La Princesa Y El Tutor

Darcy le decidió contarle más sobre él a Layla, sentados cómodamente en una sala desierta. Hablando como siempre, está vez, siendo sincero de quién es. Relatando hasta ciertas parte de su vida.

— mi padre es un hombre que le gustaba estar en constante guerra, pero él dejó la lucha al tenerme, debido a que mi madre falleció al darme nacieron.. Él me cuido y enseñó todo lo que sé ahora. Admito que sí me moleste cuando me propuso con alguien desconocido, respeté su decisión porqué lo respeto y mucho, no obstante, tomé la decisión de conocerte antes de la boda.— Él la abraza dulcemente.— y me llevé un gran gusto al conocer a mi futura esposa... Mínimo quiero una familia numerosa, 5 niños empezando.

— ¡¿Que?! ¡No eres tú quien los tendrá!— Darcy se ríe ya que era una broma.

— jajajaja, por supuesto que iremos despacio en esta relación. Tampoco te obligaré a nada. Pero seré un hombre débil al verte en la cama.

— bien, tampoco dije que no haremos nada como esposos.

La risa del príncipe se corta al sentir un mal presentimiento a sus espaldas. Él se levanta y ella hace lo mismo.

— ¿Que pasa?

— Layla, quédate detrás de mí...

Una atmósfera terrorífica se presenta con la llegada de Isabel, aún no se rendía con Darcy y ahora menos al enterarse de que él es un príncipe de un imperio poderoso. Ella desea lo mismo que su madre consiguió, ser la concubina del emperador, lo pensó en seguida al enterarse de que Darcy era heredero al trono.

— Darcy. Me sorprendió de una manera oír que eras el príncipe heredero, pero mi oferta sigue siendo la misma. O aún mejor, puedes hacerme tu concubina.

Layla se pone a un lado y la vista de Isabel.

— Darcy no es el tonto de mi padre. Y tampoco voy a permitir que tú intentes algo.

— la última palabra la tiene él, ¿O no, Darcy?

— yo me encargo de la loca, mi princesa no tiene que molestarse tan siquiera.— susurró Darcy a Layla— tienes razón, tengo la palabra de decidir que hacer contigo.— su mano se cubre de una llama vivaz.— pero antes... Ya no me llames por mi nombre.

— no eres el único en convocar la magia.— expuso Isabel.

— ¿En serio?— preguntó Darcy con ironía.— ahora probaremos quién es más rápido.

__________ en la sala de banquetes

— ¡Oh!... Mirá a la emperatriz bailando con el emperador de otro reino.

— se ve tan radiante al no tener a su esposo al lado.

Habla un duque— es cierto, ¿Pero la primera pieza no debería bailarla con el emperador Enrique?... Bueno, no es que sea mi matrimonio, sin embargo, si el emperador no toma asunto con su esposa alguien más la cortejara, no cualquiera puede tener a una mujer tan increíble y hermosa como ella...— su esposa estaba al lado y está lo golpea por lo celos...—... Perdóname cariño.

Los aristócratas sabían muy bien como era la relación entre amba pareja. Murmurando entre sí la verdad que obviamente le llegaban a oídos de Enrique.

— su majestad... ¿No desea baila conmigo?

— preguntó si concubina.

— ¿Eres la emperatriz?— preguntó él, con frialdad. Ella frunce los labios de desagrado por la forma en el que le habló.

Pues Enrique irritado se hallaba al escuchar que su esposa es el centro de atención por el hecho de que está con alguien más bailando. Graciela deja en paz al emperador y se pregunta dónde está su hija. La orquesta termina y la pareja real hace una reverencia para finalizar la danza.

— quisiera hablar con usted al aire libre, claro, si no le molesta en acompañarme, su majestad.

— por favor, llámeme Miriam, y si me encantaría.

— Miriam...— pronunció Enrique, que caminaba hacia ellos tratando de disimular el enfado que traía...— ¿A donde crees que vas?... Aún no hemos bailado nuestra pieza ¿Acaso no te importa nuestra relación?

Con gran extrañeza miraba ella, su esposo no suele ser así ni por error. Ella le responde sin pelos en la lengua.

— ¿Como me va importa algo que ya no existe?... Soy la emperatriz y puedo ir donde se me plazca. Así que sí deseas bailar, ahí está tu plebeya... Ah, se me olvidó, tu concubina de la realeza...— deja de mirar a su esposo y se dirige al gobernante del imperio pica— Emperador Harold, ¿Sería tan amable de llevarme afuera?

— por supuesto...— la emperatriz sujeta el brazo de Harold y se van sin mirar atrás.

Todos los presentes miraban al emperador como la burla de la noche, puesto a que no supo convencer a su esposa y lo dejó en ridículo delante de todos por irse con alguien más en compañía.

Media hora después, para completar la noche, Isabel aparece ante el público con los cabellos achicharrado casi dejándola calva y su cuerpo envuelto de cenizas con quemaduras leves. Su madre, desesperada va para pregúntale que fue lo que pasó. En lo que ella responde entre llantos.

— ¡Fue la princesa Layla quién se atrevió en hacerme ésto por celos!