Mandarins Deceit

En un momento, una risa suave resonó junto a él, y se volvió hacia una omega que lo miraba con admiración.

“Eres impresionante, Ryu”, le dijo, su voz suave como la seda.

Las risas y susurros lo envolvían, mientras él se sentía como un extraño en su propia vida.

Pero Ryu mantenia una postura amable y feliz, sonreia mientras escondia su corbata y aflojaba su camisa..

La calidez del ambiente contrastaba con el frío que empezaba a infiltrarse en su corazón.

Mientras danzaban, la música sonaba a su alrededor, pero Ryu no podía dejar de pensar en el peso de sus secretos.

La sombra del alfa y su conexión con los Kim lo perseguía. “Si ellos supieran quién soy realmente...”, pensó, el miedo a ser descubierto aumentando con cada sonrisa que recibía.

En su mente, las voces se entrelazaban, unas recordándole que debía mantener la fachada, otras sugiriendo que era hora de revelar su verdad.

El bullicio de la fiesta se tornó en un eco distante mientras la confusión lo invadía.

“¿Qué pasaría si me entrego a ellos? ¿Y si me rechazan?”, reflexionó, su bipolaridad luchando entre el deseo de conexión y el terror al rechazo. Se sentía como si estuviera caminando por una cuerda floja, en equilibrio precario entre el éxtasis de ser deseado y la desesperación de ser descubierto.

A medida que la fiesta continuaba, su mente seguía divagando. Se sintió atrapado entre la expectativa de los demás y su propia lucha interna, anhelando la libertad que parecía tan lejana.

Sentía la presión de revelar su verdad: que era un omega. Además, había encontrado al hijo perdido de los Kim. No sabía si estaba interesado en aquel extraño que parecía ser alfa, pero el miedo a ser nuevamente abandonado lo paralizaba.

Intentaba no perderse en sus pensamientos, intentando mantener un baile impecable, pero las feromonas de los omegas lo perturbaban.

No iba a caer como caían los alfas, pues él también es omega.

La noche se acabó sin éxito para ninguna de las familias que habían llegado con planes ocultos. Agradeció a sus padres, quienes lo miraban con amor, y les dijo que después de tomar un baño les diría algo que probablemente cambiaría sus vidas.

Pero algo era seguro, el  no iba a confesar que había encontrado al hijo perdido.

Por más amor que tuviera por sus padres adoptivos, no lo diría.

Varias razones lo detenían: su egoísmo, su miedo a ser rechazado por ser omega, y el recuerdo de cómo sus verdaderos padres lo despreciaban por eso. O tal vez era su miedo a perder el amor de esa familia que lo había protegido durante años.

----Tenía miedo de no poder arreglar la imagen que dejó ante aquel extraño.

Sabía que si debía revelar uno de sus secretos para aliviar un poco su conciencia, no sería su enfermedad ni el haber encontrado al hijo perdido.

Iba a manejar la situación a su conveniencia. Tenía que hacer que todo fluyera a su favor.

Y antes de revelar uno de sus tantos secretos fue a tomar un baño, esperando que el agua calmara su agitado corazòn....