Por si las dudas

Capítulo 18

Pero las semanas pasaban y la estancia de Azaki se alargó seis meses más, sin visitar a Rous ni su casa en todo ese tiempo. Ni que decir tiene que cada vez más, se espaciaron los mensajes, las llamadas y los detalles, hasta volverse escasos y Rous se preguntó si la distancia iba a terminar con el amor entre ellos.

Siempre había escuchado frases como "amor de lejos, amor de pendejos" o "amor de lejos, felices los cuatro" y le parecían crueles e inexactas. Si alguien te ama, lo hará estando lejos de ti también  ¿o no?. Quizás ella estaba pecando de ingenua, pero tampoco antes había tenido un romance a distancia. 

Esta situación no la había elegido ella, en cualquier caso y se empezaba a sentir molesta con Azaki, porque no fue algo consensuado en la pareja. A ella le dijo que eran dos semanas. Le daba un poco de corte reclamarle y quedar como una tóxica, pero bien pensado, él había tomado decisiones por su cuenta que los afectaba a los dos. Y en serio, la relación estaba afectada.

Reflexionó que lo mejor que podía hacer era plantarse en Japón y hablar de todo esto, por si las dudas. Sería una sorpresa increíble para él y podría hablar del asunto cara a cara y sin malentendidos.  También la estaba molestando que a veces de noche no le cogía las llamadas de video, y algunas fotografías que salían ocasionalmente en la prensa de él con acompañamiento femenino, en eventos parecidos al de Londres, fiestas, inauguraciones y cosas así. 

Rous entendía que eran negocios, pero no entendía que tuviera que asistir con otra mujer estando comprometido con ella. Eso no era correcto y si quería que siguieran juntos, debía cortar con eso, por respeto a ella. Había cosas en las que no estaba dispuesta a hacer concesiones.

Preparó todo para marcharse quince días.  Pidió parte de sus vacaciones en la empresa y cogió sus ahorros para comprar el pasaje, que por cierto no fue nada barato. No reservó hotel porque obviamente se quedaría con su amor y pensar en eso la puso felicísima. Lo echaba de menos hasta el infinito y más allá. Dormir en sus brazos una vez más  sería la gloria. 

Al salir de la oficina ese día se fue al  centro comercial más grande de la ciudad pues necesitaba algunas cosas para su viaje. También quería estrenar algunas prendas que la hicieran verse hermosa con su novio.  Para su mala suerte se tropezó nada más y nada menos que con su enemiga mortal y la única que tenía por cierto.

La tal señorita Ayaka Itō estaba frente a ella, de nuevo al ataque y Rous se preguntó qué clase de karma tendría con esa mujer, que no la dejaba en paz. 

- Vaya, vaya. ¿Vienes a comprarte el vestido para la boda de tu exnovio? - la mujer se rió maliciosamente, pues había esperado mucho tiempo para devolverle sus anteriores humillaciones. Cuando vio la cara de susto y sorpresa de Rous, entendió que no sabía nada de lo que estaba pasando y se relamió de gusto. Esto era aún mejor porque la estaban engañando en su cara.

- No me digas que todavía no te has enterado. Ja, ja, ja. Eres realmente estúpida, una pobretona que creyó que de verdad podía estar con alguien como él.  No puedo dejar de reírme. Me has alegrado el día ja, ja, ja

Y realmente la mujer no paraba de reír hasta que le saltaron las lágrimas, mientras seguía su camino altiva, mirando a Rous con conmiseración. Rous se quedó unos minutos en el mismo sitio con la cabeza llena de malos pensamientos. ¿Esa mujer quería decir que Azaki la estaba engañando con otra?.

Solo pensar en eso le provocó náuseas de inmediato.  Tuvo que sentarse en una terraza cercana y pedir un vaso de agua con azúcar pues sintió como si tuviera un bajón de tensión. 

Salió del centro comercial para ir a su casa. Necesitaba hablar con Azaki y tranquilizarse, antes de nada.  Por el camino, sus nervios fueron aflojándose y aunque una pequeña duda se forjó en su mente, decidió que lo primero era la confianza en él.  Lo habían firmado en su contrato de amor y justo ella no iba a ser la primera en faltar a eso. 

Pero cuando llega a casa y llama a su novio este no contesta, una vez más. Rous se sienta en la cama a pensar con calma.  A ver, era cierto que él había cambiado su actitud con ella en las últimas semanas, pero según le dijo, se debía al exceso de trabajo, al cansancio y a la distancia. No necesariamente podría deberse a otra mujer. Aunque también podría ser todo lo contrario y que estuviera portándose así justo por tener a otra persona y estaba usando las típicas excusas de trabajo, etc.

Le costaba respirar cuando pensaba en esa posibilidad. No había querido pensarlo en serio, pero la mujer aquella había levantado todas las banderas rojas que hacía tiempo rondaban por su cabeza. Para qué negarlo. Ella llevaba rato pensando en que había alguna por medio. Él había cambiado radicalmente con ella y eso era innegable.

Ella se lo ve venir y lo mejor será actuar primero, más que sea por salvar el orgullo. Tiene que comprobarlo y la mejor manera va a ser ese viaje sorpresa. Saldrá hacia Japón en dos semanas y mientras tanto, tendrá que lidiar con Azaki de la mejor manera. Va a confiar en él, hasta que vea con sus ojos que tiene motivos para lo contrario. Esto es lo correcto y así lo hará. Está decidido.

......................

Y así pasaron las dos semanas. Ella no le dijo a Azaki que iba, en las pocas ocasiones en que hablaron. Rous ya no lo llamaba. Solamente contestaba cuando llamaba él. La mujer, sin darse cuenta, iba tomando nota mental de todas aquellas cosas que habían cambiado en él. Hasta en su forma de dirigirse a ella había algo distinto. Las más de las veces, se le notaba impaciente por colgar la llamada y casi parecía que se obligaba a hablar con ella. No lo hacía por gusto.

Rous también notó que desde el momento en que ella dejó de ser la que más hablaba y ya no llevaba la voz cantante en las conversaciones, se quedaban en un incómodo silencio. Parecía que Azaki ya no tenía casi nada que contarle y tampoco había más planes felices e inolvidables para hacer juntos. 

Ella miraba el techo blanco en su habitación, tumbada sobre la cama, y con lágrimas en los ojos empezó a aceptar que todo apuntaba a que efectivamente él ya no la amaba. Independientemente de si había otra persona o no por el medio, o quizá porque la había, él ya no sentía lo mismo por Rous. Se mentalizó para estar preparada para lo peor. 

En esos días que conversaron ella le preguntó casualmente en donde vivía, pues nunca se lo había dicho claramente. Él le indicó un hotel en el que tenía rentada una suite por meses. Dado que se suponía que su estancia en el país no iba a ser tan larga, no había buscado nunca un apartamento. Su abuelo le insistía en que fuera a la gran casa de la familia, él prefirió no aceptar, sabiendo que perdería totalmente su independencia e intimidad en la que también fue su casa en la infancia. 

El clan Masaharu tenía una de las casas tradicionales más grandes de las afueras de Tokio, que se alzaba en medio de un paraje impresionante. Era una minka muy antigua con pisos de tatami, puertas corredizas y terrazas de madera que la rodeaban y a pesar de todo, resultaba muy conveniente por su cercanía al centro de la gran ciudad.

Ese era el argumento que Kane, su abuelo paterno, le había dado para justificarse.  Lo único que quería el astuto viejo, era controlar más de cerca al nieto. Hacía tiempo que había tendido la red de pesca y Azaki estaba cayendo en ella poco a poco, como un ignorante pececillo.

Aún no había conseguido, sin embargo, que el hombre cediera esa parcela de su privacidad y se mantenía en el ático de un gran hotel, de los más lujosos de Tokio. 

Allí se dirigió Rous, después de darle la dirección en un papel escrito al taxi al que subió al salir del aeropuerto internacional Haneda. Estaban a catorce kilómetros de Tokio y entre eso y llegar al hotel, calculó que en menos de media hora estaría viendo a Azaki.

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