GABRIEL SCHULZ PREBICH 6

Se queda mirándome hasta que por fin habla.

—Gabriel yo no me arrepiento de lo que paso. — Mi nombre se escucha tan bien cuando lo pronuncia que no me resisto y todo su mejilla. — Yo no sé si esto es correcto y…

Antes de que me diga las miles de razones para no estar conmigo pongo un dedo en sus labios.

—¿A que le tienes miedo? —E inconscientemente me encuentro respondiendo mi propia pregunta, yo tengo miedo de perderla. Que este mundo sea mucho para ella.

—A que no lo conozco, era solo un hombre en una fiesta, después mi profesor y ahora también el que financia mi beca. No soy de las chicas que solo pasan una noche con cualquier persona, aunque lo hiciera con usted yo no soy así, no sé qué me paso. Sé que podría tener sentimientos y usted tal vez solo quiere algo pasional, no quiero eso. — Así que sus datos están en las becas que financio y por eso su interés. Pero lo que mas me gusto escuchar es que no soy el único que tiene sentimientos.

Eso es lo que necesitaba para confirmar que no me es indiferente y que puede existir algo entre nosotros, aunque eso ya lo había decidido.

Muero por besarla así que dejo de reprimir mis deseos y lo hago, ella cae en la cama y pruebo sus deliciosos labios, la beso tanto como quiero, pero necesito más. Se ha vuelto como una droga para mí. Sin perder el tiempo le quito mi polo y observo su cuerpo, la deseo tanto.

La vuelvo a besar y le doy atención a todo su cuerpo que se estremece con cada toque, poniéndome duro. Y por primera vez en mi vida tengo la necesidad de ella sepa que es algo serio para mí, que no es una mas de mis putas.

—No te quiero solo para una noche, te quiero para toda la vida. —Quiero decirle que será la reina, mi reina. Pero eso lo hare más adelante, quiero que este tan enamorada que ya no tenga escapatoria, que mi amor sea la única opción. —Sé que no eres la clase de mujer que esta con cualquier hombre, me lo confirmo tu manera de ser, de huir de mí y las evidencias sobre mis sabanas aquella noche que te hice mujer por primera vez, mi mujer.

Ella esta tan excitada como yo, pero quiero que me mire que vea que hablo en serio. Paro con las caricias y tomo su rostro en mis manos para que pueda mirarme.

—Karina yo te quiero para siempre junto a mí. —Verla me vuelve loco, la beso con desesperación y nos despojo de todas las prendas. Introduzco un dedo en ella para ver si esta lista o necesita más estimulación y para mi alegría ella está lista para mí. —Ya estas lista para mí.

Parezco un desesperado que no ha tenido sexo en años, pero ella me tiene así. No espero mucho para introducirme en ella, es la gloria tenerla así. Ella gime haciendo que la tome con un poco más de fuerza, pero no mucha no quiero lastimarla.

Me retiro de ella y la volteo, separo sus piernas y vuelvo a tomarla ahora lo hago con un poco mas de fuerza. Ella me sigue el ritmo y siento como empieza a apretarse y paro, aun no quiero terminar.

Quisiera estar así con ella todo el tiempo, esto no basta.

—Arrodíllate. —Lo hace y noto como su cuerpo tiembla. Me recuerdo no ser tan rudo con ella.

Cuando la tengo de espaldas, la tomo de la caderas y le susurro.

—Du bist nur mein— (Eres solo mía)

Y me introduzco con fuerza en ella, no puedo parar esto es la gloria. Ella es mi adicción, siento como ella se aprieta a mi alrededor, me toma todo de mi no correrme con ella. Quiero alargar este momento todo lo que pueda, pero es inútil ya voy a llegar. Me corro en su interior, no lo hare en ningún otro lugar si no es dentro de ella.

Me pego a ella intentando recuperar el aliento y salgo de su interior. La tomo con fuerza de las caderas , no quiero se que lastime. Tengo una vista espectacular de ella, desnuda , con las piernas temblando por mi y viendo como de en medio de sus piernas caen mis restos. Parezco un animal, pero eso me excita. Otra cosa que nunca me había pasado.

Le doy un beso en la parte baja de la espalda.

—Verte así es tan excitante. —La jalo conmigo a la cama antes de volver a tomarla, hace podo fue su primera vez si continuo con este ritmo no podrá caminar. Me levanto a traer una toalla para limpiarla, la mojo.

Me rio inconscientemente de lo que voy a hacer, jamás me he preocupado así por nadie.

—Yo puedo hacerlo. —Y como una mierda, sé que ella puede, pero ella es mía y yo quiero cuidarla.

—Lo mío solo lo toco yo, y tú eres mía. —Antes de que se de cuenta de que estoy como enfermo por ella, separo sus piernas y limpio mis restos de su cuerpo.

Cuando queda completamente limpia, le doy un beso en los muslos y su cuerpo se estremece. Voy al baño y dejo la toalla, me habría bañado con ella, pero hace poco estuvo mal. No quiero exponerla.

Cuando regreso a la habitación, ella esta recostada con las mejillas rosas y el cabello despeinado. Me repito que estuvo mal y necesita descansar. Nos cubro con las mantas.

—¿Estas bien? —No quiero lastimarla de ninguna manera, la atraigo hacia mi y ella coloca su cabeza en mi pecho.

—Si. —Se queda callada un tiempo hasta que vuelve a hablar. —¿Puedo preguntarte algo?

—Dime. —No puedo evitar reírme, ella podría preguntar o pedirme lo que sea, hasta pedirme que muera y yo lo haría. Me tiene en sus manos.

—¿Por qué yo? —Mierda, como podría decirle de mi vida. De que en mi mundo encontrar el amor es casi imposible y de que cada minuto, cada hora, cada día es un regalo porque podría morir en cualquier momento. Como podría decirle que supe que ella era la indicada en cuanto la vi, que en cuanto la vi en ese pasillo con su hermoso vestido negro se convirtió en mi reina. En la luna que ilumina mi oscuro camino, que se convirtió en mi todo.

Pero no puedo decirle todo eso, por su bien y por el mío.

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