Destiny Love llevaba una vida tranquila trabajando como coordinadora de eventos en el club de solteros Lovely, pronta a contraer nupcias con su novio de la infancia hasta que un día se topa con el guapo y descarado James Miller quien llegó a poner su mundo de cabeza con una propuesta que no pudo rechazar.
Dispuesto a conservar su posición como nuevo CEO del negocio familiar, James está obligado a ponerle freno a las aventuras de una noche que lo sostenían medianamente cuerdo ante el dolor de su reciente ruptura. Por lo que decide contratar los servicios de una curiosa y poco atractiva mujer para entretenerse.
Ese trato inusual los embarcará en la dulce historia que cambiará la vida de ambos.
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9.
Destiny salió del baño con un manto de vapor a sus espaldas. ¡Nunca se había duchado en una tina con hidromasaje! Se miró los dedos completamente arrugados por el tiempo que pasó sumergida en el agua y sonrió, deshaciéndose de su albornoz frente al espejo.
Tenía algunas semanas para perder un par de kilos. Podía hacerlo.
Luego iría con Jennifer a pedir un par de consejos sobre la primera vez y estaría lista física y sicológicamente. La hora de madurar se acercaba, Ian era la persona más importante de su vida y no se arriesgaría a perderlo por sus inseguridades. Se preguntaba qué tan sexy sería para los hombres, muy poco tal vez, James quien era todo un experto en mujeres, no le había hecho ninguna insinuación.
Torció el gesto decepcionada de sí misma. No necesitaba los elogios de ése sin vergüenza para sentirse atractiva. Sacó su pijama de la maleta y se sentó en el borde de la cama a observar la habitación. ¡Era igual de grande que su casa! Bueno, quizás exageraba un poco, pero vaya que era ostentosa.
Se enfundó con las prendas de algodón, sobresaltándose por el ruido del teléfono de su habitación. Dudó unos momentos en contestar, pero al percibir la insistencia del timbre, levantó el auricular.
—¿Sí?
—¿Destiny?
—¿James, qué haces llamando a estas horas?
—Tengo problemas para dormir, Chispita. Tráeme un vaso con leche.
—No voy a llevarte nada. —Destiny se acurrucó en la cama, envolviéndose con la sábana.
—Es parte del contrato, querida. Obedece o te largas de mi casa a dormir en el jardín, donde están enterrados mis antepasados.
Destiny atendió la orden sin rechistar. Los fantasmas no eran sus entidades favoritas. Cuando era niña y temía en las noches por las historias de terror que contaban sus compañeras antes de dormir, se escurría al dormitorio de los chicos y se acomodaba en la cama con Ian. A su lado sentía que nada podía sucederle y así era. Él la abrazaba en sueños, envolviéndola con su ternura para que lograse descansar tranquila. Ian tenía razón, ellos se merecían esa oportunidad.
Atravesó el pasillo tan rápido como si estuviera en una maratón, las casas antiguas eran espectaculares pero muy propensas de atraer energías paranormales.
Se mordió el labio inferior cruzando el umbral de la cocina. Apagó la linterna que sostenía y marchó directo al frigorífico. Se frotó los brazos buscando la botella de leche y obtuvo además, un yogurt de cereza.
—¿Quién eres tú? —inquirió una armoniosa voz femenina.
Destiny cerró escandalosamente la puerta del refrigerador, clavando su mirada de horror en una mujer comiendo pastel de chocolate en el mostrador con una raída camiseta negra cubriendo su delicada figura. Destiny no le calculó más de cuarenta años.
—No me respondas. —Ella ondeó su mano en un gesto desinteresado y se limpió la nariz con un kleenex usado—. Seguramente eres una de las mujerzuelas de mi hijo. Aunque nunca trae a ninguna a dormir con él. Debes ser muy especial.
—¡Soy su empleada! —chilló Destiny.
La supuesta madre de James, se soltó a llorar.
—¿Así les dicen ahora? ¿No has considerado la idea de dejar ese tipo de empleo? Eres joven, te ves un poco tonta pero creo que aún es tiempo de salir adelante. Las mujeres como tú perjudican muchos matrimonios, pero la culpa quizás sea de los padres por no educar bien a sus hijos —dejó los restos de pastel en el fregadero—. Si la leche es para James, te aconsejo que se la sirvas fría.
—Espere señora, yo no…
—Márchate lo más rápido posible, no quiero más mujeres de tu clase en mi casa —Helena pasó a su lado mirándola con desdén—. No sé qué pasa por la cabeza de James estos días.
Destiny abrió el yogurt y se lo bebió de un sorbo. ¡La mamá de James acababa de confundirla con una prostituta! Por otro lado, la señora se veía muy melancólica y estaba llorando. Sintió la obligación de informarle a James de inmediato. Mientras preparaba la leche se encontró tentada en agregarle veneno, pero las fechorías las reservaría para otra noche. En cambio decidió ponerle vainilla y un toquecito de azúcar.
Corrió de regreso a la habitación sin ninguna protección canina como James le había asegurado y entró sin tocar. Para su buena suerte, la pieza estaba sumida en la oscuridad. Alumbró con su linterna los rincones evitando ser atacada por las espaldas y divisó a James acostado en la cama.
—James —susurró Destiny, acercándose con cautela—, en la cocina me encontré con una señora… Creo que era tu madre y se veía bastante mal. Estaba llorando, deberías ir con ella.
Destiny pudo sentir el calor envolvente de su enojo en cuanto le hizo mención de aquella mujer, incluso en la oscuridad pudo darse cuenta de su gesto adusto. Ella comenzó a sudar como el vaso de leche que sostenía.
—No te pago para que me des consejos acerca de mi familia. Yo no te digo cómo tratar a los tuyos así que abstente de involucrarte con los míos.
La respuesta a Destiny le pareció bastante grosera. Ella sólo quería ayudar, sin embargo se forzó a insistir.
—Pero es tu madre, es tu deber retribuirle los años que ella te dedicó cuando fuiste un niño. Imagino que en más de una ocasión ella corrió a consolarte por las noches cuando tenías miedo o besaba los golpes que te pegabas jugando. Es justo que tú le devuelvas un poco de ese cariño ahora que lo necesita.
James se puso de pie. Arrojando la sábana al piso, se acercó peligrosamente a ella, haciéndole derramar un poco de leche por el sobresalto.
—Sal en este instante de mi habitación.
A Destiny le temblaban las piernas mientras se apresuraba al pasillo. James le azotó la puerta a sus espaldas y ella estaba segura de que al otro lado se encontraba convertido en el mismo demonio por la furia que le provocó el tema. Quizá le había tocado una fibra sensible, no obstante ella sintió la responsabilidad moral de destacar la importancia de la unión familiar.
La mayoría de personas no valoraban a sus seres queridos hasta que se encontraban completamente solos. Suspiró, sintiendo pena por esa familia. Bien decían que ni todo el dinero del mundo compraba la felicidad.