¿Que sucede cuando quieres algo con todas tus fuerzas? ¿Lo tomas por las buenas o por las malas? Mi vecina me vuelve loco y haré lo que sea con tal de tenerla, aunque ahora solo puedo conformarme con espiarla algún día será mía. Eso es un hecho.
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CAPÍTULO XIX
Nos quedamos un largo rato en silencio. Yo tratando de ordenar mis ideas y seguramente ella también. Pienso en lo que me ha contado y ahora entiendo por qué no quería mi ayuda en ese momento, pero me remueve las entrañas saber que la única manera de retenerlo, por así decirlo, fue acostarse con él.
— Chris... — Amanda se acerca y me toca el hombro, doy un pequeño respingo por el contacto y por la intensidad con que siento su mano sobre mí — Perdóname, no quiero involucrarte en algo que puede ser peligroso.
Me giro en mi lugar para mirarla de frente, la distancia es mínima y muero por besarla. Mis ojos bajan de los suyos a su boca.
— Amanda... No quiero que tú estés en peligro por su culpa. Después de lo que me has contado no puedo evitar preocuparme por ti.
Su mano se posa en mi mejilla y en sus ojos veo ternura, acaricia cerca de mis labios y es una sensación tan abrumadora que debo cerrar los ojos para tratar de controlarme. Casi en un susurro me dice.
— Gracias por preocuparte por mí, significa mucho — su cercanía, su contacto, sus palabras suaves, ya no puedo más y la atraigo hacia mí por la cintura, pegando su cuerpo al mío, mi frente se posa en la suya y me embriaga el olor de su perfume, la calidez de su aliento, me inclino lentamente y la beso. Al principio con delicadeza, esperando el momento en que me aparte; sin embargo, me corresponde enredando sus dedos en el cabello de mi nuca y eso es suficiente para que quiera más, mucho más.
Profundizo el beso, abriéndome paso a sus deliciosos labios con mi lengua, la respiración agitada, el corazón latiendo a mil, el sonido de nuestras lenguas danzando, siento que estoy volando en un sinfín de sensaciones deliciosas. Un suave gemido escapa de su boca y es el detonante para que pierda por completo el control. La tomo con fuerza de la cintura levantándola a mi altura, ella enrosca sus piernas a mi alrededor, mis manos bajan hasta su trasero y lo aprieto con fuerza, pegándola aún más a mí, si eso es posible. Mi boca baja hasta su cuello y saboreo el dulce néctar de su piel, ella echa su cabeza hacia atrás, perdida completamente como yo.
— Chris... — su voz entrecortada, su respiración errática, vuelvo a su boca, no voy a dejar que me detenga, no ahora que la tengo entre mis brazos.
— Shhh, no digas nada — murmuro sobre su boca y vuelvo a tomarla, penetrando con mi lengua cada rincón disponible, puedo sentir su gemido en mi garganta.
Camino con ella alzada hasta mi habitación, la dejo tocar el suelo, pero no me separo de ella, tomo el borde de su camiseta y la levanto suavemente, ella alza los brazos para ayudar a quitarla quedando solo con un brasier de encaje, bajo con mi boca por su cuello, besando su clavícula hasta llegar a ese par de cimas que suben y bajan agitadas. Por encima de la tela puedo sentir la tensión de sus pezones y me enloquece pensar que yo estoy provocando esto en ella. Lamo suavemente, mientras mis manos presionan sus laterales, juntándolas, un fuerte jadeo abandona su cuerpo y echa la cabeza hacia atrás, mi boca sigue su recorrido, besando su abdomen, me arrodillo frente a ella y por un segundo, nuestras miradas ardientes se encuentran, desabrocho lentamente su cinturón y desprendo los botones de su pantalón, sus manos están en mi cabello, alborotándolo. Con un movimiento de sus caderas, me ayuda a bajar el jean, mientras mi nariz se posa en su vientre aspirando su exquisita fragancia.
Sin darle tiempo a arrepentirse de nada, beso sus muslos y paseo mi lengua por encima del encaje de sus bragas, mi entrepierna tira aún más al sentir lo húmeda que está, esto es la puta gloria. Lentamente, bajo la delgada tela y sin preámbulos hundo mi cara en su intimidad, Amanda se sostiene de mis hombros con fuerza y la siento temblar.
Mi lengua danza sobre su punto más sensible y siento tocar el cielo mientras bebo de su néctar. Lamo, chupo y succiono como si mi vida dependiera de su placer.
— Oh Dios, vas... a hacer... que me corra — dice entre jadeos.
— Sí, preciosa, córrete para mí — sin dejar mi tarea, intensifico la velocidad de mi lengua hasta que siento como tiembla y explota en mi boca.
Mierda, eso fue maravilloso, es una diosa que debo venerar.
— Eres deliciosa, me vuelves loco — deposito suaves besos en su abdomen guiándola hasta mi cama, Amanda se sienta en ella, tratando de recuperar el aliento, una sonrisa en sus labios y una mirada de fuego me atraviesan.
— Eso fue... ¡wow! — dice entre risas— pero tú sigues con demasiada ropa.
Se arrodilla en la cama y me ayuda a sacar las prendas, que vuelan por la habitación, me deja completamente desnudo, mi miembro siente el alivio de la libertad y palpita solo de verla tan sexy. Toma la iniciativa y me besa con pasión, recorriendo con sus manos mi pecho, mi espalda, mi trasero. Cuando siento que ya no puedo esperar más, intento alcanzar un condón de mi mesa de noche, abro el plástico y coloco el látex en toda mi longitud. Se recuesta en la cama, es la imagen más erótica que puedo haber visto, su cabello bañando mis sábanas, sus piernas entreabiertas, sus brazos extendidos a los lados, toda ella entregada a mí y a mis deseos.
Lentamente, me cuelo entre sus piernas dejando mis codos flexionados con su cabeza entre ellos, mi hombría roza su entrada, pero todavía no es tiempo. La beso suavemente, ella acaricia mis brazos y enreda sus piernas a mi alrededor, cuando los dos estamos al borde del placer me empuja hacia ella, pidiéndome en silencio que la penetre. Y es lo que hago, al principio con cuidado, sabiendo que mis dotes pueden ser demasiado al principio. Amanda ahoga un gemido y me quedo quieto mientras asimila mi longitud en su interior, la miro fascinado, sus muecas de placer son dignas de ser plasmadas en una obra de arte, tomo nota mental de ellas, grabándolas a fuego en mi memoria. Despacio comienzo a moverme, siento como me envuelve y ensamblamos tan bien, pareciera que está hecha para mí. Comenzamos a tomar el ritmo, un gruñido escapa de mis labios, el placer es intenso, me desarma. Mis caderas se balancean y las suyas vienen a mi encuentro provocando un sonido mágico, la melodía de nuestros cuerpos en el placer se acaba de convertir en mi favorita.