Anna Lía nunca tuvo suerte en el amor, su vida no fue lo que esperaba, pero con su hija la historia no se repite, sino que empeora. Será que nunca serán felices?
Es una novela acerca de la violencia de género y la desaparición forzada de personas.
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Reinventando mi vida
Días pasaron ante la incertidumbre de un embarazo, y según yo descansaba,, pero me encerraba para que no notarán mi nerviosismo. Por fin me llego el periodo y respiré con total alivio. No habría podido explicar un embarazo y tampoco sabía cómo afrontar el producto de una violación. Esta vez la vida me daba una palmadita, debía continuar con mi sanación y reparar poco a poco mi alma rota.
Seguí con mi rutina casera,, pero algo me faltaba, aún no me relacionabaa con el mundo exterior porque me sentía muy rota todavía para confiar.
Fueron pasando unas semanas más y una tarde recibimos la visita de mi querida amiga con sus padres, querían hacernos la proposición de que trabajará para ellos tres tardes a la semana, cuidando a una familiar enferma que tenían en el pueblo y que por no tener más parientes ellos se hacían cargo de visitarla y procurar le todo lo que necesitaba, pero también necesitaba más tiempo y atención de lo que le podían dedicar, así que me ofrecían hacerle compañía, un poco de limpieza y darle sus alimentos a cambio de un poco de dinero, no era mucho pero realmente el trabajo tampoco y me haría bastante bien caminar al pueblo, ver gente y podría juntar algo de dinero para ayudar en casa o darme algún gustito de vez en cuando. Mi papá estuvo de acuerdo, pero me pregunto si yo quería, diciendo que respetaba cualquier decisión que tomara. Yo no podía negarme, realmente estaba bien salir un poco más de casa y sentí que podría ayudar a la familia que tanto me había procurado. Quedamos de acuerdo que martes, jueves y sábados por la tarde me haría cargo de la Tía Tere, como le llamaban cariñosamente. Al otro día comenzaba y me acordamos que yo iría a la casa de ellos para que Lorenza y su mamá me llevarán a presentar con su tía. Así que al amanecer me apure con todo lo que tenia que hacer, preparé la comida y me aliste para salir a mi nuevo trabajo. Mentiría si dijera que no me daban nervios, pero tenía que comenzar por hacer algo con mi vida, había que salir del bache donde me encontraba.
Llegue a la cita con una sonrisa nerviosa y las manos temblando, pero en cuanto Lorenza me abrazo me calmé, ella tiene ese efecto en mi. Fuimos caminando y charlando, me pusieron al tanto más o menos de la vida de la tía y mi amiga me dijo que en lo que me familiarizaba con la casa, su acomodo y la manera en la que le gustaban sus cosas a la señora ella me acompañaría. Lo que terminó de tranquilizarme.
Llegamos y no tocamos, la señora usaba una andadera ya que casi no podía caminar, así que su sobrina tenía llaves, saludamos y me presentaron, la verdad no me esperaba que la tía me recibiera con abrazo y beso como si yo fuera de la familia, después entendí que como no podía salir y estaba sola le gustaba mucho la idea de tener más compañía, por tanto quería poner de su parte para que me sintiera cómoda y no pensara en dejar de ir.
La mamá de Lorenza se fue y lo restante de la tarde la pasamos literalmente de visita, me mostraron todo el lugar y donde estaba todo lo que pudiera ocupar, preparamos te y lo acompañamos con unos bocadillos qué habían llevado mientras charlamos. A la hora de partir dejamos a la enfermita instalada en la cama, para que leyera un rato antes de dormir, pero sobre todo contenta. Dejé a mi amiga en su casa y pegue una carrera a la mía, aunque a medio camino me encontré con mi papá que ya venía a buscarme.
Le conté como me había ido y se alegró mucho.
Se me ocurrió entonces que tenía que ahorrar para comprarme una bicicleta, así podría ir y venir más rápido.
Los días pasaron y Lorenza se fue de nuevo al colegio, la tía Tere y yo nos llevábamos casa vez mejor, trataba de hacerle los días más amables y me gustaba darle detalles, a veces le llevaba postres, flores o alguna cosa que la sacara de la rutina. Por esos días mi papá se lastimó una pierna y lo tuve que atender, aprendí con el que no era mala dando masajes y preparando ungüento caseros de plantas para desinflamar y calmar el dolor. Se me ocurrió que podía darle los masajes a la tía Tere para ver si sus piernas mejoraba y lograba caminar un poco más. Entusiasmada se lo sugerí y acepto encantada. Así comenzó una nueva etapa que mi yo pensaba que resultaría tan bien.
Los masajes mejoraron un poco a la tía y se lo comentó muy contenta a su sobrina, que me agradeció llevándome pastelillo deliciosos qué preparaba. Ya caminaba mejor y salíamos a dar paseos muy cortos alrededor de la casa, los vecinos al verla recuperarse comenzaron a hacernos visitas y esto elevó el ánimo de la ancianita. Además de elogiar el cuidado que le daba. De a poco comenzaron a solicitarme servicios de masaje, los cuales daba en las tardes que no tenía que trabajar. Así muy pronto con lo que me pagaban logré comprar mi bicicleta.
Yo estaba feliz, y también le compré una canastilla a la bici para llevar mis cosas, incluso podía llevar algunas veces a greñas, para alegrar a la tía. Todo marchaba muy bien y mi papá estaba contento viendo como se reinventaba mi vida, sobre todo porque seguíamos juntos pero yo tomaba rumbo.