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capitulo 10 El calabozo,NO gracias
: El calabozo, no gracias
Estaba nerviosa. No por el calabozo, claro, sino porque no tenía ganas de que la situación se volviera aún más complicada. Pero en lugar de quedarme quieta, decido hacer algo y... bueno, aparece Ehitan. ¡Ay, que lo había olvidado! El pobre me vio lanzándome al lío como si no tuviera sentido común, pero qué se le va a hacer... Seré una madre terrible mostrándole todo esto, pero... bah, defenderse no está mal, ¿no?
Me agaché para mirarlo y decidí usar mi mejor truco. ¿Quién no caería ante esos ojitos de cachorrito?
—Mi pequeño Ehitan, ¿me ayudas a escapar de aquí, por favor? —le dije con voz suave, casi fingiendo vulnerabilidad, pero el pobre no cayó en la trampa.
—No puedo, mi lady, aquí está mi hermano —dijo él, mirando al chico guapo que parece adonais !! (Valla que chiquito la vida !! Jajaja) con una mezcla de nervios y respeto.
Ah, claro, el hermano. De repente, me dio por preguntarme.? Pero antes de que pudiera decir palabra, el príncipe heredero decidió que ya había visto suficiente.
—¡Detengan esto ahora mismo! No es propio de damas recurrir a la violencia. Les ruego que resuelvan sus diferencias de manera civilizada.
. La tensión en el aire fue palpable.
—Todas serán llevadas al palacio y sus padres deberán ir a recogerlas. Guardias, escolten a las damas —completó, con su tono de "yo soy la autoridad aquí". Y para ser honesta, lo era. Lo malo es que no me hacía mucha gracia que me escoltaran como si fuera una niña traviesa.
No pude evitar poner los ojos en blanco mientras me empujaban hacia el carruaje. Sabrina, por supuesto, no podía callarse ni un segundo.
—¡Sueltenme! ¿Acaso no saben quién soy? ¡Mi padre se enterará de esto! —gritaba como si fuera la última persona en la Tierra que tenía derecho a tener algo de paz.
Me giré hacia Ehitan, quien no parecía tan a gusto con todo esto. Pero no iba a dejar que eso me hiciera sentir más culpable de lo que ya estaba. Lo miré y le pedí:
—Vete con tu hermano, ¿sí? Yo me encargaré de esto.
Vi cómo se acercaba el tipo que me había alejado de Sabrina, y de repente, la similitud me golpeó. Guau, ¿en serio? ¡Esto sí que estaba interesante! Mi mente no paraba de pensar en cómo el destino estaba jugando conmigo hoy.
El carruaje comenzó a moverse y me encontré con Alya, la chica a la que acababa de ayudar. No pude evitar preguntarme si eso me iba a traer consecuencias buenas o malas. Al final, las cosas ya estaban hechas. No me iba a arrepentir ahora.
Alya comenzó a hablar, entre sollozos, como si estuviera a punto de perder todo el control.
—Gra...cias, mi lady... Por mi culpa estamos en problemas —me dijo, tapándose el rostro con las manos.
La miré fijamente, suspirando. Qué otra cosa podía hacer. ¿Dejarla seguir llorando? Nah.
—Deja de llorar, no vas a conseguir nada así —le dije, con tono firme. Como si no me importara lo más mínimo, aunque en el fondo sí me importaba un poco.
Alya me miró, algo avergonzada, y se disculpó entre lágrimas.
—Lo siento, tienes razón… No es por lo que pasó con la señorita… Es por otra cosa.
Eso me intrigó aún más.
—¿Entonces por qué lloras? No soy chismosa, pero... —le dije, con una sonrisa pícara. En serio, las circunstancias no podían ser más ridículas. Me acomodo el pelo detrás de la oreja para no perderme de nada.
Alya, apenada, se pasó una mano por el cabello.