Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 9
... Días después, Dalia va a la habitación de su hermano, ahora sí toca la puerta.
— Pasa.
— Quiero hablar contigo.
— ¿Sobre qué?
— Quiero que corras a papá de la casa. Ya no lo soporto.
— No puedo hacerlo. Nos guste o no, el es nuestro padre.
— Bien. Si no puedes hacer eso, quiero pedirte otro favor.
— ¿Qué?
— En un mes inician la universidad. Quiero que dejes a Maritza estudiar.
— Ya hemos hablado de eso. La respuesta es la misma.
— Bueno. Entonces le diré que puedes caminar.
— Dalia no te atrevas.
— Me pregunto si ella te seguirá tratando igual cuándo sepa que has estado mintiendo.
— Dalia por favor.
— ¿Puede ir mañana a pagar la inscripción?
— Está bien. Pero no puedes quitarle los ojos de encima.
— No te prometo nada. Sólo que la traeré sana y salva.
— Más te vale.
— Voy a darle la buena noticia.
— Espera. ¿Me pediste que corriera papá, para que al negarme, pudieras pedirme que Maritza estudié?
— Te diste cuenta demasiado tarde. Nos vemos.
Dalia va con Maritza para contarle la buena noticia, ella no puede creer que después de tanto años el aceptará que ella estudie.
En ese momento va y le agradece por su cambio, ahora le cae mejor que antes.
"Gracias por dejarme estudiar" Ella le da un beso en la mejilla.
— De nada.
"Me gusta mucho cómo te portas conmigo últimamente"
— ¿Lo suficiente para no escaparte? — Ella asiente. — Por favor no lo hagas. Estoy confiando en ti.
"No te voy a dejar" — Eliseo sonríe.
... Al día siguiente, Dalia y Maritza van a la mejor universidad de arte para inscribirla. Maritza se emocionada mucho al ver las instalaciones..
— Nunca pense que podría estudiar en un lugar así.
— Es una de las ventajas de ser una Lazcano. Sin embargo, al ser la esposa de un tóxico, tienes esa desventaja. — Dalia señala a un guardaespaldas.
— Eso no me importa. Lo que quiero es estudiar.
— Si estás bien con eso yo también.
... Una semana después, las clases inician, Dalia se encuentra con Renato, esté se acerca a saludarla.
— Hola hermosa.
— A ti te quería ver.
— ¿Enserio? — El sonríe emocionado.
— Si. ¿Qué es esa estupidez de que tú familia pidió mi mano?
— ¿Era por eso? — Su sonrisa desaparece.
— ¿Por qué más? ¿Crees que me interesa ver tu cara?
— A muchas les gusta verla.
— Yo no soy de esas muchas. Y déjame aclararte algo. Yo, nunca, de los nunca me voy a casar contigo.
— Eso todavía no lo sabes.
— Claro que lo sé. Yo tengo las cosas muy claras. En mi vida mando yo y nadie más. Así que empieza a buscar esposa en otro lado. — Renato toma su brazo.
— No voy a buscar lo que ya encontré. Me voy a casar contigo. — El sonríe e intenta besarla, Dalia le da una bofetada.
— Mantente lejos de mi. Idiota. — Ella se va muy molesta.
Foto de Renato.
Meses después. Dalia acompaña a su hermano y cuñada a un ultrasonido, Maritza ya tiene cinco meses de embarazo, y hoy van a conocer el sexo del bebé.
— ¿Estás nerviosa? — Pregunta Elíseo.
— Dice que un poco. — Contesta Dalia que leyó las señas de su cuñada. La ginecóloga les da la noticia de que esperan un niño, los tres sonríen al enterarse.
Dalia agradece que sea un varón, así el podrá tomar sus propias decisiones, no tratarán de imponerle nada. Ahora lo que le atormenta un poco, es que sea cómo todos los hombres de la familia. Espera que tendiendo una madre como Maritza, pueda ser un buen tipo.
— Mari, felicidades.
— Gracias.
— Elíseo tengo que ir con unos compañeros. Los veré en casa.
— Está bien. — Dalia se apresura para no llegar tarde, ella recuerda que la reunión es a las tres de la tarde, y ahora son más de las dos y media.
Al llegar a la cafetería no ve a nadie. Ella abre su computadora y empieza a buscar información sobre el tema van a exponer.
— Llegaste temprano. — Renato le habla.
— La puntualidad es una de mis virtudes. — Ella ve su reloj, son las tres y cinco. — Parece que no es de las tuyas.
— Lo siento.
— ¿Sabes dónde estás los demás?
— No.
— Mándales un mensaje, que se apuren.
— ¿La palabra mágica?
— Hazlo ahora.
— Esa no es. — Dalia toma su teléfono y envía los mensajes ella misma.
— ¿Te cuesta mucho decir por favor?
— Lo mismo que a ti escribir esos mensajes.
— ¿Por qué me tratas así?
— No se de qué hablas.
— Sabes que me gustas. Qué me quiero casar contigo, pero actúas cómo si yo fuera una enfermedad incurable, ¿por qué no intentas conocerme?
— No me interesa conocerte. Eres despreciable.
— ¿Por qué me dices eso?
— ¿Por qué? — Ella se ríe. Por qué tú...
— Hola Dalia, hola amor. — Llega Luna, otra compañera. — Perdón por llegar tarde. Ya saben cómo es el tráfico.
— Si sabes cómo está el tráfico, deberías salir más temprano.
— Qué humor. Alguien desayuno gallo. Muero de sed. Voy por un frappé. ¿Amor tú quieres algo?
— No gracias. — Responde Renato.
— Bueno, ya vengo.
— Llega tarde y se va por un frappé.
— No te molestes con ella.
— Me molesta que me pusieran en equipo con ustedes. Hubiera preferido hacer el trabajo yo sola. Así no tendría que ver esas escenas.
— ¿Celosa?
— Incómoda.
— No deberías. Luna es así. Entre ella y yo no hay nada. Yo sólo tengo ojos para ti. — Renato le toma la mano.
— No me toques. — Ella la jala rápidamente.
— ¿No crees que nos pusieron en el mismo equipo por algo?
— ¿Tuviste algo que ver? ¿Se lo pediste al profesor?
— No. De verdad que no.
— Hola hola. — Joel se aparece. Dalia nuevamente observa su reloj. — Cielito no me mires así. Esos ojazos azules no se ven lindos enojados.
— No me digas cielito, y si no quieres que te vea enojada llega a la hora acordada. No quince minutos tarde.
— Lo siento. El tráfico.
— Siempre la misma excusa estúpida. — Cometa en voz baja.
— ¿En qué los ayudó?
— Piensa por ti mismo. — Contesta ella.
— Lo que tiene de bonita, lo tiene de amargada. — Le dice Joel en voz baja a Renato. Esté lo golpea en el abdomen.