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EN OTRO TIEMPO

EN OTRO TIEMPO

Status: En proceso
Genre:Romance / La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Cambio de Imagen / Viaje a un mundo de fantasía / Mundo de fantasía
Popularitas:788
Nilai: 5
nombre de autor: Cecilia Ruiz Diaz

Cinco años después de la desaparición de su hermana Valentina, Anastasia se obsesiona en su búsqueda, sin descansar, ignorando todo lo que los demás decían, así llega hasta sumergirse en un viaje más allá de la realidad y lo imposible

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Capítulo 3: "EL EPISODIO"

Capítulo 3: El episodio

Ya era 2008 y Anastasia no había dejado de buscar a su hermana. Estudió y se preparó mientras cursaba la escuela, y al terminar se anotó en la universidad. Se había convertido en toda una científica y, en poco tiempo, ya era reconocida como una experta en física cuántica.

Gracias a sus estudios, había comenzado a dar clases y charlas. Algunas celebridades del ambiente científico ya la conocían, sobre todo por haber desarrollado dos dispositivos innovadores: uno llamado “Extractor de Rayo”, que atraía descargas eléctricas, y otro, del tamaño de un celular, que predecía la aparición de tormentas eléctricas: el “Detector de Tormentas” o DDT.

Ahora se encontraba en el norte del país, acompañada por su pequeño grupo de ayudantes: sus inseparables amigos Maty y Gusty. Estaban en medio de un desierto, observando cómo se aproximaba una tormenta intensa.

—Uy… Esta se ve muy fea —comentó Gusty, con la mirada fija en el cielo.

—Sí... Es hermosa —respondió ella, mirando su DDT, que apuntaba directamente hacia las nubes negras.

—¿Dónde lo coloco? —preguntó Maty desde cierta distancia, con el Extractor de Rayo en las manos, que era del tamaño de una caja de zapatos.

—¡Ahí está bien! —le indicó Anastasia.

Matilde colocó el aparato sobre la tierra seca y corrió hacia sus amigos.

—Amiga, está muy cerca. ¿Por qué no nos vamos? —preguntó Gusty, preocupado.

—Aún no...

—¡Vamos! —exclamó Matilde, llegando hasta ellos.

—¡Vayan ustedes al coche! ¡Yo todavía no! —insistió Anastasia.

Sus amigos se miraron con temor. ¿Cuánta ambición había ahora en Anastasia? Tanta que empezaba a dar miedo.

—Eso que viene ahí... ¿Es un tornado? —preguntó Gusty, con los ojos desorbitados.

Frente a ellos, una especie de trompo con rayos emergiendo giraba y avanzaba velozmente.

—¡VAMOS! —gritó Maty.

Pero Anastasia estaba inmóvil. El trompo estaba peligrosamente cerca. Gusty la agarró de los hombros y la hizo girar.

—¡Si no venís, te arrastro! —le gritó.

Finalmente, los tres salieron corriendo: primero Matilde, luego Gustavo, y por último ella.

Entonces sonó su celular. ¿Quién llamaba en ese momento? No quiso contestar… pero de repente lo recordó:

—¡El Extractor de Rayo! —exclamó.

Con ese remolino, seguramente sería destruido. Trató de volver, pero Gusty la tomó de la cintura y la detuvo.

—¡NO! ¡DEJAME IR! —quiso gritar, pero en el forcejeo cayó al piso, y con ella el DDT.

¡Demonios! Seguramente se había roto.

—¡NO HAY TIEMPO! —gritó Gusty, y ambos corrieron hacia el auto ochentoso, donde Matilde ya lo tenía en marcha.

—¡Vamos! ¡Parece que nos sigue! —exclamó Gusty.

Los corazones les latían a mil. Por más que trataban de alejarse, el tornado seguía detrás.

—¡Hola! —dijo Anastasia atendiendo el celular, que ya no era un 1100, sino un moderno C3.

—¿No puedo creerlo... atendió? —preguntó Matilde, pisando el acelerador.

—Sí, ¡atendió! —respondió Gusty, mirando a Anastasia que iba agitada en el asiento trasero.

La voz al otro lado de la línea sonaba desconcertada.

—¿Qué pasa, mi vida? Te noto agitada…

—¡Nada, tía! —exclamó ella, jadeando —Estamos en medio de un experimento simple.

—¿Experimento simple?! —repitieron a dúo los otros dos.

—¿Qué ocurre, tía? —preguntó Ani —Doblá acá —le indicó a Matilde, que giró hacia un descampado.

—Ay, cariño… No sabés lo feliz que estoy, ¡y lo orgullosa! —dijo la tía Yoly.

—¿Pero por qué?

—Es que me llamaron de una universidad en California… ¿Cómo era que se llamaba?

—¿Stanford? —preguntó Anastasia.

—¡Esa! ¡Quieren que vayas a dar una conferencia!

—¿De verdad? No lo puedo creer…

—¿Qué pasó? —preguntó Gusty.

—Gracias, tía. Te quiero. Mañana nos vemos —se despidió Anastasia, sonriente.

—¿Qué pasó? —repitió Matilde, ya tranquila porque habían dejado atrás el peligro.

—¡Chicos! —exclamó Ani con una sonrisa —¡Nos vamos a California!

Quince días después, los tres estaban en Stanford, preparándose para la conferencia.

—Estoy muy nerviosa —admitió Anastasia.

—Pero si ya diste un montón de charlas —respondió Matilde, sentada en una mesa.

—Sí, pero eran en mi país… en mi idioma. Además, no me siento segura con las botas sobre el pantalón...

—¿Qué decís? ¡Estás divina! —dijo Gusty, retocándole el maquillaje.

—Yo me siento más cómoda con pantalones anchos...

—Se llaman Oxford —aclaró su amigo —Los chupines con botas es lo que se usa ahora. Si vas a ser una celebridad, necesitás presencia, nena.

—Bueno… pero no me pintes como una puerta —dijo ella, haciendo reír a los dos.

Dio una charla excelente sobre agujeros de gusano, física cuántica y relatividad. Los estudiantes y varios adultos estaban fascinados. Aunque le preocupaba el idioma, su formación en inglés le permitió expresarse con claridad.

Hubo murmullos cuando, sin rodeos, afirmó que creía posible el viaje en el tiempo. Muchos lo encontraron poco lógico, pero ella no se detuvo. Al terminar, varias personas se le acercaron para hacerle preguntas. Estaba agotada. Solo pensaba en llegar al hotel.

Ya en el taxi tipo camioneta que los trasladaba, observaban el paisaje mientras se acercaban a un puente.

—Parece que se viene una tormenta —comentó el chofer.

Anastasia abrió los ojos como platos y miró por la ventanilla. Sacó el DDT de la cartera y trató de encenderlo.

—¿Lo trajiste hasta acá? —preguntó Gusty, impactado.

—Sí… pero no funciona. Necesito desarmarlo.

—¿No fue suficiente lo del tornado? —dijo él.

—Eso fue un hecho aislado —respondió ella, buscando con qué abrirlo.

—¡Basta! —exclamó Matilde, arrebatándole el DDT.

—¿Qué hacés? ¡Dámelo!

—¿No te das cuenta de que esto te está volviendo loca?

—¡Que me lo des! —gritó Anastasia, abalanzándose sobre su amiga.

—¡Chicas, basta! —intervino Gusty, tratando de separarlas.

—¡No! —insistió Maty —Gusty… se va a estudiar diseño.

Anastasia lo miró, y el enojo se apagó un poco.

—Perdón. Te lo quería contar, pero sabés que es mi sueño… —dijo el chico, apenado.

—¡Chofer, pare un momento! —ordenó Ani.

La camioneta se detuvo. Ella bajó, y sus amigos la siguieron.

—Podemos hablar —dijo Gusty.

Anastasia se acercó a la orilla del puente, dándoles la espalda.

—Te seguimos lo más que pudimos… —comenzó Matilde.

—Hay algo en el agua —la interrumpió Anastasia, con la mirada fija.

—¿Qué?

Maty y Gusty intentaron acercarse, pero justo en ese momento un rayo cayó sobre el agua, que había formado un hueco en medio del río.

El impacto la desestabilizó.

Y Anastasia cayó del puente.

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