— No puedes dormir.
— No es eso, es solo que estoy nerviosa.
— Paso su brazo por el cuello de ella y la acercó a su cuerpo— no te preocupes, los dos tenemos sueño, solo abrázame y durmamos, quieres.
Esme se acomodó en su pecho, rodeo su brazo a su cuerpo y los dos se quedaron dormidos, no paso absolutamente nada, no sean mal pensadas, nuestro guapo Dragos respeto cosa que él no se creía podría hacer algún día.
A la mañana siguiente Esme se levantó temprano, contemplo el cuerpo de su ahora novio, no lo podía creer, se veía hermoso, acostado boca abajo, con la sábana cubriendo de la cintura para abajo, dio una leve sonrisa y se metió a bañar, salió rápido porque quería salir de antes que él despertara, tenía dinero que le había quedado de lo que le prestó la señora Verónica así que, se puso la ropa que le compro su novio le escribió una nota y salió de ahí apenas amaneciendo.
Dragos despertó creyendo que encontraría a su amada y hermosa mujer, pero cuál fue su sorpresa que no estaba, se levantó rápido para ver el baño y nada volteó hacia la mesilla de la estancia y ahí vio una nota.
No sé cómo empezar esto, nunca había tenido novio, pero he pasado la mejor noche de mi vida, el calor de tus brazos y tu cuerpo junto al mío me hizo sentir protegida como nunca antes lo había sentido, te digo todo esto porque en persona siento que no podría decírtelo tan abiertamente, me gustas mucho y creo que con el tiempo podría sentir algo más, me tuve que ir rápido porque no quería causarte más problemas, Pero tienes mi número y yo tengo el tuyo, gracias por todo, te dejo un beso en donde gustes y mandes.
Atentamente
Esme
Dragos tenía una gran sonrisa en su boca, no le había agrado que se fuera sin despedir, pero el hecho que ella se sintiera segura en sus brazos, que le dijera que le gustaba y que esperaba que fuera más que solamente gustar, era más que suficiente, pero de algo estaba seguro ella sería su esposa, cuando le comentará a su hermana sus decisiones de casarse estaba seguro de que se sentiría feliz por él, también tenía pensado contratar a un investigador para saber realmente quién es la familia de su novia, pero eso los ría más tarde, antes de pedir su desayuno, mando un mensaje a Esme, para desearle un buen día y que la esperaba a las 8 en el mismo lugar que ayer y no aceptaría un no por respuesta, ella inmediatamente le contesto afirmando su petición, no le importaba nada en estos momentos a Esme, y mentiría nuevamente en su casa, el único problema sería la ropa, pero ya vería como le hacía.
— Buenos días, José, cómo estás el día de hoy.
— Muy bien señorita, hoy si llego temprano.
— Sí, hoy salí más temprano de casa, y tu pequeño está mejor.
— Sí, solo fue una calentura porque le están haciendo sus dientes.
— Me da gusto, bueno, me iré a preparar el desayuno, que tengas un excelente día.
— Igualmente señorita.
Esme se dedicó a hacer el desayuno que contaba de unos huevos con tocino, unos panecillos tostados con mermelada, jugo de naranja, café y papaya con queso Philadelphia revuelto con yogur natural, todo lo tenía ya preparado para llevarlo a la mesa, y para los demás hizo unos ricos chilaquiles verdes.
El aroma del desayuno inundó la casa, la señorita Anca hasta termino de arreglarse para saber por qué olía tan rico, en la noche cuando su ella subió a platicar con su padre, este le contó lo encantadora que era Esme, que lo trato con respeto y cariño natural sin hipocresía y que por ningún motivo la corriera.
Ella no era tonta, jamás había escuchado a su padre hablarle de nadie así, ni siquiera de la enfermera que tenía ahí dos días, al contrario, con Patricia se comportaba de manera distinta, cosa que no dejaría pasar tan fácilmente, pero era muy pinteo para especular, dejaría que pasara un pocillo más de tiempo para saber que es lo que realmente pasaba.
— Buenos días, Esmeralda, huele riquísimo, que has preparado.
— Buenos días también para usted, señorita Anca, mire prepare huevos con tocino —Esme le dijo todo el menú—, excelente, entonces lleva los platos a la mesa y no tardaré en bajar a papá para qué desayuné.
— Lo que usted diga, señorita.
Y tal y como le dijo Anca así lo hizo, una vez que estaban reunidos en la mesa , saludo amablemente al señor Kovacs y posteriormente a Patricia, se despidió para ella retirarse a desayunar.
Estaba más que feliz, si siempre buscaba la manera de ver el lado bueno de las cosas ahora estaba más que feliz, había dormido con un hombre encantador que no le pidió tener sexo cambio de lo mucho que le había dado, se había sorprendido del paso tan grande que estaba tanto así, que no le importaba el haberle mentido a sus padres y lo seguiría haciendo hasta que despertara del sueño, creía que valía la pena el regaño, ni ella misma sabía que es lo que le pasaba , así siguió preparando la comida, y ayudando en la limpieza de la cocina aunque a ella no le correspondiera ese trabajo.
Cuando ya era hora de subir con el señor Kovacs, se percató que Patricia hablaba por teléfono con voz muy baja, entonces se acomodó de manera que no se viera, hasta sumió la panza y comenzó a escuchar lo que decía.
— No es tan fácil como parece estúpido, tengo que planear el movimiento, este no es tan viejo como los otros, tengo que ir deteriorando su salud, y con la gorda haciendo su comida menos puedo ponerle el veneno, así que tendrás que tener paciencia, yo le calculó que en unos cinco meses él ya tendrá un pie en la tumba, durante ese tiempo seguiré hablando con el joven Kovacs y trataré de embarazarme de él para tenerlo amarrado y con respecto a la hija, es más estúpida de lo que pensaba, la tengo comiendo de mi mano, pero después te llamo, recuerda no me llames tú, adiós mi amor, te amo, bye.
Esme se movió ipso facto a la habitación del señor Kovacs, en cuento entró le dijo con la respiración muy agitada y más pálida que un bolillo crudo.
— No me pregunte nada, ahora solo pídame que lo lleve al jardín, quedó claro.
— Están bien.
— Por fin llegas gorda, le diré a Anca, llegaste 20 min tarde.
— Perdóneme, señorita Patricia, solo que le prepare una ensalada de verduras para que se mantenga en línea.
— Es lo mínimo que puedes hacer, cuado se adueña y ama de toda la fortuna, Kovacs despídete a todos ustedes, principalmente a ti que das vergüenza, ahora me retiraré a descansar.
— Que descanse señorita.
— Pero qué pesada es esa mujer— dijo el señor Kovacs —.
— Vamos al jardín para que le cuente.
Esme mientras jalaba la silla de ruedas, le iba comentando todo lo que había escuchado decir Patricia en la llamada, así que comenzaron a realizar un plan para desenmascarar a esa arpía, pues Anca hasta ahorita la tenía en un buen concepto.
— Le recomiendo que no se coma nada de lo que le dé ella, porfavor, ¡nada!.
— Dudo mucho que pueda negarme, ella me va a obligar, pero si puedo cuando se distraiga lo tiraré debajo de mi cama, también, tendremos que poner cámaras para que quede como evidencia.
— Eso sí, pero donde las conseguiremos, la verdad no tengo dinero para ayudarle en ese aspecto.
— Pequeña no te preocupes, yo te daré el dinero necesario y las compras.
— Que tanto se secretan los dos— dijo Anca—
— ¡Por dios, hija! — el padre había dado un pequeño brinco del susto—, me has cachado, le estaba pidiendo a Esme que me trajera de esos dulces cristalizados que tanto me recuerdan a tu madre, al amor de mi vida, pero sé que no debo de comerlos se los estaba pidiendo de contrabando, perdona hija.
— Padre, sabes que lo hago porque te cuidó, no quiero perderte a ti, también entiendes eso, por otro lado, puede que tengas razón, hace mucho que no los probamos— volteo a ver a Esme —, podrías traernos unos dulces de eso mañana.
— Claro, con mucho gusto, solo hay un problema, tendría que ir en horas laborales, probablemente sea en este horario que estoy con usted señor Kovacs.
— No importa, yo me quedaré con él, ya te veríamos al otro día.
— ¡De verdad!
— Claro, solo te pido que nos dejes la comida hecha y la cena para que podamos comer, puedes con el trabajo.
— Claro que puedo, mañana les tendré todo listo.
— Muy bien, entonces los dejos para que sigan platicando.
— ¡No!, Hija, quédate un rato más, Esme lee de una manera tan maravillosa que te transporta en cada Párrafo que lee.
Anca se quedó la lectura del libro, el Conde de Monte Cristo, y su padre tenía razón, serró sus ojos y en su mente plasmó cada escenario de la historia, hasta que llegó el momento de seguir con sus deberes en la concina.
— Creo que ha llegado el momento de dejar la lectura para pasado mañana.
— Señorita Esmeralda lee usted maravillosamente, para la próxima me quedaré más tiempo en la lectura, gracias.
— Estoy para servirles, con permiso.
Esme se dedicó a hacer la cena y una vez terminado se despidió de todos y salió con la ilusión de ver a su Dragos.
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Comments
Melisuga
¿Dragos no tenía que viajar?
2024-10-24
0
Melisuga
*cerró
2024-10-24
0
Francisca Alcantara
Esa tal Patricia es una asesina
2023-07-18
7