Plof.
El artilugio que tenía el Marques se calló al suelo cuando mencione el nombre de mi madre. A decir verdad, no tenía ganas de hablar de esto con ellos. Pero creí que lo mejor era no ocultar el hecho de que mi madre fue esclava, muchos nobles consideraban a los niños hijos de esclavos como esclavos también, más aún si no tenían padre, solo era un bastardo para ellos. Algo menos que un insecto.
Es necesario saber la reacción de esta gente ahora que aún tengo tiempo de escapar. No sería la primera vez que me encontraba en una situación similar. La mansión a la cual servía mi madre, era mi prisión también, ante los ojos de ese Barón yo también era de su propiedad y recibí el mismo trato que mi madre. Los golpes y el maltrato por parte de los otros empleados también eran moneda corriente en aquella mansión, pero al menos cuando estábamos solos siempre reíamos y disfrutábamos.
Mi madre me amaba mucho. Tanto que siempre disimulo su dolor y su tristeza cuando estábamos juntos. Siempre me conto grandes historias de mi padre y ella, como se conocieron y cuanto se amaron, siempre me recordaba que la situación en la que vivíamos no fue su culpa y que seguramente un día los encontraría. No perdió la fe de volverlo a ver incluso el día que murió. Con una gran sonrisa me dijo que me amaba y que no me preocupara pues pronto vendría mi padre por nosotros. Claro que nunca llego, y la enfermedad que la mataba de a poco se la llevo lejos de mí.
Bajo la noche estrellada, le había rogado a todo el que me encontraba, que consiguieran un médico para que viera a mi madre, pero nadie me escucho ni se voltearon a verme siquiera. Solo pude verla morir, así sin más. Esa noche la enterré bajo un roble que se encontraba cerca de nuestra choza, le puse las flores que ella más amaba sobre la tumba y me escapé de la mansión. Como era menor de edad, el hechizo de esclavitud no funcionaba por lo que aún no había sido marcado también lo que me permitió alejarme de allí sin que supieran donde me encontraba.
Vague varios días por los bosques que lindaban con la carretera principal, en caso de que me estuvieran buscando. Solo llevaba conmigo un martillo que había tomado de la caja de herramientas de nuestro hogar y que mi madre me había regalado, pues según ella, la familia de mi padre se dedicaba a hacer armas poderosas siendo grandes herreros. Ella decía que con total seguridad yo tendría el don también. Sinceramente no me interesaba en lo más mínimo la herrería, pero cada vez que ella hablaba de eso se le iluminaba la vista por lo que acepte su regalo y le prometí que de grande sería el mejor herrero.
Con ese viejo martillo como arma, tuve que enfrentarme a un par de monstruos y alimañas que había en el camino, a pesar de tener tan solo 6 años. Tuve mucho miedo, pero por suerte mi fuerza bruta era tal, que lograba defenderme de sus constantes ataques, aunque casi pierdo mi ojo por culpa de un lobo que me encontré una noche, llegue sano a la capital del imperio. Algo que nunca creí posible debido a mi corta edad.
La ciudad era enorme, y me sentí seguro de que no vendrían tan lejos a buscarme. Los edificios de ladrillo y tejas rojas pasaban frente a mis ojos uno tras otro, pero en ninguno de ellos querían aceptar a un niño de la calle, ni siquiera para trabajos forzados, después de todo estaba penado por la familia real darles trabajo a menores y nadie quería problemas. No me quedo otra opción que trasladarme a los barrios bajos, a pesar de estar muriendo de hambre, me negué a robar como otros niños para sobrevivir. No los juzgaba pues el hambre hacía perder los sentidos y la capacidad de pensar correctamente. Pero la cara de mi madre venía a mí y me horrorizaba decepcionarla. Por lo que empecé a ir a un bosque que no estaba muy lejos para cazar mi comida.
Así sobreviví el primer año en ese miserable lugar, hasta que conocí a un anciano herrero que vivía en los barrios bajos. Hacía armas para los mercenarios que tenían sus bases en los barrios bajos, pero ya estaba muy viejo y el tiempo entre un arma y otra era considerablemente grande.
Una tarde que pasaba por allí vi como lo golpeaban sin piedad por la demora en sus trabajos, por lo que no pude evitar acercarme y decir que yo haría sus armas. No podía ver a ese viejo ser tratado de esa manera así que asumí sus responsabilidades y comencé a trabajar allí y cuidar del anciano.
El hombre agradecido por mi ayuda me permitió quedarme allí bajo su tutela e iniciarme en el oficio de la herrería. También me dio una habitación y la mitad de las ganancias por los trabajos de herrería serían para mí. Fue un trabajo gratificante, pues rápidamente comencé a ganar dinero. Algo que nunca antes había hecho y tenía un techo que me protegía del clima por las noches, después de haber vivido a la intemperie por más de un año se sintió como el abrazo de mi madre, cálido.
Comencé a ahorrar casi todo el dinero que conseguía, mi meta era comprarme los materiales necesarios para construir una cabaña en las afueras de la ciudad y una forja también. Si conseguía que los aventureros lo contraten, pronto su negocio prosperaría.
Antes de dormir siempre pensaba en su madre y la seguridad que tenía en que él triunfaría en el mundo de los herreros y le hacía sonreír hasta quedarse dormido sosteniendo ese martillo que le regalo. Es como si aún estuviera con él, protegiéndolo de todos los males.
Mi vida transcurrió de la misma manera día tras día los siguientes 9 años y el dinero que había ahorrado ya casi llegaba a la meta que me había propuesto. Pronto mi vida cambiaría para bien y lo había logrado con mis propias manos.
Un día llego a mí la propuesta que haría que las monedas que me faltaban llegaran a mi más rápido de lo que había calculado. Una pequeña niña estaba parada frente a mí en la puerta de la herrería. Era elegante, con su pelo plateado y ojos de esmeraldas, no podía tratarse más que de una niña noble. Entro por la fuerza y comenzaron a decir cosas extrañas. Aunque les dije que el maestro no estaba siguieron insistiendo, como si supieran que era yo quien en realidad se encargaba de este lugar. Hicieron propuestas extrañas con planos que nunca había visto, y un trato mejor de lo que me imaginaba. Aunque simplemente no podía creer en sus palabras, todas esas monedas de oro, un trabajo estable y un lugar para vivir eran sencillamente cosas que un noble no daría a un pordiosero como yo.
Pero de pronto ante mi apareció un pergamino de mágico. Sabía de ellos por los mercenarios que hablaban en la tienda como si no estuviéramos allí. Luego de comprobar que era real decidí aceptar el trabajo e incluso me atreví a pedir más de lo que me habían ofrecido.
- En cuanto al tiempo. Me gustaría que pudieras terminar al menos en unas dos semanas. – La niña planteo con cara de preocupación
- Niña - dijo León con una media sonrisa- Si en ese tiempo tengo los tres, ¡me pagaras 10 monedas de oro por cada uno!
- ¡Acepto!
León tuvo que contener las ganas de gritar de felicidad. Con ese dinero la meta estaría cumplida y no solo eso, tendría un lugar estable para trabajar y vivir mientras construía su taller. Incluso si ahorrara un poco más, quizás podría poner su tienda en la calle oficial de los herreros de la capital.
Se aseguró de que escribieran en el contrato que él podía renunciar e irse en el momento que quisieran pues aún no confiaba del todo en aquellos nobles tan raros. Y comenzó a trabajar como si su vida dependiera de ello. No sabía para que quería aquella niña estos extraños aparatos, pero los haría funcionar a como dé lugar. Pasaron las dos semanas acordadas y se encontraron en la plaza de la torre tal como habían dicho.
La niña lo guio a su mansión que era realmente grande. La piedra de mármol verde recubría la construcción dándole un aire mágico. Las enredaderas trepaban por todos lados y las ventanas de un blanco impoluto sobresalían aún más. León se dispuso a esperar fuera mientras los aparatos eran puestos a prueba pues no consideraba que alguien como él debía seguir a la señorita de ese lugar, pero ella tiro de él sin miedo y lo declaro tan fácilmente su amigo. Una palabra que él nunca había escuchado antes y que le provoco sentimientos encontrados en su pecho. Esa niña realmente era muy amable. Esperaba que este mundo corrupto, no la rompiera de a poco.
León aguardo en la esquina de la habitación junto al mayordomo que lo miraba vigilante, pero con el rostro amable. Por lo que mantuvo sus manos hacia el frente y cruzadas todo el tiempo, para que no lo confundieran con un ladrón. Su sentido por el honor siempre había sido muy fuerte y detestaba las injusticias más que nada, una marca que quedó grabada a fuego en él luego de que nadie quiso ayudar a su agonizante madre.
Después de estar perdido en sus pensamientos León volvió súbitamente al presente donde ahora la Marquesa lo agarraba de los hombros y le preguntaba nuevamente el nombre de su madre. Extrañado por esa reacción, León volvió a decir con amor el nombre de su madre.
- Beatriz
Pero lo que sucedió a continuación lo dejo sorprendido. La Marquesa y el Marqués, ambos estaban abrazándolo. Unos nobles, a él, un huérfano de los barrios bajos. El mundo se había vuelto loco y León no sabía cómo reaccionar.
- ¡Dean! – Grito el marques – ¡Trae a Esteban aquí ahora mismo!
- ¡Oh Cariño!- dijo la Marquesa acariciando su rostro – Debes haber pasado mucho dolor. Realmente lo sentimos, no haberte encontrado antes
- De qué habla señora- dijo León dando un paso hacia atrás confundido
- Si tu madre es Beatriz y tú tienes ese aspecto, eso quiere decir que eres el hijo de nuestro querido amigo. Tu madre un día desapareció, fue horrible para todos pero para Esteban fue como si su mundo se desplomara. Hemos estado buscando a Beatriz por años, pero es como si se la hubiera tragado la tierra. – La marquesa lloraba y le daba hipos mientras seguía abrazándome y acariciándome
- Señora, debe ser un error. Debe estar confundiéndome con alguien más.
La confusión siguió en la mente de León mientras el marques los guiaba a un salón muy elegante con sofás y una merienda preparada. Le insistían en que comiera, y la Marquesa seguía sentada a su lado mientras lo abrazaba como si León fuera a desaparecer. Esta calidez le hizo recordar a su madre, por lo que tuvo que contener las lágrimas que empezaban a querer salir.
Estaba tan nervioso, si esto fuera verdad, las esperanzas de su madre no habrían sido en vano, ¿pero que pasaba si ese hombre no venía? Realmente no quería sentirse esperanzado, y sus nervios solo crecían mientras la Marquesa describía a la perfección el aspecto de su madre.
León comenzaba a temblar de los nervios, pero de pronto una pequeña mano lo agarro desde el otro lado.
- Tranquilo. Estas en casa ahora.
Una pequeña lagrima rodo por la mejilla de León mientras la puerta se abría de golpe, y un hombre idéntico a él entraba corriendo con lágrimas en los ojos.
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Updated 95 Episodes
Comments
Caridad Gallardo
llorè de la emoción
2024-09-15
2
esterlaveglia
muy emotivo capítulo 😢
2024-09-03
1
tali_loly
casi que no logro entender lo que decian las letras por temer los ojos llorosos
2024-03-05
2