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Dueños Del Juego

Dueños Del Juego

Status: En proceso
Popularitas:665
Nilai: 5
nombre de autor: Joe Paz

En el despiadado mundo del fútbol y los negocios, Luca Moretti, el menor de una poderosa dinastía italiana, decide tomar el control de su destino comprando un club en decadencia: el Vittoria, un equipo de la Serie B que lucha por volver a la élite. Pero salvar al Vittoria no será solo una cuestión de táctica y goles. Luca deberá enfrentarse a rivales dentro y fuera del campo, negociar con inversionistas, hacer fichajes estratégicos y lidiar con los secretos de su propia familia, donde el poder y la lealtad se ponen a prueba constantemente. Mientras el club avanza en su camino hacia la gloria, Luca también se verá atrapado entre su pasado y su futuro: una relación que no puede ignorar, un legado que lo persigue y la sombra de su padre, Enzo Moretti, cuyos negocios siempre tienen un precio. Con traiciones, alianzas y una intensa lucha por la grandeza, Dueños del Juego es una historia de ambición, honor y la eterna batalla entre lo que dicta la razón y lo que exige el corazón. ⚽🔥 Cuando todo está en juego, solo los más fuertes pueden ganar.

NovelToon tiene autorización de Joe Paz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 4: El Inicio de la Temporada

La pretemporada había terminado. Las pruebas, los ajustes, los experimentos tácticos ya no importaban.

Ahora todo se reducía a una sola cosa: competir.

Vittoria haría su debut oficial en la Coppa Italia, enfrentándose a un rival de la misma categoría, el Palermo FC. Un equipo con historia, con experiencia en la Serie A, pero que, al igual que Vittoria, buscaba regresar a la élite.

El partido no sería fácil. Era un duelo directo, una prueba de fuego para un equipo que aún estaba encontrando su identidad.

Luca llegó temprano al estadio. Como siempre, prefirió dar una vuelta por las instalaciones antes de que la multitud comenzara a llenar las gradas. La calma antes de la tormenta.

Pero esa calma no duró mucho.

—presidente —dijo Silvia, acercándose con prisa—. Tenemos una situación… inesperada.

Luca levantó una ceja.

—¿Qué pasa?

Silvia apuntó con la cabeza hacia la entrada principal del estadio.

Luca giró la mirada y su expresión se endureció por la sorpresa.

La familia Moretti estaba allí.

Su padre, Enzo Moretti, con su porte impecable y su mirada afilada, avanzaba con la tranquilidad de quien siempre ha sido el hombre más importante en la sala.

A su lado, Alessandro Moretti, el CEO de la empresa familiar, conversaba con Marco en voz baja. Valentina estaba un poco más atrás, observándolo todo con una sonrisa divertida.

Luca exhaló lentamente y se pasó una mano por la barbilla.

—¿Vinieron sin avisar?

Silvia asintió.

—Y la prensa ya lo sabe.

Luca forzó una leve sonrisa.

—Perfecto.

Caminó hacia ellos con paso firme.

—Vaya sorpresa.

Enzo Moretti lo miró con calma.

—Pensaste que no íbamos a estar aquí en el debut del equipo de los Moretti.

Luca sintió la ligera provocación en sus palabras. No era una felicitación, era una afirmación de poder.

Marco intervino antes de que el ambiente se volviera más denso.

—Es un partido importante. La familia tenía que estar presente.

Luca mantuvo su expresión neutra.

—¿Y cuál de ustedes es el fanático del fútbol?

Alessandro sonrió con su aire de ejecutivo.

—No se trata de fútbol, Luca. Se trata de negocios.

Valentina se adelantó, con una energía más relajada.

—No los escuches. Vinimos a apoyarte.

Luca le sostuvo la mirada unos segundos y luego asintió.

—Bienvenidos a Vittoria.

El revuelo en las gradas era evidente. Los Moretti habían aparecido sin previo aviso, y la prensa no tardó en captar cada detalle.

Pero la sorpresa no terminó ahí.

Justo cuando Luca se giró para volver a los vestuarios, una voz familiar lo llamó desde atrás.

—Moretti.

Luca giró la cabeza y vio a Astrid Novak acercándose con una sonrisa juguetona.

Llevaba un conjunto negro ajustado, gafas oscuras y un aire de naturalidad que contrastaba con la euforia de la multitud. Era una estrella en medio de un mundo ajeno a ella.

Valentina, claramente satisfecha con la escena, se acercó a su amiga y le pasó un brazo por los hombros.

—La invité. No podía perderse esto.

Astrid se quitó las gafas y le dirigió a Luca una mirada curiosa.

—Mi primer partido de fútbol. Vamos a ver si me impresionas.

Luca soltó una risa baja.

—Espero que no esperes un show de rock. Esto es más… caótico.

Astrid sonrió.

—Me gusta el caos.

A lo lejos, Isabella observaba la escena con una expresión indescifrable. Estaba concentrada en su trabajo, pero la incomodidad era innegable.

—Vamos, Moretti —dijo Astrid, inclinándose un poco hacia él—. Si ganas hoy, la cena corre por mi cuenta.

Luca arqueó una ceja.

—¿Y si perdemos?

Astrid se encogió de hombros.

—La cena sigue en pie, pero la pagarás tú.

Luca sonrió.

—Trato hecho.

Se giró y caminó hacia los vestuarios. Había un partido que ganar.

El Partido: Vittoria vs. Palermo

El estadio estaba completamente lleno. El ambiente era eléctrico, el primer partido oficial de la temporada, la primera prueba real.

Desde el vestuario, Bellucci reunió a los jugadores en un círculo.

—Esto es simple —dijo con su tono seco—. No piensen en el rival, no piensen en la presión. Salgan ahí y jueguen como sabemos. Esta es nuestra casa.

Los jugadores asintieron con determinación.

El once titular fue el esperado:

En el arco: Mancini.En la defensa: Santacruz y Riva como centrales, Federico Moretti y un lateral experimentado en las bandas.En el medio: Camilo Rojas y Tomás Echeverría para manejar el juego.En el ataque: Velásquez por la izquierda, Diallo como delantero centro y un extremo joven por la derecha.El pitazo inicial marcó el comienzo de la nueva era.

Desde los primeros minutos, Vittoria salió con intensidad. El equipo presionó alto, movió el balón con velocidad y buscó el arco rival sin miedo.

A los veinte minutos, Emiliano Velásquez hizo lo suyo. Recibió un pase en la banda, encaró a su marcador, lo dejó atrás con un cambio de ritmo brutal y sacó un centro perfecto.

Diallo, con su físico imponente, se elevó en el aire y conectó un cabezazo inapelable.

Gol.

El estadio estalló.

Luca, desde su asiento, solo sonrió con satisfacción. Así se empezaba una temporada.

El partido siguió con intensidad. Palermo empató en el segundo tiempo con un remate de larga distancia, pero Vittoria no bajó los brazos.

A falta de diez minutos para el final, Camilo Rojas tomó el balón en la frontal del área, amagó a su marcador y sacó un disparo colocado.

Gol.

2-1.

El pitazo final llegó y el estadio explotó en gritos de euforia.

Vittoria había ganado su primer partido oficial.

Después del partido, mientras la familia Moretti se dispersaba entre la prensa y los directivos del club, Luca recibió un mensaje en su teléfono.

Astrid.

"Como lo prometí. Te veo en media hora. Mismo hotel que la otra vez."

Luca sonrió y guardó el teléfono en el bolsillo de su traje.

Cuando llegó al restaurante del hotel, Astrid ya estaba ahí, con una copa de vino en la mano y una mirada divertida.

—No sé si me gustó más el partido o la cara que pusiste cuando nos viste en el estadio.

Luca tomó asiento y la miró con calma.

—No sabía que eras fanática del fútbol.

Astrid se inclinó ligeramente.

—No lo soy. Pero me gusta ver a la gente que tiene pasión por lo que hace.

La cena transcurrió con una conversación ligera, con provocaciones sutiles y un juego de miradas que ninguno de los dos se molestó en disimular.

La cena con Astrid transcurrió con una naturalidad inesperada. No había presiones, no había sobreanálisis. Solo una conversación entre dos personas que, por razones que ninguno terminaba de comprender del todo, parecían disfrutar la compañía del otro.

Luca se sirvió una copa de vino mientras la observaba con una leve sonrisa.

—¿Entonces? ¿Impresionada con tu primer partido de fútbol?

Astrid apoyó el codo en la mesa y giró la copa entre sus dedos, pensativa.

—Voy a ser honesta. Pensé que me aburriría.

—Y sin embargo, aquí estás.

Ella sonrió con aire desafiante.

—No estuvo mal. Me gustó la energía del estadio. Y tengo que admitir que hay algo en ver a un grupo de hombres persiguiendo un balón como si su vida dependiera de ello.

Luca soltó una risa baja.

—Espero que no sea lo único que te llamó la atención.

Astrid alzó una ceja y tomó un sorbo de su vino antes de responder con voz tranquila.

—Tal vez hubo algo más.

El silencio que siguió no fue incómodo. Fue el tipo de silencio que se crea cuando las palabras no son necesarias.

Astrid lo observó con curiosidad, apoyando la barbilla en su mano.

—Dime algo, Moretti. ¿Por qué meterte en todo esto?

Luca ladeó la cabeza.

—Define “todo esto”.

—El equipo. El fútbol. Parece que naciste para estar en salas de juntas y manejar imperios financieros, no para estar en la línea de fuego de un deporte que puede destrozarte si fallas.

Luca se tomó un momento antes de responder.

—Porque esto es real. No son solo números en una pantalla, ni contratos sin rostro. Aquí las decisiones tienen consecuencias inmediatas. Puedes verlas en la cancha, en la gente, en los jugadores.

Astrid lo miró con detenimiento.

—Así que necesitas que las cosas se sientan reales.

Luca la sostuvo con la mirada.

—Digamos que prefiero vivir algo auténtico a seguir la ruta que alguien más trazó para mí.

Astrid dejó su copa en la mesa y sonrió.

—Eso me gusta.

La conversación continuó, y con cada minuto que pasaba, la tensión entre ellos aumentaba. No era forzada, no era premeditada. Solo estaba ahí, creciendo con cada mirada, con cada pausa en la conversación.

En algún punto de la noche, Astrid se inclinó un poco más hacia él.

—Entonces… ¿vamos a pretender que no hay algo aquí?

Luca sostuvo su mirada sin inmutarse.

—No soy de los que pretenden.

Astrid sonrió lentamente.

—Eso pensé.

La cena terminó, pero la noche no.

Y Luca, por primera vez en mucho tiempo, dejó de pensar en el club, en los negocios, en el futuro.

Solo se dejó llevar.

El día después: de vuelta al trabajo

La luz del sol apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas cuando Luca se despertó.

Se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso de la noche anterior, pero sin arrepentimientos. No había sido un error. No había promesas, no había expectativas. Solo había sido lo que tenía que ser.

Después de ducharse y vestirse, dejó el hotel y condujo directamente a las oficinas del club.

Cuando entró en la sala de reuniones, Adriano ya estaba allí, revisando informes con el resto del equipo técnico.

—¿Durmiendo hasta tarde, Moretti? —comentó su hermano sin levantar la vista de los papeles.

Luca tomó asiento con calma.

—No todos pasamos la noche leyendo reportes.

Bellucci, que estaba repasando las estadísticas del partido contra Palermo, carraspeó.

—Si ya terminaron de pelear como niños, podemos hablar de lo importante.

El entrenador lanzó un papel sobre la mesa.

—No jugamos mal, pero tampoco jugamos bien. Ganamos porque tuvimos momentos de inspiración, pero hay cosas que no me gustaron.

Luca miró las anotaciones.

—¿Qué es lo que más le preocupa?

—La defensa sigue cometiendo errores tontos. Nos salvamos de que Palermo no fuera más agresivo. Contra equipos más fuertes, esto nos va a costar caro.

Adriano asintió.

—Santacruz es fuerte, pero necesita un central más rápido a su lado.

Luca entrecerró los ojos.

—¿Sugerencias?

Bellucci se apoyó en la mesa.

—Tenemos dos opciones: entrenar a los que ya tenemos o buscar otro refuerzo antes del cierre del mercado.

Luca exhaló.

—Déjenme ver los números. Si hay una oportunidad, la tomaremos.

Silvia entró en la sala con su habitual eficiencia.

—Presidente, los informes de los patrocinadores están listos. También tenemos la confirmación de la próxima ronda de la Copa.

Luca tomó el documento y lo revisó.

—Cagliari.

Bellucci resopló.

—Eso va a ser un partido complicado. Son un equipo que pelea siempre.

Luca dejó el papel sobre la mesa.

—Entonces pelearemos.

La reunión continuó con el análisis del partido y las decisiones a tomar para los próximos encuentros.

La temporada apenas comenzaba, y el verdadero reto estaba por delante.

La reunión se prolongó más de lo esperado. Bellucci insistió en revisar cada detalle del partido contra Palermo, resaltando lo bueno, pero también señalando las debilidades que podrían costarles caro en encuentros más exigentes.

Adriano, siempre meticuloso con los fichajes, repasó la lista de opciones para reforzar la defensa antes del cierre del mercado.

—Tenemos que tomar una decisión pronto —dijo, pasando un informe a Luca—. Santacruz es sólido, pero si no tiene un compañero que le cubra las espaldas, nos van a destrozar cuando juguemos contra equipos con delanteros rápidos.

Luca tomó el informe y lo hojeó con calma.

—Démosle un par de partidos más. Si sigue siendo un problema, traemos a alguien antes de que la ventana de fichajes se cierre.

Bellucci asintió con un gruñido.

—Me parece razonable. Pero si me van a traer un defensa, quiero a alguien con experiencia. Nada de proyectos a futuro.

Luca sonrió.

—Entendido, míster.

Silvia entró en la sala con su acostumbrada eficiencia.

—Presidente, también tengo la lista de patrocinadores que confirmaron su apoyo tras la victoria de ayer. Algunos quieren renegociar términos, otros buscan ampliar contratos.

Luca tomó los documentos y los guardó en su carpeta.

—Organiza una reunión para la próxima semana. Quiero saber qué tan comprometidos están realmente.

—Lo haré —respondió Silvia antes de retirarse.

Cuando la reunión finalmente terminó, Luca salió de la sala con el teléfono en la mano.

Había salido del hotel sin despedirse, sin dejar nada en claro. No es que hubiera algo que aclarar, pero… por alguna razón, sintió la necesidad de escribirle.

Abrió la aplicación de mensajes y comenzó a escribir.

"Anoche fue… interesante. Gracias por la cena. Perdón por irme sin despedirme."

Se quedó mirando el mensaje por un momento, luego lo envió.

No esperaba respuesta inmediata. No era ese tipo de relación.

Pero tampoco podía negar que había algo en Astrid que lo hacía querer seguir la conversación.

Mientras guardaba el teléfono en el bolsillo de su chaqueta y caminaba por los pasillos del estadio, se encontró con Isabella.

—Moretti —dijo ella con su tono de siempre, una mezcla de elegancia y desapego.

Luca le dedicó una media sonrisa.

—Isabella.

Ella iba revisando documentos mientras caminaba, pero al notar su presencia, bajó un poco la carpeta.

—Llevamos algunos días sin hablar.

Luca se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos.

—Supongo que sí.

Isabella lo observó con una leve inclinación de la cabeza.

—¿Ocupado con el equipo?

—Entre otras cosas.

—Claro —murmuró ella, con una media sonrisa—. No esperaba menos de ti.

Luca la miró con atención. Llevaban semanas saliendo de vez en cuando, pero sin rumbo claro. Había sido cómodo, fácil… sin preguntas ni expectativas.

Pero con Isabella, siempre había algo en el aire.

—¿Sigues pensando que esto es un error? —preguntó ella de repente, con una calma estudiada.

Luca arqueó una ceja.

—¿A qué te refieres con "esto"?

—Nosotros —respondió sin rodeos—. Lo que sea que estamos haciendo.

Luca no respondió de inmediato. No porque no supiera la respuesta, sino porque sabía que Isabella siempre jugaba a leerlo, a probarlo.

—No creo que sea un error —dijo finalmente—. Pero tampoco creo que tenga un destino claro.

Isabella dejó escapar una leve risa, aunque había algo en sus ojos que delataba una emoción más compleja.

—Esa es la respuesta más Luca Moretti que podrías haber dado.

Luca sonrió de lado.

—¿Esperabas otra?

—No —admitió Isabella—. Pero me preguntaba si alguna vez ibas a decirlo en voz alta.

Luca inclinó un poco la cabeza.

—¿Te molesta?

Isabella sostuvo su mirada un momento más, luego negó con la cabeza.

—No. Supongo que era cuestión de tiempo.

Se giró con la misma seguridad con la que siempre lo hacía y comenzó a caminar por el pasillo, dejando atrás esa conversación sin más.

Luca la observó marcharse sin llamarla.

No había resentimiento, ni dolor, ni drama.

Solo la aceptación de que, tal vez, lo que habían sido ya no tenía más espacio en lo que eran ahora.

Antes de que pudiera pensar más en ello, su teléfono vibró en su bolsillo.

Un mensaje nuevo.

De su padre.

Luca frunció el ceño y abrió la notificación.

"Nos vemos pronto. Vi el partido. Tal vez tenga que reconsiderar algunas cosas."

Se quedó mirando el mensaje por un momento. Con Enzo Moretti, esas palabras podían significar muchas cosas.

Pero una cosa era segura.

La presencia de su familia en el partido no había sido casualidad.

Luca entró a su oficina, cerró la puerta tras de sí y se dejó caer en la silla. El día había sido largo, y aún no terminaba. Apoyó los codos sobre el escritorio, frotándose el rostro con las manos mientras exhalaba profundamente.

El mensaje de su padre aún rondaba en su cabeza.

Enzo Moretti nunca hablaba sin una intención detrás de sus palabras. Si había dicho que debía reconsiderar algunas cosas, significaba que algo estaba en marcha.

Pero antes de que pudiera darle demasiadas vueltas, su teléfono sonó.

Astrid.

Luca arqueó una ceja y contestó con calma.

—No esperaba tu llamada tan pronto.

Al otro lado de la línea, la voz de Astrid sonaba relajada, pero con ese matiz de curiosidad que siempre tenía. —No suelo llamar a la gente después de una noche como la de ayer.

Luca sonrió levemente.

—¿Y qué tiene esta noche de diferente?

—No lo sé. Tal vez quiero saber qué esperar de ti.

Luca se reclinó en su silla y miró por la ventana, observando la vista de la ciudad.

—No soy de los que hacen promesas vacías, Astrid. No sé qué esperas que te diga.

Ella soltó una leve risa.

—Lo imaginaba.

Hubo un breve silencio, pero no incómodo.

—Voy a volver a mi país —dijo finalmente—. La gira sigue y mi agenda es un desastre.

Luca no se sorprendió. Astrid Novak no era del tipo de persona que se quedaba quieta demasiado tiempo.

—Lo suponía.

—Pero —continuó ella—, dejemos esto en el aire. Si alguna vez puedes tomarte un respiro de tu mundo de fútbol y negocios, quién sabe… tal vez podamos repetirlo.

Luca sonrió.

—¿Me estás invitando a verte?

—Te estoy dejando la opción abierta.

—Muy generoso de tu parte.

Astrid rio suavemente.

—Nos vemos, Moretti.

La llamada terminó, pero la sensación de su conversación quedó flotando en el aire.

Luca guardó el teléfono en su bolsillo, pero antes de que pudiera relajarse siquiera un minuto, la puerta de su oficina se abrió y Silvia entró con su libreta en mano.

—Presidente, el presidente de la liga quiere hablar con usted.

Luca arqueó una ceja.

—¿Sobre qué?

—Sobre muchas cosas —respondió Silvia—. Te felicitó por la adquisición del club y la manera en la que has manejado todo hasta ahora. Pero también quiere discutir algunos temas que, según él, has estado… dejando de lado.

Luca exhaló con calma.

—Déjame adivinar: la liga femenina.

—Entre otras cosas —dijo Silvia—. También los topes salariales, el reglamento financiero y algunos ajustes en los derechos televisivos.

Luca pasó una mano por su rostro. Había estado tan concentrado en el equipo principal que no había tenido tiempo de analizar estos detalles.

—Está bien —dijo finalmente—. Pásamelo.

Silvia asintió y marcó el número en el teléfono de su escritorio, pasándole la llamada a Luca.

—Presidente Moretti —dijo una voz grave al otro lado de la línea—. Qué gusto finalmente poder hablar con usted.

Luca sonrió con profesionalismo.

—El gusto es mío. Dígame, ¿cómo podemos ayudar a la liga hoy?

La conversación apenas comenzaba, pero Luca sabía que no sería simple.

Porque en el fútbol, nada lo era.

La llamada con el presidente de la liga se alargó más de lo esperado.

—Moretti, primero que nada, felicidades por la adquisición y el impacto que has generado en tan poco tiempo. Es refrescante ver a alguien con tu visión en el fútbol italiano.

Luca escuchó con paciencia. Sabía que las felicitaciones siempre venían con un “pero”.

—Aprecio sus palabras, presidente. Aunque imagino que no me llamó solo para eso.

El hombre soltó una leve risa al otro lado de la línea.

—Directo al punto, me gusta. Sí, hay varios temas que necesitamos discutir. Para empezar, la liga femenina. Sé que has estado enfocado en la reconstrucción del equipo principal, pero el Vittoria Femenino también forma parte del club y hay ciertos compromisos que deben cumplirse.

Luca entrecerró los ojos y miró a Silvia, quien le devolvió una mirada neutra mientras pasaba una hoja con algunos detalles sobre el equipo femenino.

—Estoy al tanto —dijo Luca, aunque en realidad no lo estaba tanto como debería—. ¿Cuáles son los puntos urgentes?

El presidente de la liga hizo una pausa antes de responder.

—Para empezar, la asignación de recursos. Vittoria aún no ha presentado su planificación para la inversión en el equipo femenino. Los fondos de la liga están disponibles, pero necesitamos ver compromiso de parte del club.

Luca pasó una mano por su barbilla, pensando rápido.

—¿Cuánto tiempo tengo para presentar un plan?

—Queremos un informe antes del final del mes. Si Vittoria no presenta una estructura clara, corremos el riesgo de afectar los patrocinios que estamos negociando para el campeonato femenino.

Silvia anotó la fecha en su libreta, mientras Luca asentía.

—Lo resolveré. ¿Algo más?

—Sí, los topes salariales. Sabes que hemos estado negociando un nuevo reglamento financiero para evitar que los equipos de la Serie B gasten más de lo que pueden sostener. Queremos evitar clubes con deudas impagables.

Luca se apoyó en la silla, cruzándose de brazos.

—Entiendo el punto, pero si limitamos demasiado el gasto, hacemos que los equipos pequeños no puedan competir.

—Por eso queremos hablar con todos los clubes antes de tomar una decisión final. Queremos que Vittoria participe en estas discusiones.

Luca asintió.

—Me interesa estar en esas reuniones. Déjeme saber cuándo.

El presidente de la liga hizo una pausa antes de continuar.

—Por último, el tema de los derechos televisivos.

Luca entrecerró los ojos.

—¿Hay problemas con eso?

—No problemas, pero estamos en un punto crucial. La Serie B necesita ser más atractiva para los medios. La presencia de un club como Vittoria y de alguien con tu perfil ayuda, pero necesitamos que los equipos sean más proactivos en la promoción de la liga.

Luca entendió al instante lo que realmente quería decir.

—Quiere que Vittoria se convierta en la cara de la nueva imagen de la Serie B.

—Algo así. No puedo obligarte, pero es un papel que encajaría bien con el proyecto que estás construyendo.

Luca sonrió con calma.

—Lo pensaré.

El presidente rió.

—Sabía que dirías eso. Espero tu respuesta pronto, Moretti.

La llamada terminó y Luca se recargó en su silla, soltando un leve suspiro.

—No pueden pasarme una sola factura a la vez, ¿verdad?

Silvia sonrió.

—Bienvenido al fútbol.

Luca se quedó pensativo unos segundos, luego tomó su teléfono y marcó un número.

—Adriano.

—Dime.

—Tenemos que hablar sobre el equipo femenino.

Hubo un breve silencio.

—¿Qué pasa con ellas?

—Que hemos estado tan ocupados con el equipo principal que no les hemos prestado la atención que merecen. Tenemos que resolver eso antes de que se convierta en un problema.

Adriano exhaló.

—De acuerdo. ¿Qué propones?

Luca miró el informe en su escritorio.

—Primero, necesito saber qué tan competitivo es el equipo actualmente y qué recursos necesitan. Luego, tenemos que buscar formas de integrarlas mejor al club.

—Lo reviso y te llamo más tarde.

—Perfecto.

Luca colgó y se quedó en silencio unos segundos. Tenía mil cosas en la cabeza, pero no había otra opción que seguir adelante.

Su teléfono vibró con un mensaje entrante.

Astrid.

"Así que sabes pedir disculpas. Interesante."

Luca sonrió levemente.

Su mundo giraba en torno al fútbol, pero por alguna razón, ella seguía apareciendo en su órbita.

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Joe
Animo, no olviden leer mis nuevas obras!!
☯THAILY YANIRETH✿
Tu forma de escribir me ha cautivado, tu historia es muy intrigante, ¡sigue adelante! 💪
Joe: Muchas gracias!!
total 1 replies
Leon
Quiero saber más, ¡actualiza pronto! ❤️
Joe: Por supuesto
total 1 replies
Texhnolyze
😂 ¡Me hizo reír tanto! Tus personajes son tan divertidos y realistas.
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