Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Quiero conocer tu cuerpo... Quiero lo mismo.
A los tres meses de aquel primer beso tuvieron una cita romántica, hasta ahora había sido acompañarla al médico y caminatas nocturnas llenas de coqueteo, besos y abrazos, un par de días que subían al departamento de Ivette a tomar café o algo calentito, ya que hacía mucho frío, un invierno crudo cruzaba la estación ese año.
Esa mañana Gustavo le envío un mensaje "Hoy quiero invitarte a cenar fuera de casa ¿aceptas?
"Si, por supuesto ¿Dónde vamos?"
“Será una sorpresa. Me gustaría salir temprano tipo dieciocho horas ¿Te parece bien?“
Ivette lee el mensaje y responde “Me parece perfecto"
Por lo general ellos no salían fuera de casa a cenar porque Gustavo trabaja con horarios distintos y a veces salía tarde, siempre se veían cada día él llegaba a visitarla, era una relación muy linda, madura llena de cariño, empezaron a amarse sin darse cuenta, faltaba el momento de entrega pasional.
Ivette se vistió muy bella para salir con Gustavo, se puso un vestido ajustado, le llegaba poquito más arriba de la rodilla, resaltaba su figura, unos tacones medianos qué estilizaba su estatura, se maquilló levemente, lo más natural posible y se hizo un peinado muy casual. Cuando Gustavo pasó por ella, la esperó en el auto, la vio aparecer y como cada día la abrazó dándole un beso apasionado.
—Wou!! ¡Te ves hermosa! - le dijo mientras le abría la puerta del auto.
Ella subió le dijo — gracias — con una leve sonrisa.
Mientras se dirigían al lugar de la cena en cada semáforo él la besaba, demostraba su cariño en cada oportunidad que tenía.
El amor adulto tiene esa particular forma de entrega, es cauteloso, pero no esconde nada, ambos aprendieron a entregar y dar lo mejor de sí sanamente, se decían todo lo que sentían.
En el restaurante...
— bienvenidos — dijo la anfitriona — ¿tienen reserva?
— Sí, tenemos — respondió Gustavo que llevaba orgulloso de la mano a Ivette.
— ¿A nombre de quién?
— Gustavo Martínez.
— OK, señor pase por aquí — la anfitriona lo acompañó hasta la mesa reservada entregando en sus manos la carta.
— siéntate mi amor — le dijo Gustavo a Ivette abriendo su silla como un caballero.
— gracias amor — respondió ella.
Pidieron la cena y charlaban, reían, coqueteaban todo el tiempo. Se miraban con amor y también con deseo, se tomaban la mano, se veían felices.
Pidieron una botella de vino, y tomaron con precaución, ya que Gustavo conducía e Ivette aún tomaba alguna qué otra medicación. Sus miradas eran intensas, llenas de deseo, para ambos era obvio que esa cena terminaría en un lugar privado donde se entregarían al otro. Era algo que sin palabras se sentía en el ambiente.
Terminada la cena Gustavo dijo — ¿te gustaría ir a otro lugar?
Ella dijo— ¿Qué otro lugar?
Gustavo no era tímido, peto tampoco quería ser osado o parecer atrevido, respondió — Me gustas tanto que quiero conocerte más.
— ¿conocerme más? Ella sabía a qquése refería, solo quería que se lo dijera claro y preciso.
Acercó sus labios a su oído y le dijo — Quiero conocer tu cuerpo y tocar tu piel, Besarte y acariciarte completamente.
Con determinación, ella respondió — quiero lo mismo.