La Esclava Del Virrey

Luego de que se terminara el homenaje, cada uno se dirigió a su hogar. Yasí y Felipe fueron a la casa del Juez y padre de Yasí Don Álvarez de Toledo.

Álvarez de Toledo: —Hija estoy tan feliz de que estés aquí nuevamente y con Felipe y mi nieto por supuesto.

Yasí: —Gracias padre, nosotros también estamos contentos de estar aquí. Vamos a quedarnos unos días y después me iré para la hacienda a encargarme de todo y de cuidar de Felipe. Aunque todo salió bien, fue imprudente de mi parte haberme arriesgado tanto.

Felipe: —La verdad escucharte decir esto me tranquiliza bastante, quiero que estés conmigo, pero no quiero que corran peligro conmigo en la guerra

Álvarez de Toledo: —Me parece una decisión acertada... El niño necesita tener una infancia linda y tranquila, qué mejor que la vida en el campo...

Felipe: —Me quedaré unos días y luego me iré nuevamente a reunirme con el ejército... También quiero que sepa Don Álvarez que luego de conseguir la victoria me casaré con su hija. No quiero que mal piense la situación, jamás mí intención ha sido aprovecharme de ella y no darle el lugar que se merece.

Álvarez de Toledo: —Me alegra mucho escucharte decir esto, aunque yo nunca mal pensé de ti, siempre supe de tus buenas intenciones y buenos sentimientos hacia mi hija.

La familia cenó en el amplio y elegante comedor de la mansión del Juez, y luego fueron a sus habitaciones a descansar luego de días tan agobiantes.

Felipe: —Amor te he extrañado mucho, le susurró al oído a Yasí.

Yasí: —Yo también amor, le dijo y sonrió.

Felipe la besó apasionadamente.

Felipe: —Extraño tanto tus besos, tus caricias, tu aroma, tu piel, tu cuerpo entero... Le dijo al oído mientras besaba su cuello.

Yasí: —Mi amor yo también, pero detente por favor porque está Felipe y aquí no tenemos una cuna donde acostarlo.

Felipe: —Está bien, dijo con resignación y un suspiro.

Yasí: —Ay, amor... somos padres ahora...

Felipe:— Sí lo entiendo amor ... Dijo con resignación.

Al día siguiente...

Felipe: —Buenos días, amor

Yasí: —Buenos días mi amor

Felipe: —Acompáñame a mi mansión a ver cómo van las cosas por ahí... Desayunaremos con tu padre y luego iremos. ¿Te parece bien?

Yasí: —Está bien

Yasí y Felipe desayunaron con Don Álvarez de Toledo y luego se fueron a la mansión.

Llegaron en el carruaje, y la sirvienta Ema los recibió...

Felipe: —Buenos días Ema

Ema: —Buenos días General

Felipe: —Vengo con mi mujer y mi hijo prepara la habitación grande para nosotros... ¡Ah!, y por favor encárgate de conseguir una cuna.

Ema: —Sí General en se- se- gui-da. Responde tartamudeando de la sorpresa y del susto...

Felipe: —¿¿Ema ocurre algo??

Madre del General: —¡Oh! ¡Hijo querido cuánto te he extrañado!

Felipe: —¡Madre! ¿¿Qué haces aquí?? Te dije que aquí es peligroso que te quedaras hasta que acabe la guerra...

Madre: —Ya lo sé hijo, pero tu padre y yo estábamos muy preocupados por eso decidimos venir... Ven al jardín, te tengo una bella sorpresa...

La madre le toma del brazo a Felipe guiándolo al jardín. De pronto se percata de la presencia de Yasí por detrás de Felipe.

Madre: —¿¿Y tú niña qué haces con ese bebé en brazos??...

Yasí: —Es mi hijo señoría...

Madre: —¡Felipe! ¿¿Tu esclava trae un bastardo a la casa y tú no dices nada??

Felipe: —Madre cálmate, luego hablaremos al respecto... Mejor vamos a ver a mi padre... adelántate voy a ordenar algo y voy...

Felipe se acercó a Yasí y le dijo con voz baja...

Felipe: —Amor, sabes que mi madre tiene un temperamento difícil, por favor espérame en la habitación con Felipe hablaré con ellos...

Yasí: —No te preocupes amor, sé que me quieres proteger, pero no me parece correcto que yo me quede en la habitación, después de todo soy tu mujer y Felipe es su nieto aunque no les guste y sea una situación incómoda, te acompañaré a hablar con ellos...

Felipe: —Está bien, dijo suspirando

Felipe y Yasí ingresaron al jardín con el niño. Los padres de Felipe estaban sentados tomando unos jugos.

Felipe: —Hola padre, me alegro volverte a ver

Padre: —Hijo querido cuánto tiempo... Le dijo y le abrazó.—Ven siéntate, tenemos a alguien que presentarte...

Felipe y Yasí miraron a la mujer que estaba con ellos, intuyendo de cierto modo lo que significaba.

Felipe: —Padre, madre antes tengo algo para decirles...

Madre: ¿Vas a dejar que la servidumbre se quede?! ¡Oye niña maleducada, retírate! ¡Ah, y busca la manera de que tu bastardo no moleste porque hay muchas cosas que hacer en la casa!

Felipe: —¡Madre, por favor! ¡Ella es mi mujer y el niño que lleva en brazos es mi hijo! ¡Y no me gusta que en mi casa se trate mal a la servidumbre!... —Amor, mejor vamos a la habitación a descansar, le dijo a Yasí.

Felipe se retiró molesto del lugar con Yasí y el niño.

Madre: —¡Ema! Gritó

Ema: —Sí señora

Madre: ¡Tráeme un té de tilo ya! ¡Y llama urgente al médico que creo que me va a dar un ataque!.

Padre: —Querida, por favor calma, le dijo su esposo mientras trataba de darle aire soplándole con una servilleta.

Madre: —Ay, querido, no sé qué hicimos mal. Le dimos la mejor educación y mira las cosas que hace este muchacho, ¡primero traiciona a su majestad, luego arma un ejército y va a la guerra!, ¡ahora tiene un hijo bastardo con una esclava! ¿Qué más nos falta? ¡Ay, Dios mío, ten misericordia de nosotros!

Padre: —Querida, pero piensa, las cosas ya están, no podemos cambiarlas... No tenemos otra opción más que aceptar con resignación aunque no nos guste.

Madre: —¡Querido, qué tonterías dices! ¡Cómo se te ocurre que aceptaremos semejante barbaridad! Claro que no, no lo aceptaré. Tú déjame a mí que yo me encargaré de este asunto.

Padre: —Ay, querida ... Dijo con lamento y preocupación por lo que su esposa vaya a hacer

Madre: —Cecilia, querida, tú no te preocupes yo no te traje aquí en vano ... Esa mujer no significa nada y no es la indicada para él. No debí dejarlo mucho tiempo con ella... Por favor discúlpame querida. Te prometo que solucionaré este problema y tú y Felipe serán una pareja feliz.

Cecilia: —Señora, la verdad me siento consternada con esta situación, fue una sorpresa bastante desagradable. Pero, comprendo lo que usted dice, esa esclava jamás podría llegar a ser mujer para Felipe. Tendré paciencia y confiaré en usted.

Madre: —Qué bueno querida, me tranquiliza mucho que pienses así. Desde que te conocí supe que tú eres la indicada para Felipe y ahora no me caben dudas.

Padre: —Creo que ustedes están equivocadas... Conozco a Felipe y me puedo dar cuenta de que quiere mucho a esa mujer. No entiendo por qué no lo ven, ¿o es que no lo quieren ver? ¡¿¿por qué insistir con algo que Felipe no va a aceptar??!... Mejor me voy a dar un paseo... No sé lo que planearán hacer, pero no cuenten conmigo. Dijo y se fue molesto.

Madre:—Cecilia, tú quédate tranquila que tú serás la Señora de esta casa, la esposa del General Borbón. No importa si Felipe aún no está de acuerdo y tu padre tampoco, nosotras lograremos que cambien de opinión. Ya lo verás ...