La entrevista está programada en la sede principal de la multinacional del señor Grey. Un enorme edificio de no sé cuántas plantas, una fantasía arquitectónica según Katherine, todo es de vidrio y acero, y con las palabras GREY HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada.
Entro en el inmenso vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca. Por fortuna, solo son las dos menos cuarto cuando llego, no lo habría logrado sin el GPS. Gracias por ello a quien quiera que lo haya inventado.
Desde el otro lado de un sólido y reluciente mostrador de piedra me sonríe amablemente una chica rubia, atractiva y muy arreglada. Lo que está muy bien teniendo en cuenta el tipo de lugar en el que trabaja, sí, no sé nada sobre su jefe, pero he escuchado sobre algunos de los negocios en los que ha participado esta prestigiosa compañía. Ella lleva una americana gris oscura y una falda blanca bastante elegantes para una chica de su edad, porque he de admitir que es bastante joven, quizás de mi edad. Reconozco que Vasilisa se viste incluso más elegante y profesional cuando tiene una reunión del consejo moroi.
— Vengo a ver al señor Grey. Rosemarie Ivashkov, de parte de Katherine Kavanagh- le digo con formalidad
— Discúlpeme un momento, señorita Ivashkov —me dice alzando las cejas.
Empiezo a pensar que debería haberme puesto algo más formal y con un aspecto más ejecutivo. ¿Quizás el antiguo traje negro, empolvado en alguna parte del armario que utilizaba como uniforme de la guarda, habría sido más apropiado? Tengo montones de ropa elegante, de todo tipo de marcas reconocidas en mi armario, pero prefiero ir más casual. No es como si quisiera tirarme con un fino traje de Chanel sobre el césped del campus a leer o ir con un vestido Gucci al Mac Donald’s. Aun así, he de reconocer que comparándome con ella, que parece lista para entrar a una reunión de la junta directiva, yo, en cambio, aunque estoy muy bien vestida, parezco más bien una joven socialite que se reunirá con otras chicas de su círculo social para tomar al brunch en algún restaurante muy caro y de moda de la ciudad.
Me paso por detrás de la oreja un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta, tratando de no sentirme incómoda ante la idea de no parecer profesional.
— Sí, tiene cita con la señorita Kavanagh. Firme aquí, por favor, señorita Ivashkov. El último ascensor de la derecha, planta 25.
Me sonríe amablemente, sin duda divertida, mientras firmo. Me dieron ganas de golpear la diversión fuera de ella. El rostro incrédulo de Kate, al recibir la confirmación de la dichosa entrevista en mi memoria, me impide hacerlo.
Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE. No puedo evitar sonreír. Gracias al cielo solo estoy de visita, después de hoy no te tendré que volver a verla ni a ninguna otra persona de este lugar. De alguna forma, esta distinguida compañía, el estar acá me produce una extraña sensación en el estómago, creo firmemente que el estómago nunca se equivoca.
No pasa nada, suspiro para mis adentros.
Doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos muy elegantes con su traje negro de corte perfecto.
En un abrir y cerrar de ojos, el ascensor se detiene en la planta veinticinco. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, muy parecido al anterior. Ruedo los ojos ante eso. Todo me parece de lo más presuntuoso y rígido. Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.
Antes de siquiera saludar nos miramos en silencio con un poco de sorpresa. La muy elegante rubia número dos es una moroi.
Si hubiera sucedido años atrás me habría espantado al encontrar una moroi trabajando con y para humanos, hasta que salí de la academia pude darme cuenta de lo que para mí eran verdades absolutas, en realidad no eran del todo ciertas. Ahora sé que hay una gran cantidad de morois y dhampirs que viven fuera de nuestras comunidades entre y con los humanos, a pesar de ello siguen creando lazos más estrechos con los de nuestra misma especie. Aunque yo misma viva de esta forma y tengo amigos humanos, algunos muy buenos y queridos amigos, los vínculos no son tan fuertes como con los dhampirs y morois en mi vida. Kate ha sido la única excepción a esto.
Ella es mi familia.
— Señorita Ivashkov ¿puede esperar aquí, por favor? —me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco como si nada hubiera sucedido. Como si el impacto de encontrar una chica dhampir allí jamás hubiera existido.
Detrás de los asientos de piel hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas a juego. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Seattle hacia el Sound. La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizada. El profundo azul del océano y las verdes montañas más allá, simplemente es... Me pierdo por un instante. El poder ver algo como esto... Estas son las pequeñas cosas que muchas veces no apreciamos.
Me siento, saco las preguntas del bolso y les echó un vistazo. No sé nada del hombre al que voy a entrevistar, solo que es multimillonario, un mega empresario y la sensación del mundo de los negocios según mi amiga. La inseguridad de la mañana vuelve como un pequeño torbellino y me mortifica. Nunca me he sentido tan incómoda y nerviosa en mi vida. Siendo sincera, no soy la misma mariposa social de antaño. Lo que prefiero ahora es estar sola, absorta en algún nuevo material al cual pueda darle vida con mis manos o pintando, ocasionalmente salir a casar uno que otro strigoi en su defecto pasando el rato con Kate o algún otro miembro de mi familia y no removiéndome en el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.
Suspiro.
Contrólate, Rose.
A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Grey tendrá unos cuarenta años. Un tipo que se mantiene en forma, bronceado y rubio, a juego con el resto del personal. El típico hombre rico que va cada fin de semana a jugar al golf o sale a pasear en su yate privado con alguna nueva rubia del brazo. Joder, eso sí que me hizo poner los ojos en blanco.
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