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La Princesa De Luna

Capítulo 1

Leila, una chica alta y esbelta, de complexión atlética, de cabello castaño claro y unos

hermosos ojos de color verde esmeralda,  se encontraba almorzando con la Reina Griselda,

una mujer rubia de ojos color miel y actitud altanera, era tan delgada que

parecía que en cualquier momento caería desmayada debido a la falta de comida,

ambas mantenían un incómodo silencio, era bien sabido por todo el reino de

Luna, que la princesa heredera y la Reina consorte no se llevaban muy bien,

ambas tenían razones para odiarse mutuamente, para Leila ver a esa mujer era el

recordatorio de todo lo que su madre tuvo que sufrir, por culpa de su padre y de

esa mujer, para Griselda la muchacha era recordatorio de que su hijo nunca sería

el próximo rey, ya que solo el primogénito, sin importar si es hombre o mujer,

puede asumir el trono, sin importar cuantas veces había intentado deshacerse de

ella, la maldita chica siempre salía ilesa, cuando empezaron a sospechar que

ella podría estar detrás de todos los atentados contra la vida de la princesa,

no tuvo otra opción que dejar a lado sus intentos de matarla.

Lamentablemente sin importar cuanto de odiaran, ambas se veían obligadas a almorzar juntas aunque

sea una vez al mes, ya que era una tradición que toda las mujeres de la familia

real se reunieran a discutir los temas del reino, así como que los hombres se

reunieran de igual manera, para días después reunirse todos y así tener un panorama

más amplio de los temas a tratar, para Leila esta era una pérdida de tiempo ya

que a Griselda no le importaba el reino o su gente, lo único que le importaba

eran todos los privilegios que consiguió al convertirse en Reina.

Pasaron al menos 15 minutos, viéndose mutuamente en silencio, hasta que Griselda rompió el

silencio.

- Veo que aún no te mides con la comida, de seguir

así serás conocida como la Reina más gorda de Luna

- Eso es mejor que se conocida como una Reina

usurpadora e inútil – le contesto Leila, a lo que la Griselda se levantó muy

enojada y se fue.

Leila no podría estar más feliz de la retirada de la Reina, ya sin su molestia presencia Leila término

su comida por fin en calma, una vez acabo de comer, Leila se dirijo al campo de

entrenamiento, para practicar y mejorar sus habilidades, como futura reina ella

debe de estar preparada para todo, ya sean asuntos diplomáticos o liderar a su ejército

en una batalla, la joven es experta en el uso de distintas armas, así como del

combate cuerpo a cuerpo, todos en el reino esperan con ansias el día de su

coronación, ya que es conocida por ser justa y buena con su pueblo.

Leila estaba de camino al campo de entrenamiento, cuando se topa con su padre, su relación con

su padre, el Rey Porfirio, un hombre alto con un cabello parecido al de su

hija, pero allí acababa el parecido, con unos ojos café oscuros, casi negros,

era de ese tipo de hombres a los que se les teme solo con verlo, no era mejor

que la que tenía con su madrastra, su padre siempre había sido un hombre

distante y frio con ella, después de la muerte de su madre, la relación solo

empeoro, no había pasado un mes desde que la Reina Cara falleció, ella era una

mujer de mirada dulce, idéntica a su hija a excepción del cabello, ya que el de

la mujer era de un vibrante color rojo, cuando el Rey se volvió a casar, pero

lo que acabo definitivamente con la ya casi inexistente relación entre padre e

hija, fue que la mujer con la que se casó no venía sola, con ella también llego

Eduardo, un niño solo un año menor que Leila, este niño era el vivo retrato de

su padre, era el hijo ilegitimo del Rey, y tras la muerte de su esposa, este no

dudo en traerlo a vivir con él, sin importarle nada, desde ese momento Porfirio

solo le prestaba atención a su nueva familia, dejando a su hija totalmente

abandonada, Leila nunca pudo perdonarle a su padre, no solo el abandono en la

que la dejo, cuando apenas tenía 8 años, sino que hubiera traicionado a su

madre, ya que Griselda unos años después le dejo muy en claro que su madre sabía

todo, pero Porfirio le tenía prohibido hacer cualquier cosa para abandonarlo o hacerle

quedar mal, si no quería que lastimara a Leila, haciendo que su madre tuviera

una vida infeliz, algo que Leila siempre supo, pero no fue hasta ese momento

que supo la razón.

Capítulo 2

- Buenas tardes su majestad, que los cielos lo

llenen de gloria – le dijo Leila a su padre, haciendo una reverencia una vez

estuvo frente a él.

El rey, simplemente la miro, para después pasarla de largo ignorándola completamente,

antes a Leila este tipo de desprecio por parte de su padre solían lastimarla, ahora

simplemente le daban igual, observa como su padre se va y ella continúa con su

camino.

Mientras Leila entrena junto a su mejor amigo Valerio, el Gran General del ejército del Reino

de Luna, un hombre de cabello castaño y ojos marrones, de cuerpo musculado

debido al entrenamiento, el Rey Porfirio se reunía con el Príncipe Eduardo

-  Padre, por favor dime que has encontrado la

forma para que yo sea el próximo rey y no la desgraciada de Leila.

- Lo siento mucho hijo mío\, lamentablemente la ley

es clara en ese aspecto, y dudo mucho que el consejo quiera hacer una excepción

contigo\, esos idi***s están encantados con la pu** de Leila\, la única manera es

que ella muera, algo que a pesar de que lo intentamos tu madre y yo, nunca

logramos.

- ¡mie***! – dijo Eduardo muy enojado\, para

después voltear una de las mesas que se encontraban en el salón donde estaban –

debe de haber otra forma

- Y la hay pero es incluso más improbable que la

primera

- Y ¿Cuál es padre?

-  Un príncipe heredero pierde su derecho al trono

si es encontrado culpable de la muerte de alguien de la familia real, pero sin

importar quien muera ninguna persona creerá jamás que Leila mato a alguien, la

tienen en un pedestal como a una jod*** santa.

-Tienes razón padre, nadie lo creería – le respondió

Eduardo\, pero su mente ya planeaba la manera de inculpar a la estu**** de su

hermana, solo necesitaba un plan infalible y una víctima que fuera creíble, y él

ya tenía solucionado esto último, la única persona a parte de él, a la que

Leila despreciaba públicamente era su madre, para que le fuera rey, Griselda

debía morir.

A la mañana siguiente Leila se dirigió a su despacho, para realizar su

trabajo, técnicamente este era el trabajo que debe hacer el Rey o la Reina

consorte de Luna, pero Griselda nunca le importo realizarlo, así que desde hace

ya muchos años ella se encarga de realizarlo, y no solo este, Fabián, el

secretario de su padre, un hombre delgado de cabello negro del cual ya asomaban

algunas canas y ojos azules que solía ocultar detrás de unos lentes, solía

llevarle parte del trabajo que se supone que debía realizar el Rey, pero desde

la llegada de Griselda al castillo su padre había dejado muchas de sus

obligaciones a un lado, dejándole todo el trabajo a Fabián, Leila al ver esto

había decidido ayudar al pobre hombre.

-  Leila, te has levantado temprano hoy – le dijo

Fabián nada más entrar a la oficina de la chica – creí que no estabas, lamento

haber entrado así

- No te preocupes Fabián, ¿y que me traes hoy?

-Más que nada, ¿me gustaría que ayudaras con los

presupuestos del reino?

- Por  supuesto\, ponlos por ahí\, cuando acabe con los deberes de la reina\, me

pongo en eso

- Cariño no hay ninguna duda que serás una gran monarca

Ese mismo día por la tarde, Leila se dirigió a la sala del consejo, esta sería la primera

reunión donde se discutirán los preparativos para la coronación. El reino de

Luna tenía como ley que un monarca subiría al trono a la edad de 28 años, solo

se hacían excepciones si el anterior rey sufría algún percance y ya no era

capaz de dirigir al reino, Leila cumpliría  esa edad en tan solo 6 meses, por esa razón ya comenzaban los

preparativos.

Capítulo 3

Leila entro a la sala del consejo, todos ya se encontraban reunidos allí, para disgusto de

Leila, Eduardo y Griselda también se encontraban allí, el consejo era formado

por seis representantes de las casa más importante, influyentes y ricas del

reino, además del gran general de las tropas de Luna, junto con el Rey, la

Reina y el príncipe heredero, eran un total de 10 personas las que debían de

estar, pero Eduardo siempre insistía en asistir, y Porfirio con gusto se lo permitía,

Leila tomo su lugar a la derecha de su padre, y la reunión comenzó.

- La coronación será dentro de 6 meses, el día del

cumpleaños 28 de la princesa heredera – dijo Uriel, el representante de la casa

de Maan, un hombre de edad avanzada, pero se podía notar que gozaba de una muy buena

salud – yo opino que lo primero a discutir sea que reinos serán invitados a la

celebración, algunos de nuestros aliados residen en lugares lejanos y

necesitaremos avisarles con toda la antelación posible

-  Estoy de acuerdo con el Duque Uriel – dijo Leila– alguien piensa que es mejor tratar otro tema, o están de acuerdo con comenzar

con este

-  Yo estoy de acuerdo con el Duque Uriel y la

princesa heredera – dijo Wilbur, el representante de la casa Ilargia, un hombre maduro, de no más de 50

años, de actitud amable y segura.

- Yo estoy en desacuerdo – dijo Tomas\, el

representante de la casa de Bulan, un hombre joven y de actitud altanera y

agresiva, este era el mejor amigo de su hermano, su mano derecha, y sabía que

no era conveniente que la coronación fuera anunciada lejos del reino – a mi

parecer hay asuntos más importantes que tratar.

- Yo concuerdo con Tomas – dijo Laura, la

representante de la casa de Wata, ella era una joven hermosa de cabellera negra

y ojos azules, también era la amante de Eduardo y este le había prometido convertirla

en reina – aún falta tiempo para la coronación, así que no considero que sea

urgente comenzar con sus preparativos.

- Yo estoy de acuerdo con la propuesta de Uriel –

dijo Verónica, representante de la casa de Volana, una mujer joven de cabello y

ojos caobas, de mirada dulce, verdaderamente una mujer hermosa.

- Yo estoy en desacuerdo, concuerdo totalmente con

Laura – dijo Marta, representante de la casa Masina, una joven de apariencia llamativa,

ojos marrones, cabello rubio y cuerpo voluptuoso, que vestía de manera que resultaba

vulgar, a ella Eduardo le había hecho la misma promesa que a Laura, con la

diferencia que a ella no le ocultaba su relación con esta, ya que ambos sabían

que si querían llegar al trono, tenían que tener todos los aliados posibles, ya

después se podrían deshacer de ella, por lo cual Marta fingía ser la mejor

amiga de Laura.

-  Yo estoy con la princesa heredera – dijo Valerio

- Yo estoy con Tomas – dijo la Reina Griselda

- Yo el Rey Porfirio, concuerdo con el Duque Tomas

 Debido a que los votos se encontraban

empatados cinco a cinco, el rey era quien debía decidir el tema a tratar, y

puesto que su voto fue el que empato el marcador en primer lugar, la reunión

empezó a tratar el comercio exterior, así como la productividad del reino,

dicha reunión, más que nada estuvo encabezada por Leila y sus aliados, ya que

el resto de las personas presentes, esas cosas poco les importaban, solo el Rey

daba su opinión de vez en cuando.

Después de acabar con los temas propuestos por el rey, se retomó el tema de la coronación

- Ya que hemos resueltos los temas referentes al

reino, yo opino que podemos empezar con los preparativos de la coronación de la

Princesa heredera – dijo el Duque Wilbur

-  Y yo opino que ya es tarde, y todos deberíamos

descansar – dijo Griselda, lanzándole una mirada maliciosa a Leila

- Concuerdo con la Reina Griselda, se levanta la

sesión – dijo el Rey, para posteriormente retirarse de la sala, después que él

se fueron Eduardo y Griselda, poco después los siguieron Laura, Marta y Tomas,

quedando solo cinco personas en la sala

- Como puedo ver, el Rey sigue siendo un completo

estúpido – dijo Uriel

-  Parece ser que continua igual, sin aceptar que

pronto acabara su reinado – opino Valerio

- La verdad es que ya no se en que piensa mi padre – dijo Leila

-  Como sea, tenemos que planear su coronación, así

que la próxima reunión ese será el tema a tratar o si, o si – dijo Verónica

- Como sea no ganamos nada estando sentados aquí\,

a trabajar – dijo Wilbur, levantándose de su asiento, el resto lo imito y

abandono la sala.

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