Fractured

Aziel se sorprendió por su reacción, él había aprendido de los negocios de su padre desde que era mucho más joven, y el temor era algo indispensable para que sus lacayos cumplieran sus órdenes, pero ver el rostro de Emily acongojado por sus palabras, lo sacó de su órbita.

—No, y no quiero volver a repetirlo —dijo él. Con un tono de voz más suave, pero igual de firme.

Emily se quedó en su lugar, sin decir nada. Mientras que él dio media vuelta y se fue de allí.

En ese momento, la chica se sintió muy desesperada, pues si las cosas iban así, nunca más podría ver a su abuela o salir de allí.

Por un momento pensó en su padre, tal vez no era el mejor, y ni decir de su última canallada al venderla a un burdel, pero uno no elige a sus padres, así que de nada servía tener rencor en su corazón. Luego, recordó a su mejor amiga Emma, y su mente volvió al recuerdo de su abuela. Aitana entró a la habitación a dejarle la ropa nueva que le compró su esposo.

—Veo que no siguió mi consejo, señora —dijo la mujer. Para luego expulsar el aire que retenía en sus pulmones.

Ya que el señor Rinaldi, a pesar de ya no ser un adolescente, se seguía comportando como uno, pues no dejaba de ser muy pasional. Eso quería decir, que sí algo lo aquejaba o lo ponía mal, lo externaba a través del trato que le daba a los demás. O sea, el tipo estaba muy mal.

—¿Por qué piensa eso?

—El señor es un libro abierto, al menos cuando hablamos de sus emociones, digamos que es muy demostrativo.

—Es como un animal salvaje —atinó a decir Emily.

—No debe expresarse así de su esposo.

—Es la verdad, es muy enojón y caprichoso —siguió quejándose.

—¿Y cómo cree usted que alguien así va a cambiar?

—¿Yo para qué quiero saber eso? —interrogó, esa plática no la llevaba a ningún lado.

—Es su esposo.

—No, no es mi esposo.

—Pues si no lo quiere ver cómo esposo, está bien, pero le conviene eso, al menos si desea ver a su abuela —soltó la mujer.

Las paredes de esa gran casa eran muy delgadas. Tanto que todos sabían su situación.

Aitana se dio por vencida e intentó ser más clara.

—Señora, si usted quiere obtener su libertad, intenté ser más amable con el señor Rinaldi.

»Algunos hombres, no digo que todos, son un reflejo de cómo uno los trata.

La joven rodó los ojos. Lo único que faltaba, una mujer mayor, justificando las conductas machistas.

—El señor Rinaldi, Edson Rinaldi, era un bárbaro, si usted hubiera conocido a su difunto suegro, lo iba a querer estrangular con sus propias manos.

»Ahora, está el señor Aziel, nada que ver con su padre, aunque lo vea muy “salvaje” y demás, él es una buena persona.

Emily se encogió de hombros. ¿De verdad era correcto pensar así?

—Si el señor Edson, viviera, créame que ya la tendría encadenada en el sótano —aseguró la mujer.

—¿O sea, qué debo agradecer que uno no es tan malo como el otro? —Emily frunció su nariz, todo el asunto le daba mucho asco.

—No es lo que estoy diciendo —respondió la mujer.

—Pues a mí me parece que sí.

—Mire, olvídelo, tengo cosas que arreglar, así que con su permiso —dijo Aitana y salió de la habitación.

Emily se acostó en la cama, algo frustrada. Si quería escapar de todo eso debía ser más inteligente.

Al siguiente día. Aitana le llevó su almuerzo. Emily se levantó de su lugar y le dijo:

—Perdón, si ayer fui grosera, de verdad necesito ayuda para sobrellevar todo esto.

Aitana le dedicó una sonrisa.

—Trato de entender su posición —dijo.

—Ahora, ¿qué me aconseja para poder ver a mi abuela?

Aitana puso la charola de comida sobre la mesita del cuarto.

—Primero, dejar de discutir con el señor Rinaldi, aunque él es muy pesado, usted dele por su lado.

—Entiendo.

—Segundo, trate de ofertar, en el mundo en el que él se maneja todo es recíproco, da algo para recibir algo.

—¿Pero qué podría darle yo? —cuestionó.

—Puede prepararle el almuerzo, o ayudarle en alguna cosa que él tenga que hacer, quizá, un obsequio —explicó la mujer.

Meditó en lo que le dijo Aitana. Ella era muy buena cocinando, pues su abuela desde muy pequeña le había enseñado. Luego, estaba en ayudarle en algo, la chica negó con la cabeza, al imaginarse a ella misma vestida de gánster, sirviendo de apoyo en los negocios de su esposo. Tal vez, un obsequio, pero no tenía dinero y darle un regalo a él, que tiene el mundo a sus pies, no se le hacía algo extraordinario.

—Creo que cocinar está bien —externó la chica.

La mujer asintió con la cabeza.

—¿Cuándo quiere comenzar?

—Mañana mismo —respondió ella, no muy segura que las cosas salieron como las tenía planeadas.

…

Al día siguiente, Emily se levantó muy temprano y bajó a la cocina para prepararle el almuerzo a su esposo.

Aitana quedó sorprendida de la destreza de la chica en el área culinaria. Tal vez no conocía platillos complejos, pero lo que sabía, lo hacía de manera excelente.Cuando Aziel bajó al comedor, todo estaba servido. El hombre se sentó sin prestar mucha atención a los alimentos.

—Buen día, señor, hoy tuvimos el honor que la señora preparara todo esto para usted, claro está, le hice saber que este era su platillo favorito —explicó Aitana.

Aziel volvió su vista a la gran mesa de caoba, sus ojos se abrieron ligeramente. Emily entró al comedor, ante la mirada atónita de su esposo.

—Buenos días —saludó.

—Buenos días —respondió él.

Emily se sentó a su lado, guardando cierta distancia. Luego de un rato, comenzaron a almorzar.

—Todo está muy rico —soltó él, sin regresar a verla.

—Gracias —respondió ella, esa momento era embarazoso.

Ninguno de los dos volvió a decir algo más.