Capítulo 13

Al día siguiente, Amanda fue al mercado más cercano para comprar los materiales necesarios para hacer la bata que deseaba. Tuvo que llevarse a sus dos hijos, ya que la señora Elena no estaba en casa. A pesar de la incomodidad de empujar a Mía y cargar a Caleb, siempre tenía una sonrisa radiante en la comisura de sus labios.

Después de conseguir la tela que quería, Amanda también compró verduras y carne para abastecer su casa. Sin embargo, cuando iba a cruzar la calle para volver a casa, Mía soltó su mano y corrió.

"¡Papá!", gritó Mía.

"¡Mía, espera!", gritó Amanda mientras corría detrás de su hija aunque se esforzaba por llevar en sus brazos a Caleb.

¡Clic!

Un coche frenó con brusquedad, al casi atropellar a Mía. El conductor se había sorprendido cuando vio como de repente un niño pequeño cruzaba la calle. El hombre bajó y vio a Mía, la cual se había caído frente a su coche.

"¿Estás bien?", preguntó el hombre que casi atropelló a Mía.

"¿Por qué corriste, Mía? Mamá tuvo dificultades para perseguirte", Amanda entró en pánico cuando vio a Mía casi atropellada por un coche.

"¡Mía fue a buscar a papá, mamá! Pero papá no vio a Mía", dijo Mía triste porque no pudo alcanzar a su padre.

Viendo a Amanda y a Mía en problemas, siendo que casi terminó atropellando a la niña, el hombre los invitó a subir a su coche para llevarlos a su casa.

"Vamos, pequeña, sube a la parte de adelante, ¡No es agradable estar sentado en la parte de atrás!", sin pedir consentimiento, Anthony levantó inmediatamente a Mía y la llevó al coche.

"¡Señor, no queremos darle problemas!", Amanda se sentía mal por tener que pedir un aventón. Además, el coche en el que iba a viajar parecía muy bonito y debía de ser caro.

"¡Está bien, señora! Usted siéntese en el asiento de atrás, deje que esta hermosa chica de delante acompañe al guapo de Tony", el hombre llamado Anthony bromeó un poco a propósito porque vio la cara tensa de Amanda.

“Por qué me resulta familiar su cara, ¿Será que lo he visto antes?”, pensó Amanda.

Sin poder hacer más nada, Amanda aceptó la invitación del hombre y entró en el coche; sin embargo, cuando Amanda abrió la puerta trasera, se sorprendió inmediatamente porque estaba sentado un hombre guapo, el cual solía ser su ídolo cuando estudiaba en la ciudad de Las Flores.

"¡Entre, señora! El oso polar es manso, no morderá", al ver a Amanda que parecía dudar en entrar, Anthony de inmediato habló.

"¡Anthony!" El hombre llamado oso polar lo regañó mientras se movía de asiento.

"¡Gracias!", dijo Amanda, para luego sentarse al lado de Elías.

Cuando ella estaba en la universidad idolatraba a Elías Green, el cual siempre parecía alguien muy genial con un sinfín de logros académicos. Además, también fue jugador de baloncesto en su campus.

Durante el viaje hacia la casa de Amanda, no hubo conversación, solo de vez en cuando Anthony preguntaba por la dirección de su casa.

Una vez llegaron a la casa de Amanda, ella bajó inmediatamente del vehículo para luego dar las gracias por el aventón.

"¡Muchas gracias, señor Anthony y señor Elías!", dijo Amanda.

"¡No hay de que!", respondió Anthony, pero Elías se mantuvo en silencio mientras miraba sorprendido a Amanda.

“¿Cómo es que esta chica sabe mi nombre? Tengo el presentimiento de que la conozco”, pensó Elías.

...***...

Tras luchar con los patrones y la máquina de coser que le consumieron mucha energía y pensamiento, finalmente el vestido favorito de Amanda estaba hecho. Colocándose frente al espejo, observó el vestido puesto ya en su cuerpo, admirando así el diseño que ella mismo hizo.

“Valió la pena aprender a coser con mi madre. En momentos como este, me doy cuenta de que los conocimientos que me enseñó mi madre son muy útiles. ¡Gracias madre!”, pensó Amanda.

No pudo evitar derramar una lágrima, ya que cada vez que ella pensaba en sus padres, Amanda siempre lloraba. Solía ser mimada por sus padres y como era hija única, todo el amor de estos fue directo hacia ella; sin embargo, ahora tenía que luchar sola contra la dureza del mundo.

Viendo que su apariencia se veía bien, Amanda salió rápidamente de su casa para comprar el pudín de frijoles verdes del vendedor ambulante que siempre pasaba al frente de su casa. Pudo ver como la señora Elena y la señora Clara estaban rodeando al vendedor ambulante, el señor Matías. Sin más demora, Amanda se acercó a él con una sonrisa brillante en su rostro.

"¡Me da tres paquetes de pudín de frijoles verdes, señor Matías!", dijo Amanda.

"¡Listo, señora Manda! ¡Vaya, se ve diferente hoy!", elogió el vendedor ambulante.

Al escuchar lo que el señor Matías había dicho, la señora Clara y la señora Elena se giraron para mirar a Amanda. Las dos mujeres de mediana edad quedaron asombradas al ver el vestido que llevaba Amanda. Inmediatamente quisieron pedir el mismo vestido que Amanda llevaba puesto.

"Manda, ¡Quiero un vestido así, pero que sea de color marrón!", la señora Clara le pidió uno.

"¡Yo también quiero uno, Manda! ¡Me gustaría que fuese de color musgo verde y con burdeos!", dijo la señora Elena.

Al escuchar a las dos señoras pedir el vestido a Amanda, otros vecinos también comenzaron a pedir el mismo vestido con estampados y colores a su gusto.

"¡De acuerdo, señoras! ¡Si Dios quiere, les haré los vestidos! Por ahora, hagamos una lista de quiénes quieren pedirlo y qué estampados quieren. Tengo miedo de olvidarlo si no lo escribo," dijo Amanda.

Amanda fue a casa, para luego regresar con un bolígrafo y un cuaderno donde pudiera tomar nota de los pedidos de sus vecinos. Uno por uno, Amanda anotó cada una de las órdenes. Después de hacer una lista de todos los pedidos, la joven madre soltera comenzó a calcular cuántos metros de tela y otros materiales necesitaría.

"¡Gracias a Dios! A muchos les gustó mi vestido, tal vez mañana tenga que ir de compras al mercado de telas para tener más opciones de diseño. Pero ¿Qué pasará con Mía y Caleb? Si los llevo, va a ser muy complicado. Quizás mejor los dejo en casa de la señora Elena", susurró Amanda mientras seguía manipulando la calculadora para calcular cuánto dinero necesitaba para comenzar su negocio de confección de ropa en casa.

Al día siguiente, Amanda fue a comprar telas para lo que necesitaba. Condujo su propia moto al mercado más grande que estaba cerca de su casa. Afortunadamente, Caleb y Mía estuvieron felices en casa de la señora Elena, lo que le permitió a Amanda se moviera con libertad para comprar tranquilamente.

Después de conseguir lo que necesitaba, Amanda regresó apresuradamente a casa preocupada porque su hijo menor pudiera sentirse mal; sin embargo, como conocían bien a su vecina, tanto Caleb como Mía se mantuvieron tranquilos mientras ella estaba en el mercado.

Basándose en su experiencia trabajando en una compañía de confección, Amanda aprendió técnicas para hacer ropa más rápido, así que no tuvo demasiados problemas para completar las órdenes para los vestidos de sus vecinos en solo tres días.

Además de hacer los vestidos para sus vecinos, Amanda decidió intentar venderlos en línea para descubrir así que a muchas personas les gustaba el modelo que había hecho. Además, los precios que ofrecía eran accesibles para las amas de casa.

“Por la gracia de Dios, muchos han hecho pedidos, espero que mi negocio tenga más bendiciones. Aunque me hubiera separado de Andrew, he podido seguir teniendo un sustento para la casa, ¡Gracias a Dios!, todavía puedo disfrutar de deliciosas comidas todos los días”, pensó Amanda.

Continuará…

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