La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo IX
Yoriko abrió los ojos lentamente, como si una fuerza invisible la obligara a despertar. El mundo se veía borroso, las formas se mezclaban en un torbellino de colores confusos. Intentó fijar la vista, pero la somnolencia la atrapó como una red invisible. Y entonces, vio sus ojos.
Los ojos de Haruki, antes tan llenos de amor, ahora brillaban con una ira que la heló hasta los huesos. Eran como dos brasas ardientes que la miraban con odio. El azul intenso que alguna vez la había atraído ahora se había convertido en un abismo de oscuridad.
Su rostro, que alguna vez le parecía tan hermoso, estaba deformado por la furia. Sus labios, que antes se unían a los suyos en besos apasionados, ahora se contraían en un mueca de rabia. Sus cejas, que alguna vez le habían transmitido un sentimiento de protección, ahora se fruncían con un gesto amenazante.
Las manos de Haruki, que alguna vez le habían acariciado el rostro con ternura, ahora la sacudían con violencia, como si quisiera arrancarla del suelo. Eran manos fuertes, manos de bombero, manos que habían salvado vidas, pero en ese momento solo transmitían un dolor insoportable. Cada sacudida era un latigazo que la atravesaba hasta el alma.
La sensación de miedo se apoderó de Yoriko, un miedo profundo que la inmovilizó, la dejó sin voz, sin fuerzas para defenderse.
El amor se había transformado en un monstruo, un monstruo que la había atrapado en sus garras y que ahora la amenazaba con destruirla.
- Levántate, todo el día durmiendo, debería darte vergüenza, me mato trabajando para llegar y encontrarme con la casa hecha un desastre. - Haruki gritaba con una voz ronca y amenazante, cada palabra era una puñalada que le atravesaba el corazón. Su tono era despectivo, como si estuviera hablando con una criatura inferior. La furia se apoderaba de él, sus ojos ardiendo con un odio que la aterrorizaba.
- Espera, es que no lo entiendes. - Yoriko intentó explicar con una voz temblorosa, sus palabras eran un soplo de aire frío en medio de la tormenta que la azota. Sus manos temblaban, su cuerpo se contraía ante la violencia de su ataque.
- ¿Entender qué? Que eres tan floja que no puedes hacer una sola cosa bien. - Haruki la interrumpió con un tono de voz sarcástico y despreciativo. Su sonrisa era cruel, una muestra de su poder sobre ella.
- Es que los prod... - Yoriko intentó explicar lo que había sucedido, la sensación de mareo, la debilidad que la había invadi
- No tienes excusa, tienes suerte de haber encontrado a alguien como yo, que aguante tus flojeras, no quería hacerlo pero no me dejas otra opción. - Haruki se acercó a ella con un gesto amenazante, sus ojos ardiendo de furia. Su cuerpo desprendía una aura de violencia que la aterrorizaba. Sus palabras eran como látigos que la azotan sin compasión.
La sensación de atrapamiento se intensificó, Yoriko se sentía como un pájaro enjaulado, sin posibilidad de escapar. La desesperación la invadió, un miedo profundo que la paralizó.
El amor se había convertido en un tormento, un cautiverio del que no podía escapar. La violencia de Haruki la aterrorizaba, la destrucción de su amor la dejaba sin esperanza.
Lo último que vió Yoriko antes de caer desmayada, fue la mano de Haruki acercándose a ella violentamente. Era un gesto rápido y feroz, un golpe que la devolvió a la oscuridad. La sensación de vértigo la invadió, el mundo se desdibujó y todo se volvió negro.
El miedo la había paralizado, la desesperación la había ahogado. La sensación de estar atrapada en una pesadilla sin fin la consumía. No podía escapar, no podía gritar, no podía hacer nada más que esperar a que la oscuridad la tragara por completo.
La ironia del destino era cruel. El amor que había buscado se había convertido en su mayor tormento. La esperanza, ese rayo de luz que alguna vez iluminó su corazón, se había esfumado, como una vela que se apaga en la oscuridad.
El silencio de la muerte se apoderó de ella, un silencio que no era solo la ausencia de sonido, sino la ausencia de esperanza. El mundo se había convertido en un lugar frío e inmisericorde, donde el amor no era más que un recuerdo lejano, un fantasma que la perseguía en la oscuridad.
Yoriko despertó en un mundo de tinieblas, un vacío sin forma ni color. No había luz, no había sonido, solo una sensación de frío y de soledad que la invadió como un hielo penetrante.
Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera atrapado en un fango espeso y viscoso. Sus manos temblaban sin control, sus ojos se movían desesperadamente en la oscuridad, buscando un rayo de luz, una señal de vida.
La sensación de culpa la invadió como una ola inmensa. Se culpó a sí misma por haber conocido a Haruki, por haberse dejado llevar por sus palabras dulces y por haber creído en su amor. Se culpó a sí misma por haber abandonado su vida, su familia, sus amigos, para seguir a un hombre que la había convertido en su prisionera.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, lágrimas de dolor, de arrepentimiento, de desesperación. Se preguntó cómo había podido ser tan ingenua, tan ciega, tan estúpida.
"Soy una tonta," susurró con un tono de voz roto por el dolor. "Debería haberme quedado en mi casa, debería haber escuchado a mis padres, debería haber corrido lo más rápido que pude de este infierno."
Se imaginó a sus padres, sus amigos, su familia, todos ellos preocupados por ella, buscándola sin descanso. Y se sintió aún más culpable.
"Lo he arruinado todo," sollozó con desesperación. "He arruinado mi vida, he arruinado la vida de mis seres queridos."
La oscuridad la envolvió como un manto de tristeza. La culpa la consumía, la ahoga, la destruía. Su esperanza se había esfumado, como una vela que se apaga en la oscuridad.
En ese mundo de tinieblas, Yoriko se sentía completamente sola, abandonada a su suerte. El amor que había soñado se había transformado en una pesadilla que la atormentaba sin tregua.