Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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La Marca del Vínculo
La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas cuando Fernanda abrió los ojos. Por un instante, todo parecía en calma, como si el caos de los días anteriores hubiera sido un mal sueño. Pero entonces un calor inusual en su cuello la hizo llevar la mano instintivamente hacia la zona.
Cuando sus dedos rozaron la piel, sintió un leve relieve. Frunció el ceño, incorporándose con cuidado. Corrió hacia un espejo en la habitación, apartando su cabello para mirar mejor. Lo que vio la dejó paralizada: una luna creciente oscura adornaba su cuello, brillante y marcada como si fuera parte de ella.
—¿Qué demonios es esto? murmuró, el pánico creciendo en su interior.
Recordó fragmentos de la noche anterior: la fiebre, el sueño profundo… y luego, nada. ¿Qué había pasado?
Fernanda salió de la habitación, recorriendo los pasillos con rapidez hasta encontrar a Marcus en el salón principal. Estaba de pie junto a la chimenea, su figura alta y robusta iluminada por las llamas. Parecía perdido en sus pensamientos, pero al escucharla, levantó la vista.
—Tú. La palabra salió cargada de ira mientras señalaba su cuello. ¿Qué es esto?
Marcus respiró hondo, sabiendo que este momento llegaría.
—Fernanda…
—¡No! No me llames por mi nombre como si esto fuera algo normal. ¡Me marcaste! ¿Qué hiciste conmigo? gritó, acercándose con pasos rápidos y decididos.
—Te salvé la vida.
La calma en su voz solo enfureció más a Fernanda.
—¿Salvarme? ¿De qué estás hablando? ¡Esto es una maldita marca de luna! ¡Significa que me vinculaste contigo! Su respiración era agitada, y sus ojos ardían con furia.
Marcus apretó la mandíbula, intentando mantener la compostura.
—Sí, te marqué. Pero si no lo hubiera hecho, estarías muerta.
Fernanda se detuvo, sus palabras resonando en el aire.
—¿Muerta? ¿Qué estás diciendo?
—Víctor rompió el vínculo destinado para ti cuando marcó a Natalia. Esa desconexión casi te mata. Tu cuerpo no podía soportarlo. Fue Marcel quien me advirtió…
—¿Marcel? interrumpió Fernanda, incrédula. ¿Tu lobo decidió por mí? ¿Eso crees que es justificable?
—¡No había otra opción! Marcus alzó la voz por primera vez, su paciencia agotándose. Si no lo hacía, habrías muerto antes del amanecer.
Fernanda retrocedió un paso, procesando lo que había escuchado.
—No tenías derecho.
—Tal vez no, pero lo hice para salvarte.
La tensión en el ambiente era palpable, como una cuerda a punto de romperse. Fernanda miraba a Marcus con una mezcla de rabia y confusión, mientras él permanecía firme, aunque su mirada reflejaba algo más profundo: preocupación.
—No puedo creer esto… susurró Fernanda, llevándose una mano a la marca. ¿Ahora qué? ¿Estoy atada a ti para siempre?
—El vínculo no es solo una atadura. Es una conexión, una oportunidad para algo más grande.
—¡No quiero oportunidades! gritó, sus ojos llenándose de lágrimas. Lo único que quería era vivir en paz, y ahora todo se fue a la basura.
Antes de que pudiera continuar, Marcus se acercó de un paso rápido, tomando su rostro entre sus manos.
—Fernanda…
Ella intentó apartarse, pero la firmeza de su agarre la detuvo.
—Déjame…
—Escucha.
Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el mundo pareció detenerse. Había algo en su mirada, una intensidad que la atrapó, incapaz de apartarse. Antes de que pudiera decir algo más, Marcus inclinó la cabeza y la besó.
El contacto fue inesperado, pero no pudo resistirse. Había una calidez en ese beso, una fuerza que la envolvía y, al mismo tiempo, la hacía sentir completa. Era como si una parte de ella, perdida en algún rincón, hubiera encontrado su lugar.
Cuando finalmente se separaron, Fernanda estaba aturdida.
—¿Qué… qué fue eso? preguntó en un susurro, tocándose los labios.
Marcus la observó, su expresión más suave de lo que había sido nunca.
—El vínculo. Lo sentiste, ¿verdad?
Fernanda no respondió. No quería admitirlo, pero sí, lo había sentido: una conexión inexplicable, algo que iba más allá de lo físico.
Sin decir más, Marcus dio un paso atrás, permitiéndole espacio para procesar.
—No espero que entiendas todo de inmediato. Pero nunca haría algo para lastimarte. Todo lo que hice fue para protegerte.
Fernanda lo miró, su mente en conflicto. Una parte de ella quería gritarle, culparlo por haber tomado esa decisión sin su consentimiento. Pero otra, más pequeña y más silenciosa, empezaba a cuestionar si realmente estaba tan equivocada.
Sin decir nada más, giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando a Marcus solo con sus pensamientos y a ella misma con un corazón lleno de preguntas.