La historia de un Alfa que solo ansiaba la tan anhelada libertad
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Capitulo 8
Advertencia:
La siguiente historia no es apta para menores de 21 años puede contener; lenguaje vulgar, soez, momentos explícitos, eróticos, hasta subido de tono y hasta nopor-grafico, violencia física, mental, abuso, inc3sto, se recomienda leer bajo su propio riesgo. ~
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Al recibir ambos corderos, le devolvi su poncho a Fernando que me miraba con disgustó, y asco. Procedí a retirarme para conocer más la hacienda y sus alrededores.
— ¡Vuelve a la casona! ¡Rápido! Escuchame, obedeceme, hazme caso.
Samarreandome de los hombros mirandome con sus potentes ojos negros, enojado hacia mi persona. Levante mi mano para acariciar su rostro para luego tomar fuerza y tumbarlo de una bofetada, cayendo él en el lodo, mientras se frotaba su mejilla
—¡No me samarree, me mareo! —Él se quedó allí en el lodo mientras yo iba a subir al caballo, pero me tomo de la pierna para tratar de tirarme, queriendo romperme el tobillo, pero eso fue una gran equivocación de Fernando. —Te piensas que soy un Omega, al cual puedes detener rompiéndoles las piernas. Te equivocas Fernando. ¿Sabes cuántas veces me caí? Subiendo terreno arriba ¡Cientas!
Pateandole cerca del rostro para proceder salir a montar por la hacienda para luego verlo detrás galopando, detrás de mí.
—¡Cruz Cruz! Detente.
Podía sentir el viento chocar mí rostro, y ondular mi cabello, por lo que junto al caballo danzamos con el prado.
En eso veo como Fernando había bajado su velocidad para venir con ¿Mi caballo? Si el caballo que elegí, lo tenía él en que venía yo. Entonces mire debajo mio, un caballo de color azabache, la reliquia de la familia de la Vega. —Perdón, ahorita te regreso con tu dueño —me baje y puse mi frente en la suya mientras recitaba un cantico en quechua [Todo estará bien, él ya está aquí] —"Tukuy imapas allinmi kanqa, payqa kaypiñam kachkan. " —Mientras lo acariciaba. Sin duda era un caballo cariñoso.
Camine a su lado para llevarlo hacía su dueño, pero este buscaba caricia con su cabeza. Fernando llego, cubierto de lodo. —Parece que ustedes son tal para cual, ambos rebeldes, pero sabes no existe la rebeldía eterna. Si a él logre domarlo, pues solo será cuestión de tiempo para domarte a ti, indio, insolente.
Solo lo abracé para oler su pecho. —Hueles rico a tierra mojada con hierbas, hueles a naturaleza.
Por lo que movía mí rostro en medio de su pecho enlodado para sentir aquel aroma.
—No hagas eso, estás loco, Indio. —Era la primera vez que lo veía avergonzado.
—¿Por qué? ¿No puedo? Tú puedes toquearme y someterme a tu gusto y yo no puedo hacer esto. —Metiendo mi mano para acariciar su pezón.
—Tú eres esclavo, no yo. —Quitandome la mano de su pecho, tratándome de llevarme la fuerza a la casona.
—Cascarabias.
—Callate Indio, y sube al caballo. —Subi a este, debía viajar agarrado a él, porque no quería que cabalgara, pero aquel olor me podía, era un aroma que me hacía sentir calores. Quizás era el embarazo, aquel aroma me hacía sentir cosas extrañas aquel olor a naturaleza, olor a hombre.
Al llegar a la casona, él se retiró a bañarse, mientras yo no quitaba su aroma de mi cabeza por lo que trabe la puerta para que la criolla ni nadie pudiese entrar mientras él se quitaba la camisa, tome un objeto y lo golpee en la cabeza para desmayarlo, y poder oler aquel aroma más tiempo para luego caer inconsciente también..
(...)
Al despertar estaba solo cubierto de la sábana y mi cabello suelto desparramado mientras el médico revisaba mi cuerpo. —Un caso típico tuvo un RUT estando embarazado.
—Pero ¿Cómo es eso posible?
—El embarazo altera todo así como la percepción de los olores, por lo que su cuerpo lo tomo el olor como feromonas y reaccionó por eso actuo, como actuó con exceso de energía llevando a dejarlo 2 días dormido.
El doctor se retiró para luego el hacendado cerrar la puerta, desabrochando la camisa para mostrarme sus pectorales llenos de marca.
—¿Qué hice? —trate de sentarme, pero me dolía todo apenas podía moverme.
—Tuvimos sexo por tres días enteros, y luego ya no despertaste en pleno acto.
—Eso es imposible, yo no hice eso, solo mientes.
—¿Qué ganaría con mentirte? —sonriendome por primera vez mientras me miraba para terminar su oración —Indio travieso.
Mi cabeza comenzó a dolerme lo que me decía no era cierto, me negaba a creerle entonces las imágenes aparecieron.
No solo eran ciertas, sino que eran peor de lo que imaginé, recordando todo lo que hice
«*Fernando de la Vega de bajo mío mientras yo lo montaba sujetando su cuello con su cinturón*. —A partir de hoy quién manda aquí ¡Soy yo! y nadie más que yo, espero que se te quede grabado, y lo entienda de una vez. Diga hacendado, dígalo ¿Quién es tú amo? —tironeando del cinturón para ahorcarlo —Digalo, dígalo ¿quién es tú amo?.
—Tú. —Respondiendo mientras lo ahorcaba con aquel cinto.
Continuará...