giro extraño, comencé a sentir que tal vez debería haber escuchado las advertencias de la anfitriona.

—¿Y bien, cómo ha sido tu estancia aquí hasta ahora?— preguntó Leon, su sonrisa enigmática.

—B-bien, supongo—, respondí nervioso. —La gente aquí es muy amable y el paisaje es hermoso.—

—Ah, sí, el paisaje es precioso—, dijo Leon, acercándose a mí. —Pero hay algo más que debes saber sobre este lugar, algo que la gente no te dice abiertamente.—

Me quedé mirando a Leon, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Qué estaba tratando de decirme? ¿Acaso había algo siniestro en este lugar del que no me había dado cuenta?

—¿Qué quieres decir?— pregunté, tratando de controlar mi voz temblorosa.

—Verás, hay cosas aquí que la gente prefiere mantener en secreto—, dijo Leon, su sonrisa ahora burlona. —Algo que te sorprendería si lo vieras.—

—No entiendo a qué te refieres—, dije, mi voz ahora apenas un susurro.

—Quizás deba mostrarte—, dijo Leon, acercándose aún más a mí.

En ese momento, sentí como si mi cuerpo se estuviera tensando en anticipación y miedo. No sabía qué iba a pasar a continuación, pero tenía la sensación de que no sería algo bueno.

—¿Qué es lo que quieres mostrarme?— pregunté, mi voz ahora llena de miedo.

—Ven conmigo—, dijo Leon, tomando mi mano y guiándome hacia la puerta cerrada. —Te lo mostraré.—

Mis pies se movieron automáticamente, casi sin que yo lo quisiera, siguiéndolo a través de la puerta cerrada hacia lo desconocido. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Estaba a punto de descubrir el oscuro secreto de la mansión?

Mi corazón latía con fuerza mientras seguía a Leon, mi mente luchando por procesar lo que estaba sucediendo.

Leon me guió a través de un largo pasillo oscuro hasta el jardín trasero de la mansión. La luna llena iluminaba el paisaje, dándole una apariencia mágica y siniestra al mismo tiempo. Mientras caminábamos hacia el centro del jardín, sentí que el aire se volvía más denso y pesado.

Fue entonces cuando lo vi: el laberinto. Un muro de arbustos altos y densos que se extendía hacia el cielo como una gigantesca pared verde. Una sensación de escalofrío recorrió mi cuerpo al verlo, sintiéndome atrapado en una pesadilla.

—¿Qué es esto?— pregunté con temor, mirando hacia Leon.

—Es el laberinto—, dijo Leon con una sonrisa pícara en el rostro. —Un lugar mágico y misterioso, ¿quieres adentrarte conmigo?—

—No sé si es una buena idea—, dije, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo. —La anfitriona me advirtió sobre los peligros de este lugar.—

—¿Tienes miedo?— dijo Leon, acercándose a mí con su mirada fija en la mía. —No hay nada que temer, es solo un laberinto, después de todo.—

Sentí su mirada sobre mí, su rostro enigmático y misterioso, como si fuera un reto que no podía resistir. Tragué saliva, sintiendo la tensión en mi cuerpo mientras decidía si seguir adelante o no.

Finalmente, mi curiosidad y la necesidad de vencer mis miedos fueron más fuertes que mi sentido común. —Está bien, iré contigo—, dije, mirando hacia Leon.

La sonrisa de Leon se ensanchó, y me tomó de la mano, guiándome hacia el laberinto. A medida que avanzábamos, me di cuenta de lo fácil que sería perderse en este lugar, ya que todas las paredes parecían idénticas. Mis escalofríos aumentaron, y la sensación de peligro se apoderó de mí.

—¿Estás seguro de que sabes a dónde vas?— pregunté, sintiendo que mi voz temblaba.

—No te preocupes—, dijo Leon con una sonrisa. —Sé exactamente dónde estamos y a dónde vamos.—

Pero a medida que avanzábamos más y más en el laberinto, me di cuenta de que tal vez Leon no sabía exactamente a dónde íbamos. Comenzamos a girar en círculos, retrocediendo y avanzando, y perdí todo sentido de la dirección.

Finalmente, me detuve en seco, sintiendo que había llegado a mi límite. —No puedo hacer esto más—, dije, sintiendo que mi voz se quebraba.

—¿Ya te rindes?— dijo Leon, su sonrisa burlona de nuevo. —No tienes la valentía para seguir adelante, ¿verdad?—

Sus palabras me enojaron y me hicieron sentir como un cobarde. Sin embargo, también me dieron el coraje necesario para continuar. —No, no me rindo—, dije, decidido. —Sigamos adelante.—

Y así, seguimos avanzando por el laberinto juntos, con nuestro camino iluminado solo por la luz de la luna.

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