Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Diez
Dos días después, de que Anselmo le dejará los papeles del divorcio a Naomi, para que los firmara. Los mandó a buscar con un trabajador de su empresa. Él estaba estacionando el auto, cuando el hombre lo interceptó.
_ ¡Señor Anselmo! - trotó hasta llegar a él - Aquí está lo que me pidió ayer.
_ Oh, muchas gracias. Recuérdale a mi secretaria que te agregue, los dos días extra.
El joven se alejó contento.
Anselmo se quedó viendo el sobre por un momento. Meneó la cabeza y se dirigió a su oficina.
Ya adentro, se acomodó en su escritorio. Y revisó el contenido. Efectivamente, había firmado los papeles del divorcio. Pensó que estaría feliz, pero le supo amargo. Él tenía claro que no la amaba, que estaba muy enamorado de Silvia y quería una vida con ella. Sin embargo, Naomi era una buena mujer y fue la clase de esposa que muchos envidiarían. No se merecía lo que le estaba haciendo, eso le pesaba. Pero estaba tan sugestionado y embobado por Silvia que a veces hasta parecía que la odiaba. Solo en los momentos de soledad, como el de ahora, sentía que la extrañaba. Extrañaba su casa, la comida exquisita que solía prepararle, las siestas en que dormían abrazados con su hijo.
Hizo un movimiento de cejas y suspiró, metió los papeles en un cajón del escritorio y comenzó a trabajar.
Al mediodía fue al departamento de Silvia, ella lo esperaba con la comida lista. Se sentó a la mesa y le sirvió un poco. La vista no era muy agradable, no pudo descifrar que era.
_ ¿Qué es? - preguntó
_ Un guisado ¿No ves? - le respondió algo ofendida. El hombre asintió, tomó la cuchara y probó un bocado. No sabía tan mal como se veía, pero lejos estaba de parecerse a las exquisiteces que Naomi le preparaba. Comió en silencio, en un momento se dio cuenta de que la joven lo miraba expectante.
_ ¿Cómo está?
_ Está rico - alejó el plato - es solo que Ernesto fue a la oficina, salimos a tomar algo y terminamos comiendo.
_ No te gustó - retiró el plato enfadada y lo arrojó al fregadero - no me importa. Cuando nos mudemos a nuestra casa contrataré una cocinera. Yo odio cocinar.
_ Amor no te enfades. Sí me gustó - la abrazó por detrás - No te preocupes y si no te gusta cocinar, pues no lo hagas.
La mujer se volteó y comenzó a besarlo.
_ Hazme el amor, sobre la mesa - ella estiró el mantel y arrojó todo al piso. Él la colocó cuidadosamente sobre el mueble - No quiero que me cuides, hazlo rudo. Y así lo hizo, desde afuera, en el pasillo del edificio. Podían oírse sus gritos, las nalgadas y el choque de sus cuerpos copulando.
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Poco a poco, Silvia fue consumiendo toda la independencia y el sentido común de Anselmo. Lo tenía totalmente subyugado a sus deseos. Al mes del divorcio, compraron una mansión a las afueras de la ciudad a metros del mar. Y comenzaron su vida como marido y mujer. Él al principio quiso guardar las apariencias, pero la mujer era insaciable en todos los sentidos, siempre quería más. En el sexo, en el tiempo que su hombre le proporcionaba, en sus caprichos. Anselmo vivía para concederle todos sus deseos. Comenzó a descuidar el trabajo, pasaba mucho tiempo con ella. Incluso su reputación comenzó a verse afectada, la joven comenzó a ir a la oficina con él y siempre quería tener sexo. Se los escuchaba desde afuera.
A Anselmo no le importaba nada, ni los rumores ni lo que los demás pensaran. Lo único que le importaba era Silvia. Se había olvidado por completo de Naomi incluso de su hijo.
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Cuatro meses pasaron desde el divorcio.
Estela volvió a la casa luego de llevar a su nieto a la escuela. Encontró a Naomi llorando desconsolada en la cocina.
_ ¿Ya te enteraste, verdad?
_ Sí, se casó - extendió su mano, la mujer se la tomó y se sentó a su lado - ¿Cómo pudo, Estela? ¿A caso ya estaba con ella? Entonces, no fue que no me creyó. No quiso hacerlo, no le importaba - lloró fuertemente y se abrazó a su suegra. En eso, Rodrigo iba a entrar a la cocina y escuchó todo. Se quedó trás la puerta.
_ ¿Por qué, Estela? ¿Por qué me hizo algo así? Sí yo, lo amo tanto - él sintió que su corazón se estrujó cuando la oyó decir aquello.
Estela lo vio parado detrás de la puerta, él no se dio cuenta de que había un espejo justo en frente. No era la primera vez, que la mujer notaba la expresión de dolor en su rostro cuando oía a Naomi hablar de su exmarido. Desde el día en que llegó, ella notó lo admirado que estaba con su nuera. A medida pasaban los días, lo descubrió varías veces observándola a escondidas. Mirándola, no como un empleado curioso. Sino como un hombre, deseoso y enamorado. Lo vio irse.
_ Ya, mi niña. No llores más, no lo vale. Es mi hijo, pero lamentablemente es así. Un hombre que deja abandonados a su mujer ciega y a su pequeño hijo, no vale absolutamente nada.
Naomi se incorporó. Giró su cabeza hacia la mujer.
_ ¿Por qué, dices eso? ¿Y de esa forma? ¿Qué pasa Estela?
La mujer Intentó mantener la compostura, pero las lágrimas comenzaron a derramarse por sus mejillas.
_ Hace dos meses, que no ha depositado la mensualidad. Tampoco pagó la colegiatura de Pablo, ni a su profesor de piano. Lo he llamado un centenar de veces y no responde. Fui a buscarlo en varias ocasiones a la empresa, pero me dijeron que no estaba.
_ No puedo creerlo. Entiendo que no me ame a mí y no le importe, pero Pablo - Por primera vez desde su separación sintió rabia hacía su exesposo - ¿Qué haremos?
_ No lo sé, hija - se enjugó las lágrimas - Pensé que tal vez podría hablarle, cuando llame a Pablo.
_ No lo ha llamado desde hace un mes - su rostro se tornó lleno de amargura - solo le ha texteado algunas veces. Siempre en la noche muy tarde.
_ Ya veo. Yo tengo algunos ahorros podemos - Naomi la interrumpió.
_ No, Estela. Venderemos la casa.