Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
NovelToon tiene autorización de Grez19.14 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap 9: Cadenas Invisibles
Oscar y Thomas Brown se encontraban cara a cara nuevamente en el club de Brown, el ambiente cargado de una tensión casi eléctrica.
—¿Se puede saber a qué debe esta visita? —dijo Brown, su expresión seria como una piedra.
Oscar respiró hondo, tratando de mantener la calma.
—Vine aquí solo para intentar renegociar. Debe haber una forma de arreglar esto.
—No —interrumpió Brown, su voz firme como un martillo golpeando el yunque—. No quiero escuchar tus palabras. Como ya te lo dije desde el principio, la deuda es de Miranda. No aceptaré que otra persona, y en especial un hombre... pague por ella.
Oscar sintió cómo la rabia empezaba a burbujear en su interior.
—Eres un hijo de pe—comenzó a decir, pero fue interrumpido.
—¿Qué? ¿Me vas a querer golpear? —dijo Brown, mirándolo con un aire provocador—. Oscar Cooper.
La sorpresa recorrió a Oscar como un escalofrío. ¿Cómo sabía Brown su nombre? ¿Acaso había estado investigándolo? Eso lo hizo sentir vulnerable; era como si estuviera expuesto ante un enemigo que conocía todos sus secretos.
—¿Qué sucede, Oscar Cooper? —continuó Brown con una sonrisa, sintiendo que tenía el control—. Veo que estás un poco sorprendido. Es mi deber saber con qué tipos trato; soy el dueño de esta zona.
Oscar se quedó en silencio, su mirada fija en Brown. Cada palabra del hombre lo atravesaba como un dardo. Intentó ocultar su mayor miedo: que supiera que él era un fugitivo en ese lugar.
—Me pregunto qué pensará Miranda cuando sepa que en quien confía para rescatarla... es un asesino violento y un estúpido salvaje —dijo Brown, disfrutando del efecto de sus palabras.
La mención de Miranda hizo que la sangre de Oscar hirviera. No solo estaba en juego su vida, sino también la confianza de alguien importante para él. La imagen de Miranda mirándolo decepcionada lo atormentaba.
—Yo no soy un asesino —dijo Oscar, su voz firme aunque temblorosa.
—¿Oh, de verdad? —replicó Brown con una sonrisa irónica—. Mataste a tu ex representante a golpes. Eres un salvaje, mereces estar en la cárcel. En este momento podría llamar a la policía, y tú irías preso. Pero no te preocupes, soy buena persona; a los imbéciles como tú hay que darles otra oportunidad.
Oscar sintió que la rabia burbujeaba dentro de él, pero lo que realmente lo desgarraba era la duda que Brown había sembrado. ¿De verdad había matado al hombre que golpeó? La imagen del cuerpo caído lo atormentaba. Sus manos temblaban un poco, como si estuvieran recordando el impacto.
—Será mejor que olvides a Miranda —continuó Brown, disfrutando del impacto de sus palabras—. Dime, ¿qué prefieres: salvarte a ti o a ella?
Oscar tragó saliva, sintiendo cómo el aire se volvía denso entre ellos. La pregunta lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Se dio cuenta de que estaba atrapado entre su instinto de supervivencia y su deseo de proteger a Miranda.
—No tengo que elegir —respondió finalmente, aunque sabía que esa no era la verdad—. Haré lo que sea necesario para salvarla.
—Está bien, ya puedes largarte. Pero piénsalo bien, querido Oscar —una risa sardónica se escapó de Brown.
Oscar se retiró del lugar, sintiendo que no había conseguido nada. Un nudo de duda se formaba en su estómago, dejándolo incómodo.
Luego de que Oscar abandonara el club, Jhon Bell llegó, deteniéndose frente a Thomas Brown con una mezcla de preocupación y respeto.
—Jefe, ¿cree que hizo lo correcto? —preguntó Jhon, su voz un poco titubeante—. ¿No sería mejor entregarlo a las autoridades?
Brown suspiró, una sonrisa satisfecha dibujándose en su rostro.
—No te preocupes, Jhon. Estoy seguro de que Oscar se llevó una gran sorpresa por lo que escuchó. Además, nosotros podemos resolver esto. No necesitamos a los inútiles policías.
Jhon frunció el ceño, aún inquieto.
—Pero... ¿y si no le importa que sepamos que es un fugitivo? ¿Y si sigue causando problemas? —insistía, su preocupación creciendo con cada palabra.
Brown se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte como si ya viera el futuro trazado ante él.
—No te preocupes. Sé cómo tratar a estos molestos tipos. En este momento tenemos la ventaja. No importa cuán fuerte sea él, físicamente o mentalmente —dijo Brown con confianza antes de girarse para marcharse.
Jhon lo observó alejarse, una sombra de duda cruzando su rostro.
—Espero que el jefe sepa lo que está haciendo —murmuró Jhon para sí mismo, sintiendo cómo la inquietud crecía dentro de él.
Mientras tanto, Oscar se dirigió hacia su departamento, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Al entrar, buscó su bolso con manos temblorosas, sacó su celular y, con un suspiro profundo, hizo una llamada en busca de respuestas.
—Hola, David, ¿estás ocupado? —dijo Oscar, tratando de sonar casual, pero su voz delataba la inquietud.
—Hola, Oscar. Sí, lo estoy. Siempre lo estoy —respondió David con un tono que mezclaba cansancio y preocupación—. Pero dime, ¿qué ocurre?
Oscar desvió la mirada al suelo, antes de hacer la pregunta que le ardía en la garganta.
—Michael Gray... Mi ex representante. Tu... sabes algo de él? ¿Qué pasó con él luego de que lo golpeé? —dijo Oscar, tragando saliva. Su voz temblaba ligeramente; la culpa y el miedo se entrelazaban en su interior.
David hizo una pausa, como si estuviera sopesando las palabras que iba a decir.
—¿Por qué lo preguntas? —suspiró David, su voz temblando ligeramente.
—¡Solo contesta la maldita pregunta! —exclamó Oscar, su desesperación y enojo brotando a flor de piel.
David tragó saliva, como si estuviera ocultando algo pesado que le costaba sacar.
—Escucha, Oscar... no sé cómo decírtelo sin que te impacte demasiado. Sé que es complicado... pero te lo diré.
Oscar se quedó en silencio, el corazón latiéndole con fuerza mientras se preparaba para recibir la verdad que tanto temía.
—Está muerto —reveló David al fin, sus palabras cayendo como un peso sobre Oscar.
En ese instante, el mundo pareció detenerse. Oscar quedó paralizado, mirando hacia un punto fijo, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
—Pero escúchame, Oscar —continuó David rápidamente—. Eso no fue tu culpa. A veces el enojo se apodera de nosotros. Además, Michael Gray no era una persona tan buena que digamos...
Las palabras de David resonaron en la mente de Oscar como un eco distante. La mezcla de alivio y culpa lo ahogaba.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Oscar con voz grave, sintiendo que una tormenta interna comenzaba a formarse dentro de él.
David se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras adecuadas.
—Porque quería protegerte... No sabía cómo reaccionarías. Y la verdad es dura, además con todo esto de cambiarnos de ciudad y que te dijera que tú ex representante murió... seria demasiado pesado. Te confieso que yo no tengo mucho tiempo de haberme enterado. —Respondio con sinceridad.
Oscar dejó caer su teléfono al suelo, el sonido del impacto resonando en su habitación. Sabía la magnitud de lo que eso significaba para él.
—Hola, Oscar? ¿Estás ahí? —preguntó David, su voz sonando distante entre la niebla de los pensamientos de Oscar.
Se sentó en su cama, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros. Miles de imágenes comenzaron a inundar su mente como un torrente imparable.
Recordó sus manos llenas de sangre, golpeando una y otra vez la cara de Michael, cada golpe resonando con un eco de ira y arrepentimiento. Luego, apareció Miranda en sus pensamientos, su rostro lleno de preocupación y confusión.
Cada imagen era un destello doloroso. Recuerdos de él leyendo la Biblia, buscando respuestas en medio del caos que lo rodeaba. Preguntas ardían en su mente: ¿Debería seguir con esto? ¿Debería ayudar a Miranda? La decepción hacia Dios lo consumía; sentía que había fallado en todo.
—¿Debería rendirme y ya no involucrarme en ningún problema? —susurró para sí mismo, sintiendo la desesperanza asomarse.
O peor aún... ¿debería dejar las peleas para siempre?
La idea le provocó un nudo en el estómago. Las peleas eran parte de él, pero también lo eran la culpa y el dolor que ahora sentía. Se preguntaba si había una salida o si estaba atrapado en un ciclo del que no podía escapar.
El hecho de haber asesinado a un hombre era una realidad que Oscar no podía creer. Cada vez que pensaba en ello, se sentía como si estuviera observando a alguien más desde la distancia, como si esa persona no fuera él. La duda le carcomía el alma.
Mientras su mente se llenaba de preguntas y cuestionamientos sobre su propia identidad —¿Quién era realmente Oscar? ¿Un monstruo o una víctima de sus circunstancias?
Oscar se sintió atrapado en un laberinto de pensamientos oscuros. ¿Cómo podía seguir adelante después de algo así? Las imágenes del momento del crimen volvían a atormentarlo: el pánico, la ira, la pérdida de control. ¿Era eso lo que realmente quería ser? Se preguntaba si había alguna forma de redención o si estaba destinado a vivir con este peso por el resto de su vida.
Pero mientras Oscar se hacía miles de preguntas, atrapado en una crisis de identidad que lo desgarraba por dentro, intentando encontrar una salida a su desesperación, Thomas Brown avanzaba hacia su próximo destino con una determinación implacable.