Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO SEIS: LA HUMANA, ME PERTENECE.
≈NAOMI≈
—Geral, ¿Eres tú? — se oyó una voz detrás de nosotros. Geral alzo la vista, encontrándose con Úrsula y Demian acercándose. En ese mismo momento noté cómo José y Mariel se tensaron al verlos, fue extraño porque la reacción de Geral, fue completamente diferente a la ellos. Se lo notaba distendido, tranquilo, de hecho, hasta les sonrió.
No fue hasta que Úrsula me hizo a un lado, que prácticamente se lanzó a los brazos de Geral para abrazarlo, él le correspondió, pero con una actitud respetuosa, manteniendo cierta distancia, mientras Demian siquiera se molestó en saludarlo.
—¡Qué gusto me da verte! ¿Por qué dejaste de visitarme? Te hemos echado de menos en la villa—le reclamo Úrsula.
—Lo siento, las responsabilidades no me lo han permitido. —Respondió fijando sus ojos en Demian —Que gusto verte, “Amigo”—expreso dirigiéndose a él, tendiéndole la mano.
—¿Qué haces aquí? —inquirió con un tono despectivo, guardando las manos en ambos bolsillos. Geral se sonrió.—Tú sabes exactamente qué hago aquí —le respondió, con un tono moderado pero provocador.
—Será sobre mi cadáver.
—Demian…— lo advirtió José como si intentara apaciguar la situación.
—Si así lo prefieres —retrucó.
—Un momento—interrumpió Úrsula—, ¿De qué están hablando? ¿Qué ocurre entre ustedes dos? —Protesto dirigiendo la mirada de un lado a otro.
—Tu luna espera una respuesta ¿quieres que se la dé yo?
La mandíbula de Demian se tensó, y José reacciono casi de inmediato.
—Tranquilízate —le dijo, interponiéndose entre ambos—. Esta es una celebración especial, y no permitiré que la eches a perder. —le recordó mirándolo directamente a los ojos a la misma vez que desvió la mirada hacia Mariel.
Ella sin mediar una palabra, comprendió con un asentamiento lo que tenía hacer.
Sin perder un segundo, Mariel tomó mi mano y me alejó del tumulto, fingiendo frente a los invitados que no había pasado nada.
—¿Qué sucedió entre ellos? —le pregunté casi en un susurro para que nadie a nuestro alrededor me escuchara.
Mariel suspiró.
—Solían ser grandes amigos —explicó —. Pero su amistad se rompió por una mujer. —¿Úrsula? —pregunté, aunque la respuesta parecía ser demasiado obvia.
Mariel negó con la cabeza.
—No, otra clase de mujer —explicó, —Una bruja.
—¿Una bruja? —Asintió.
—Para que entiendas la dimensión de lo que te digo, sus palabras se toman en serio. Esta mujer de la que te hablo es de origen antiguo, ni siquiera sé cuántos años tiene realmente, con decirte que ha evitado guerras y conflictos dentro de nuestra comunidad hace más de un siglo.
—¿De verdad? —solté sin poder ocultar mi asombro. —No pensé que las brujas realmente existieran.
Mariel me sonrió.
—La magia existe entre los lobos, Naomi. Y Circe, es prueba de ello. Como te dije, ella siempre ha tenido una influencia significativa entre nosotros. Sus visiones y sus palabras son algo que todos respetan, incluso los más ancianos de la manada.
—¿Y qué fue lo que les dijo para que terminaran tan mal? —pregunté.
Mariel hizo una pausa, como si dudara de contarme los detalles. —Puedo confiar en ti, ¿Verdad?
—Claro que sí, te doy mi palabra que no diré nada. —Mariel miro a todos lados antes de afirmarse a mi lado y susurrarme al oído.
—Circe les dijo que su amor por una misma mujer causaría un gran infortunio en ambas manadas y bueno…eso es algo que ninguno de los dos se pudo desentender. —¿Por qué es tan grave que se enamoren de una misma mujer? —le pregunté, desde mi ignorancia. En mi mundo, no era improbable que algo así sucediera.
Mariel me miró y levantó una ceja.
—¿Qué puede ser tan grave? Naomi, estamos hablando de dos futuros Alphas, que mínimo, podrían declararse la guerra. ¿Puedes imaginarlo?
—¿Es en serio? —pregunte, casi incrédula—. ¿Una guerra? ¿Para tanto?
—Sí, y no hablo de una pequeña disputa territorial. Hablo de una guerra en proporciones épicas. Imagina manadas enteras enfrentándose, sangre, muerte y caos por todos lados, solo porque dos idiotas no pueden ponerse de acuerdo sobre quién se queda con la chica.
—¿Es por ese asunto que tienen los lobos de la compañera destinada? —pregunté, recordando que algo me había mencionado.
Mariel asintió con la cabeza.
—Si, pero no me atrevo a pensarlo tanto…
—¿Por?
—¿Cómo por? —dijo tomándome del brazo llevándome al otro extremo del jardín donde había un banco de cemento y una vieja hamaca junto a la arboleda. —Es como si te dijera que la diosa Luna jugo a ser cupido, pero a lo grande. Un lobo puede lidiar con la ruptura de una mujer, ¿pero de su luna? No. Jamás. No hay punto de comparación. Para nosotros encontrar a nuestra pareja destinada es algo sagrado. Uno vive, respira y mata por ello si es necesario. Para que entiendas, es un lazo inquebrantable, como si cada uno estuviera hecho el uno para el otro. ¿Entiendes? —Sí, supongo…—respondí —. Pero ¿qué pasaría si dos lobos tienen destinada a la misma compañera?
Mariel rodó los ojos.
—Tu sí que me lo pones difícil—rezongó —Bueno, en ese caso las cosas se pondrán divertidas... O más bien, trágicas —, se retractó —No es común, pero hay precedentes en nuestra historia. Y cuando sucede, ¡Por el amor de la diosa! no quiero ni pensarlo.
—Pero entonces, ¿esa mujer de la que Circe les advirtió no es su pareja destinada? —pregunté.
—Parece que no, por eso es extraño… — dijo Mariel con una sonrisa desdichada, mirando a su hermano y a Úrsula a la distancia. —Aunque te confieso, a veces preferiría que fuese cierto para que mi hermano se libere de esa mosquita muerta. Úrsula perdería la cabeza. —se río satisfecha. —No sabía que la vida de los lobos podía ser tan complicada —murmuré.
—Lo es. Bienvenida a nuestra maravillosa y complicada vida lobina. —dijo poniéndose de pie al escuchar el inicio de una melodía —Ya comenzó.
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