Frio Deseo

La cabeza de Valen era una locura y su mejor amiga Anastasia lo noto en la llamada telefónica que tuvieron. Y como la mejor amiga que es tomo las riendas de asunto.

Paso por la casa de comidas rápidas que amaba Valen, compro comida para las dos y emprendió su viaje a la casa de ella.

Valen por su parte había decidido que lo mejor era dormir temprano para no pensar más, cuando llego a su casa se despojo de su ropa y fue directo a la ducha, necesitaba sacarse el estrés del día y lavar esos pensamientos acalorados que despertaba el ogro en ella.

Después de un largo rato en la ducha salió, se seco y se puso el pijama que más amaba, ese con dibujitos de osos panda que la hacía parecer más inocente de lo que era.

Cuando se emprendía rumbo a la cama, si sin cenar ya que no tenía ánimos de cocinar, suena el timbre de su casa.

-¿Quien será?- se pregunto ya que no esperaba a nadie.

Camino hacia la puerta y cuando abrió su sonrisa se ensanchó.

-Taran- dijo Anastasia agitando las bolsas en el aire.

-Ani- grito Valen y corrió a abrazarla- Pensé que no estabas en la ciudad.

-Llegue hoy a la mañana pensaba sorprenderte y cuando te escuché supe que debía venir urgente.

Anastasia con la personalidad que la caracterizaba apartó a Valen de la puerta y se metió a la casa como su fuera suya.

Esa noche hablaron de todo, desde los problemas de sus padres y como necesitaba traerlos de vuelta pero su abuela no cedia, hasta las cosas que le producía el ogro.

-Amiga, sabes que con respecto a los problemas de tus padres yo te doy la plata para traerlos.

-No, no soy tu amiga por tu dinero-sentencio Valen.

-Y soy conciente de eso, pero tú problema es la abuela.

-Lo sé, y papá no la va a dejar sola y enferma- dijo triste.

-Hay que darle tiempo, estoy segura que va a venir...ahora bien con respecto al jefe.

-No quiero hablar de eso- suplico.

-Te gusta, te conozco- dice Anastasia.

-Sabes que no creo en el amor.

-Yo no dije nada de amor- dice riendo- dije te gusta, te atrae, te da cosquillas allá abajo.

-Cochina- grita Valen.

-Si, lo soy- dice encogiéndose de hombros- pero no lo estás negando.

-No se que hacer, es como un glaciar y de pronto cambia y de pronto glaciar de nuevo.

-Para mi hay que dejar que pase el tiempo en esto también, deja que las cosas fluya.

Valen se quedó pensando un rato largo, después de una cena amena y risas debido a las anécdotas de Anastasia ella se fue y Valen sabía que debía dormir o no se levantaría al día siguiente.

Apenas durmió, ya que los sueños la llevaban al día anterior. Se repetía una y otra vez en sus sueños. Sentia su caricia, veia el destello en sus ojos, pero también notaba cómo retrocedía como si hubiera cometido un error.

No podía cambiar eso en su sueño.

Cuando llegó a la oficina esa mañana, su determinación estaba clara: actuar como si nada hubiera pasado y dejar que las cosas fluyeran como sugirió Anastasia.

Pero entonces vio al ogro, y supo que no sería tan fácil.

-Buenos días, señor Sullivan.- dijo ella lo más seria posible.

Alexander no levantó la vista de su escritorio, ya era algo rutinario eso.

-Agenda.- se sentía helante ese tono.

Valentina sintió un pinchazo de frustración. Él estaba en modo jefe frío otra vez. Y lo peor es que ella no había hecho nada malo.

-Tiene una reunión con el equipo de marketing a las diez, almuerzo con inversores a la una y… -revisó sus notas-un evento benéfico esta noche.

Alexander levantó la mirada hacia ella por primera vez y esos ojos hicieron que se agitara su corazón.

-No voy a ese evento.- dijo sin más.

-Ya confirmó su asistencia. -Valen lo miró con firmeza.- Sería una falta de respeto cancelar ahora. Por qué abria su boca, no era su problema si hacía un desplante al organizador del evento.

Alexander la observó en silencio, como si analizara cuán dispuesta estaba a discutirle.

-Bien. Prepara los detalles.- dijo sin más y Valen lo miro raro, nunca cedia tan fácil a sus planteos.

-Por supuesto. ¡Oh! -dijo de pronto, recordando algo-. Tengo que acompañarlo.

Alexander volvió a levantar la mirada hacia ella.

-¿Por qué?- la cuestionó.

-Reglas del evento. Cada invitado debe llevar un acompañante.

Por primera vez en la mañana, Alexander pareció descolocado. Pero, como siempre, ocultó rápidamente su expresión.

-De acuerdo. -Dicho eso, regresó a sus documentos, como si la conversación no le importara.

Las horas pasaron rápido, y antes de que Valentina pudiera procesarlo, ya era de noche y estaba en su apartamento tratando de calmar su corazón acelerado. Se planteaba el porque abrió su bocota, si no hubiera dicho nada estaría tirada en su cama viendo una sería y no cambiándose para ir a un evento con su jefe.

-Esto es solo trabajo. -Se dijo a sí misma frente al espejo. Pero la forma en que sus manos temblaban mientras se colocaba los aretes decía lo contrario. Si no era solo trabajo para ella.

Se puso un vestido azul oscuro, elegante pero no demasiado llamativo, que Anastasia le envío con un repartidor, tenía una nota:

Valen: tenés que ser la reina de la noche, usa este vestido con los accesorios. Ponesela dura como una piedra y si pasa algo más no seas cobarde.

Con amor.

A

Valen no quería parecer que estaba intentando impresionar a Alexander, pero esa ropa la hacía sentirse sexi y deseada lo que le daba una actitud diferente.

Cuando Valen llegó al lugar, Alexander ya estaba allí. Y se veía endemoniadamente bien.

Traje negro, porte imponente, ese aire de autoridad que lo hacía destacar en cualquier lugar. Cuando sus ojos se posaron en ella, hubo un instante de silencio. La mirada de él hizo que Valen se pusiera roja del calor que fluía por su cuerpo.

-Señor Sullivan. -dijo ella con un intento de profesionalismo.

-Reyes. -Su voz fue más grave de lo normal.

Sin más entraron al salón y Valentina intentó enfocarse en su tarea: asegurarse de que todo saliera bien. Pero había una presión invisible entre ellos, una electricidad que hacía que cada movimiento pareciera cargado de significado.

Durante la cena, un hombre se acercó a Valen con una sonrisa encantadora.

-Disculpa, ¿nos conocemos? Me pareces familiar.- dijo el hombre muy cerca de ella.

Valentina sonrió, sintiéndose halagada.

-No lo creo, pero tal vez tengamos amigos en común.- lo dudaba ya que no se manejaba en esos círculos, pero no quería ser descortés.

El hombre rió y se inclinó ligeramente hacia ella.

-Entonces, tal vez podríamos conocernos mejor esta noche.

Antes de que Valentina pudiera responder, sintió una presencia imponente a su lado.

-Lo dudo. -La voz de Alexander era baja, pero letal.

El hombre parpadeó, sorprendido por la intromisión. Valentina también. Alexander nunca había intervenido de esa manera.

El hombre sonrió con incomodidad y se alejó rápidamente.

Valentina se cruzó de brazos.

-¿A qué vino eso?- lo cuestionó enojada.

Alexander la miró con seriedad.

-No estabas aquí para socializar.- aunque el sabía que no era ese el motivo de su intervención.

Valentina bufó.

-Oh, claro. Solo estoy aquí para tomar notas y traerle su copa de vino, ¿verdad?- si era verdad, pero su enojo hizo decir cosas sin sentido.

Alexander apretó la mandíbula.

-No era necesario que hablaras con él.

-¿Y por qué no? ¿Desde cuándo decide con quién puedo hablar?- Cada vez se enojaba más con el ogro

Se miraron con intensidad, y Valentina sintió que el aire a su alrededor se espesaba.

Alexander abrió la boca para responder, pero se detuvo. Parecía luchar consigo mismo.

Finalmente, sin decir una palabra más, salió al balcón.Ella no estaba conforme con su actitud y tardó un segundo en seguirlo.

En el balcón, la brisa nocturna refrescaba el ambiente. Alexander estaba de espaldas, con las manos en los bolsillos. Valentina se acercó con cautela.

-Se está volviendo un hábito suyo salir huyendo.- le dijo ella en tono bajo.

Alexander giró lentamente, y su mirada hizo que Valentina se detuviera en seco. Era intensidad pura.

-No tienes idea de lo que estás haciendo, Reyes.- claro que no eso era más que obvio, sino no estaría ahí, pero no lo iba a dejar ganar.

-¿Haciendo qué? -susurró ella, sintiendo su corazón desbocado.

Alexander se acercó un paso. Y luego otro. Hasta que la distancia entre ellos desapareció.

-Esto. -Su voz fue un susurro ráspero antes de que su mano se deslizara a la mejilla de Valentina.

Ella contuvo el aliento.

-Dígame que me detenga -murmuró Alexander pidiendo a gritos un freno.

Pero Valentina no dijo nada.

Y entonces, antes de que la razón pudiera interferir, los labios de Alexander se encontraron con los suyos.