La Princesa De Luna
Leila, una chica alta y esbelta, de complexión atlética, de cabello castaño claro y unos
hermosos ojos de color verde esmeralda, se encontraba almorzando con la Reina Griselda,
una mujer rubia de ojos color miel y actitud altanera, era tan delgada que
parecía que en cualquier momento caería desmayada debido a la falta de comida,
ambas mantenían un incómodo silencio, era bien sabido por todo el reino de
Luna, que la princesa heredera y la Reina consorte no se llevaban muy bien,
ambas tenían razones para odiarse mutuamente, para Leila ver a esa mujer era el
recordatorio de todo lo que su madre tuvo que sufrir, por culpa de su padre y de
esa mujer, para Griselda la muchacha era recordatorio de que su hijo nunca sería
el próximo rey, ya que solo el primogénito, sin importar si es hombre o mujer,
puede asumir el trono, sin importar cuantas veces había intentado deshacerse de
ella, la maldita chica siempre salía ilesa, cuando empezaron a sospechar que
ella podría estar detrás de todos los atentados contra la vida de la princesa,
no tuvo otra opción que dejar a lado sus intentos de matarla.
Lamentablemente sin importar cuanto de odiaran, ambas se veían obligadas a almorzar juntas aunque
sea una vez al mes, ya que era una tradición que toda las mujeres de la familia
real se reunieran a discutir los temas del reino, así como que los hombres se
reunieran de igual manera, para días después reunirse todos y así tener un panorama
más amplio de los temas a tratar, para Leila esta era una pérdida de tiempo ya
que a Griselda no le importaba el reino o su gente, lo único que le importaba
eran todos los privilegios que consiguió al convertirse en Reina.
Pasaron al menos 15 minutos, viéndose mutuamente en silencio, hasta que Griselda rompió el
silencio.
- Veo que aún no te mides con la comida, de seguir
así serás conocida como la Reina más gorda de Luna
- Eso es mejor que se conocida como una Reina
usurpadora e inútil – le contesto Leila, a lo que la Griselda se levantó muy
enojada y se fue.
Leila no podría estar más feliz de la retirada de la Reina, ya sin su molestia presencia Leila término
su comida por fin en calma, una vez acabo de comer, Leila se dirijo al campo de
entrenamiento, para practicar y mejorar sus habilidades, como futura reina ella
debe de estar preparada para todo, ya sean asuntos diplomáticos o liderar a su ejército
en una batalla, la joven es experta en el uso de distintas armas, así como del
combate cuerpo a cuerpo, todos en el reino esperan con ansias el día de su
coronación, ya que es conocida por ser justa y buena con su pueblo.
Leila estaba de camino al campo de entrenamiento, cuando se topa con su padre, su relación con
su padre, el Rey Porfirio, un hombre alto con un cabello parecido al de su
hija, pero allí acababa el parecido, con unos ojos café oscuros, casi negros,
era de ese tipo de hombres a los que se les teme solo con verlo, no era mejor
que la que tenía con su madrastra, su padre siempre había sido un hombre
distante y frio con ella, después de la muerte de su madre, la relación solo
empeoro, no había pasado un mes desde que la Reina Cara falleció, ella era una
mujer de mirada dulce, idéntica a su hija a excepción del cabello, ya que el de
la mujer era de un vibrante color rojo, cuando el Rey se volvió a casar, pero
lo que acabo definitivamente con la ya casi inexistente relación entre padre e
hija, fue que la mujer con la que se casó no venía sola, con ella también llego
Eduardo, un niño solo un año menor que Leila, este niño era el vivo retrato de
su padre, era el hijo ilegitimo del Rey, y tras la muerte de su esposa, este no
dudo en traerlo a vivir con él, sin importarle nada, desde ese momento Porfirio
solo le prestaba atención a su nueva familia, dejando a su hija totalmente
abandonada, Leila nunca pudo perdonarle a su padre, no solo el abandono en la
que la dejo, cuando apenas tenía 8 años, sino que hubiera traicionado a su
madre, ya que Griselda unos años después le dejo muy en claro que su madre sabía
todo, pero Porfirio le tenía prohibido hacer cualquier cosa para abandonarlo o hacerle
quedar mal, si no quería que lastimara a Leila, haciendo que su madre tuviera
una vida infeliz, algo que Leila siempre supo, pero no fue hasta ese momento
que supo la razón.
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