¡LA TEMPORADA DE ESCÁNDALOS HA COMENZADO!
Tras haber salvado la vida de su hija, casada con el príncipe heredero y madre del nieto de la reina regente, se enfrenta a la insistencia de esta última para que vuelva a casarse y disfrutar de su jubilación en compañía. A pesar de sentirse desalentado por la idea de encontrar pareja como un divorciado de mediana edad, que para nada es atractivo, accede a asistir a los bailes debut para complacer a su hija. Lo que no imagina es que en ese ambiente hipócrita podría hallar una nueva oportunidad en la duquesa de Rosaria, la primera mujer en heredar un título nobiliario y formar parte de la guardia real. ¿Podrá un hombre marcado por el estigma de un divorcio, su edad y de su fealdad, encontrar nuevamente el amor en alguien como ella, que desafía las convenciones sociales con su posición y poder?
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CAPÍTULO 9
El mundo de los sueños, tan loco e inverosímil, suele ser cruel hasta para la persona más benevolente que existe. Para Jeremy, quien prefería dormir cortos periodos de tiempo, el mundo de los sueños significaba siempre ser torturado con pesadillas constantes de su pasado tormentoso.
"¡Duele! ¡Mami! ¡Duele!"
La voz de su hija resonaba en aquella espesa oscuridad, sintiendo un terrible pavor en su corazón, intentó correr a la pequeña lucecita que danzaba débilmente alrededor de un orbe oscuro y rojo como la sangre coagulada; sin embargo, cuando estaba por alcanzarla, sintió como un pequeño jalón lo sacaba de aquella pesadilla.
"¿Por qué lo has hecho?", ahora fue su voz la que escuchó.
"¿Crees que con tu sueldo es suficiente? ¡Cuánto más debíamos esperar!".
Aquellas crueles palabras fueron lo último que escuchó antes de despertar, empapado de sudor. Su cuerpo dolía tanto y la parte posterior de su cabeza punzaba sin cesar. Con la vista, aun borrosa, intentó en vano moverse, pero se sentía tan mareado que desistió en el primer intentó.
—¿Sir Jeremy?—la voz de Anthony se escuchó—¿Me escucha, sir Jeremy?
—¿Dónde estoy?—preguntó cerrando los ojos ante su mareo—¿Anthony?
—¡Gracias a Dios!—expresó el albacea de la reina—se encuentra en la residencia de campo de la duquesa. Tuvimos que traerlo inconsciente luego de que se desmayara en el baile.
—¿Yo me desmayé?—preguntó confundido.
Con ayuda de Anthony, logró recostarse contra el espaldar de la cama, para notar así que tenía la parte trasera de su cabeza vendada debido al golpe que se había dado al caer contra el lavamanos. Al momento de tocarse dicha zona, una nueva punzada más fuerte afloró y, en medio del dolor, el recuerdo de ser atacado, por un extraño, llegó.
Mientras el médico encargado de su salud, enviado personalmente por su hija, subía a la habitación, Jeremy le relató lo sucedido a Anthony. De inmediato el albacea quedó sin palabras, de acuerdo a eso, si de verdad una mujer encapuchada entró al baño de hombre y lo atacó con un polvo misterioso, ¿por qué la seguridad del baile no la vio ingresar y salir del lugar?
Una vez el médico ingresó, ambos hombres se quedaron en silencio. Debían ser muy cuidadosos con el hecho de que un familiar de la princesa consorte fue herido, de lo contrario, hasta espías dentro del palacio podrían usar aquello a su favor.
—¿Puede verme, sir Jeremy?—fue una de las decenas de preguntas que el médico le dijo.
—Sí—respondió observando el rostro del hombre—ya mi vista se recompuso, Edward.
—Me alegro, por lo que veo solo tienes efectos debido a la contusión—habló su compañero médico—cuando vuelva al palacio real, haré que te envíen medicina. La reina nos dio el permiso de sacarla de su bóveda personal. Aunque la verdad...
—¿Qué cosa?—cuestionó Jeremy.
—Fue gracias a la duquesa que usted está bien—aclaró Edward—ella donó sangre para reponer la que perdió debido al golpe, de lo contrario usted no hubiera sobrevivido la semana en coma.
Jeremy abrió los ojos, con el alma a punto de irse de su cuerpo. Estaba conmocionado, jamás pensó que hubiera perdido tanta sangre, mucho menos que Serena fuera la que donara. Siendo que la donación era apenas un método nuevo para esos años, a veces hasta se corría el riesgo de provocar la muerte del donante.
Luego de pedir a Anthony que por favor le dejara hablar con la duquesa, tanto el albacea de la reina como su compañero médico miraron a un lado con rostros lastimeros. Fue así que Jeremy se enteró de que, luego de donar sangre, la duquesa cayó en cama tras enterarse de la muerte de sus dos compañeros de escuadrón.
No sabían como, pero Serena tenía una herida en su dedo que no dejaba de sangrar y la depresión por la perdida de sus dos únicos amigos la dejaron en un estado de debilidad muy fuerte. No obstante, lo que más sorprendió al médico real, fue que esos dos soldados habían sido atendidos por el anteriormente debido al envenenamiento que habían padecido.
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La habitación de Serena se encontraba en la penumbra, si no fuera por un pequeño halo de luz que se filtraba entre las gruesas cortinas. La duquesa, quien se encontraba acostada, tenía la cabeza gacha mientras lloraba desconsoladamente. Aun cuando el funeral de sus amigos sucediera hacía días, el dolor no mermaba y más aun cuando no pudo asistir debido a su debilidad.
—¿Cómo va la venta de los libros, señor Michael?—le preguntó al cochero que la sacó del palacio real.
—Se ha triplicado desde el primer día—respondió el hombre con amargura—dos de las familias nobles más acaudalas de la ciudad están intentando censurarlo.
—Haz que dupliquen la impresión y vendan más copias en la ciudad vecina—espetó con ira la duquesa—que en esos libros expongan a todos los que se metieron conmigo y mis dos compañeros.
—Pero, mi señora, aún no sabemos si el responsable tiene algo que ver con aquellas familias—respondió—no los estoy defendiendo, solo estoy preocupado por usted.
Serena asintió, no había pruebas. Como podían ser aquellas familias nobles que ocultaban el acoso que sus hijos ocasionaban para ella y sus compañeros, como también podía ser otra persona. Fuera como fuera, ella se vengaría por ellos.
—Nuestro maldito tiempo en el ejército no será en vano—respondió la duquesa tomando agua—ya sea los malditos miembros de la guardia real o cualquier otro, los voy a aplastar...
Su ira ante que aquello cayera en la impunidad fue tan grande, que rompió con una sola mano el vaso de vidrio. Preocupado ante la sangre brotar, el cochero corrió en busca de ayuda.
—Primero mi dedo, ahora mi mano—susurró acostándose—pareciera que me estuvieran embrujando.
Poco a poco, debido al cansancio, fue cerrando los ojos para quedarse dormida. Sin embargo, un toque en su mano herida y una voz conocida la despertaron a los minutos.
Al abrir sus ojos, se encontró cara a cara con Jeremy, quién estaba vendando su mano. Pese a que él también estaba herido, fue el quién tomó la batuta de curarla. Serena, al verlo, sintió una calidez que alejaba la oscuridad de su corazón.
—Sir Jeremy—dijo con una sonrisa—me alegra tanto verlo despierto.
Jeremy se sobresaltó al sentir la mano sana de la duquesa apartar uno de los mechones de su cabello en la frente. Sin poder decir palabra alguna, terminó de tratar su mano para dejar que su compañero revisara a la duquesa.
No sabía si era el mareo que ya sentía, o la impresión del movimiento tan cercano que tuvo Serena, pero al recordar la calidez de su mano hizo que el médico se tambaleara.
Dos de los mayordomos, al verlo con las mejillas rojas y caminar con debilidad, ayudaron al médico real a volver a sus aposentos para acostarlo con mucho cuidado.
—Debió haberse quedado quieto en cama—susurró uno de los mayordomos—no se puede ni mantener en pie.
—Lo mismo opino—respondió el otro mientras caminaban en el pasillo—sin embargo, cuando escuchó que la duquesa estaba herida, se levantó corriendo, ¡hasta tropezó conmigo y casi me caigo!
Los dos mayordomos pensaron sobre la extraña actitud de Sir Jeremy, una vez volvieron a las afueras de la habitación de la duquesa, para estar pendientes ante cualquier cosa que esta necesitara.
No sabían si era gratitud o algo más lo que hacía reaccionar al médico real, pero estaban muy interesados en saber lo que ocurriría más adelante. De tan solo pensar que sir Jeremy fuera el próximo duque de Rosaria, hizo que una sonrisa grande emergiera de los dos mayordomos.
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Mientras la duquesa y el padre de la princesa consorte descansaban un poco más, luego de terminar su turno, los dos mayordomos que ayudaron a Jeremy, bajaron con entusiasmo a la sala de descanso que compartían los pocos empleados de la casa de campo de Serena. Aplaudiendo para atraer la atención, hicieron que hasta la cocinera se acerca a ellos.
—¿Cuál es el escándalo?—preguntó la cocinera.
Solo diez de los 20 trabajadores estaban dentro de la sala, por lo que los mayordomos tomaron tiza y comenzaron a escribir en el pizarrón. A medida que los demás leían lo que escribían, se escuchaban murmullos aun más altos.
—¡Listo!—dijo uno de los mayordomos—como verán escrito, para nadie es un secreto la actitud de sir Jeremy y la duquesa.
Como si fueran hormigas siguiendo a la reina, todos asintieron. Aquella muestra de aprobación por parte de la mitad de sus compañeros, hizo que los dos mayordomos sonrieran aún más.
—¡Así que se abren las apuestas, compañeros!—habló el otro mayordomo—por un lado, está la posibilidad de que el nuevo duque sea el padre de la princesa heredera o, por el otro, de que la duquesa se quede solterona y sin hijos.
—Y la tercera posibilidad—siguió su otro compañero—es que la duquesa decida heredar su título, una vez muera, a los hijos de lady Selena...
—¿Y qué ganan los que acierten en la apuesta?—cuestionó la cocinera.
—¡El sueldo de un mes de los perdedores!—respondieron al unísono los dos mayordomos.
Todos estuvieron de acuerdo con las tres rutas, ya que tenían muchas posibilidades de ganar la apuesta. Para alguien como la duquesa, sería casi imposible conseguir esposo; sin embargo, tal vez el estar con sir Jeremy fuera su salvación de una vida de solterona y sin hijos; sin embargo, también estaba el hecho de que, si no procreaba, su título sería heredado a los parientes más cercanos de ella.
Por lo que, conociendo un poco de la historia de Serena, sabía que era odiada hasta la muerte por su primo y su tío. Por ende, los únicos con posibilidades de heredar su título serían los hijos de su prima, quien ya estaba en edad casadera. Así que esa misma tarde, la apuesta se concretó entre todos los empleados reunidos en la sala de descanso.
jajajajaja jajaja
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