Tock, tock …
Cain golpeo tímidamente la puerta destartalada de la tienda.
Habían estado caminando por las calles secundarias de la capital unos 15 minutos y para luego ingresar a un callejón algo oscuro, desde la calle llamada Resh. Este estaba sucio tenía las paredes despintadas y abundantes cajas bloqueaban el paso, haciéndoles difícil entrar.
Una vez esquivaron todas las cajas, el callejón se ensancho, dejando ver una calle un poco más amplia pero igual de descuidada. La gente que transitaba por allí en general usaba capa, para no ser reconocidos. También se podía ver a los ancianos y los más débiles sentados contra los muros pidiendo limosna, o durmiendo y en cada esquina podías encontrar un grupo de mujeres en malas condiciones de salud, con pocas prendas y un frío helado salía de sus ojos ya sin vida que me recordaban tanto a la antigua yo. Incluso cada tanto podías ver un par de niños corriendo desde las calles laterales, seguramente escapando luego de haber robado alguna cosa de las calles principales de la capital.
La gente vestida con harapos los miraba con cautela, calculando que tan buenas victimas podían ser, o en el peor de los casos si se trataba de alguien con quien era mejor no meterse en problemas.
Los dos escoltas, destacaban como los carteles luminosos de mi antigua vida, haciendo que todas las miradas pasaran primero por ellos, aunque enseguida volteaban a ver a los tres niños que iban junto a ellos. Que unos niños necesiten y puedan permitirse esa clase de escolta solo significaba una cosa: eran niños de la nobleza.
Los barrios bajos eran un lugar peligroso, pues allí se encontraban las bases de los gremios de información o los cuarteles de las mafias. Todos los días moría gente allí, ya fuera de hambre o porque alguien era asesinado. Pero por la razón que fuera, siempre encontrarías sangre en la calle o en las paredes por lo que la gente se empezó a referir a este distrito como “el purgatorio”. También se podía ver algún que otro cadáver tirado en el piso, aunque tardaban un par de horas en saber si estaban vivos o muertos, ya que mucha gente se desmayaba o caía borracha por ahí.
Un frío helado me recorrido por el cuerpo. La condición de vida de toda esta gente era lamentable, pero lo que más me desolaba, es que en sus miradas podías ver que ellos sabían que nunca nadie los iría a rescatar. Que esto era lo que les había tocado y solo sobrevivirían los más fuertes o los que tuvieran la mayor voluntad para vivir.
Por suerte nuestro destino no estaba muy lejos de la entrada al purgatorio, por lo que luego de andar velozmente por las descuidadas calles, el grupo llego a destino. Ante ellos un viejo edificio de ladrillos se alzaba ante ellos. Se podían ver agujeros aquí y allá en la estructura y en los vidrios. Al techo le faltaban unas cuantas tejas por lo que las palomas entraban y salían por allí a discreción.
Al cabo de un rato de llamar a la puerta, un adolescente salió de allí con cara de enojado. Era más alto que Drake y tan musculoso como los caballeros, Su cabello era negro y sus ojos de un verde intenso. Una larga cicatriz atravesaba la ceja izquierda, pero parecía ser ya muy vieja.
Si Callia no supiera quien era aquel joven, hubiera jurado que al menos tendría unos 18 años, pero la chica sabía que no era cierto y que el joven solo tendría para ese momento unos 15 o 16 años.
León Panemm, era el hijo ilegitimo de la casa Panemm. Un territorio que se dedicaba a la venta de armas mágicas. Esto se debía a que el primer Duque de Panemm, tenía una magia de creación, que le permitía fusionar las piedras mágicas con las armas que creaba, transformándolas en espadas mágicas. Al morir, esta magia murió con él, pero dejo una forma en la que sus descendientes podían replicar estas armas con un pequeño defecto, y es que estas se rompían tras agotar el maná de la piedra. De todas formas, eran muy útiles y el ducado prospero vendiendo estas armas a guerreros y aventureros por igual. Las armas que había creado el primer Duque, eran consideradas armas de grado legendario y residían algunas en la bóveda del palacio real, pero la gran mayoría en las cámaras del ducado Panemm quienes por generaciones se habían dedicado a encontrarlas y guardarlas como tesoros familiares.
La historia de León comenzó años atrás. El duque estaba enamorado de una joven plebeya a quien amó profundamente, e hizo lo imposible para que estuvieran juntos. Cuando había logrado conseguir la aprobación del rey para comprar un título nobiliario, la joven desapareció sin dejar rastros. El Duque busco desesperadamente por años, pero parecía que a la mujer se la hubiera tragado la tierra. 18 años después, descubrió que la mujer había sido vendida como esclava por su familia, quienes no aceptaban esta unión. Además de este hecho, descubrió dos cosas más.
La primera: la mujer había fallecido 6 años después de ser vendida por una enfermedad.
La segunda: siete meses después de haber sido vendida, la mujer dio a luz a un niño.
El Duque había perdido la esperanza de volver a encontrar al amor de su vida, pero incluso en su muerte, le había dado un motivo para vivir. Ese hijo que tuvo ella, quería encontrarlo. Incluso si era producto de otra relación o un abuso, se decidió por darle a ese niño lo que nunca pudo darle a ella. Era su forma de empezar a redimirse por las miserias que había tenido que pasar a causa de su familia, y es que el Duque se sentía muy responsable del destino de su amada.
Con un nuevo objetivo en vista, siguió con la búsqueda de el niño, quien en ese momento debía tener 17 o 18 años hasta que un día lo encontró. Al recibir un informe en el que decía que el niño vivía en una vieja herrería en “el purgatorio”, el barrio marginado de la capital, el Duque corrió hacia él.
Al llegar se encontró con León, quien era la viva imagen del Duque Esteban Panemm, por lo que nadie dudó que ese niño era suyo, ni él ni los guardias que lo acompañaban. El duque lo abrazo y comenzó a llorar, al darse cuenta de que ese niño, por el que había estado buscando, era fruto del amor que se habían tenido con Beatriz, la plebeya que amó.
Desde ese momento, León se convirtió en el sucesor de la casa Panemm. Pero su historia no solo fue famosa por sus padres. El joven, no solo era un herrero muy talentoso, sino que había heredado la magia de creación del primer Duque. Por lo que rápidamente el territorio se volvió aún más próspero que antes.
Ese mismo León, los observaba ahora molestos a través del umbral de la herrería en los barrios bajos. Callia en ese momento pensó en varias cosas. La primera, sería bueno para ella sacar a León de los barrios bajos y llevarlo ante su padre, pues el Duque de Panemm era amigo de su familia, y al morir los padres de Callia, este había insistido en visitarla a diario y preguntar si todo estaba bien. Callia en ese momento, inducida por su familia, siempre le decía que todo estaba bien y se comportaba de manera alegre ante todas sus visitas, pues podía comer postres y recibía obsequios, fue lo más parecido a un padre que tuvo luego de que los suyos murieran. Aun así, el Duque insistió por un par de años ya que estaba seguro de que Callia le mentía, pero sin su aprobación él no pudo hacer nada hasta su muerte, antes de que Callia fuera acusada y condenada. Si de algo estaba segura es que ese hombre hubiera hecho todo lo que estuviera en su alcance si hubiera estado vivó para ese momento.
Ahora Callia tenía la oportunidad de devolverle la amabilidad. Pero debía pensar muy bien en cómo hacerlo sin parecer sospechosa.
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Comments
esterlaveglia
muy bien redactado...... gracias por compartir 🙏
2024-09-03
2
Yeli Martinez
esta genial la trama
2024-03-21
2
Ana Fernandez
mira tú, la cosa es que sabemos primero lo que ella sabe y cree, y Lugo nos muestras el otro lado lo que son ellos y sus mentecitas
2023-02-24
1