Violeta, La Nueva Esposa Del CEO

Capítulo Nueve

Mi madre vino a casa no solo para averiguar cómo nos llevábamos con Violeta. También quería asegurarse de que ya no pienso en Paola, e incluso trajo el chisme de que ella se casó con otro hombre y va a tener un hijo con él. Traté de no mostrarme humillado en la cena, pero deseaba irme, apenas lo mencionó. Aun así, al ver que Violeta salía del baño noté que varias de las conocidas de mi ex lo hacían también. Debieron tratarla mal o decir algo inapropiado, ya que de camino a la mesa se notaba que algo malo le ocurría. Sin embargo, ella logró sentarse y fingir que era una esposa feliz. Eso me hizo dar cuenta que yo era más débil de lo que suponía.

Ya no tendría que seguir suponiendo que Paula estaría ahí, después de todo ella fue la que me dejó sin ninguna explicación y rehizo su vida con otro hombre. Mientras que yo como un tonto estuve años soltero esperando a que en algún momento me buscara y regresara conmigo. Lo hice al punto de casi perder la presidencia de la empresa de mi familia solo por no querer estar con otra mujer.

Violeta parecía una buena chica, se preocupaba mucho por su madre. Había aceptado casarse con un desconocido con la promesa de tener un hijo con él, incluso siendo virgen. Solo para conseguir el dinero que su madre necesitaba y así recuperarse. Era evidente cuanto le importaba, ya que cada vez que Alisé le daba tiempo libre antes de la boda, ella iba a de visita al hospital, aunque estaba en pleno conocimiento de que su madre estuviera en coma. También estaba atenta a todo lo que yo le pedía, incluso mis empleados solían causarme dolor de cabeza a veces, pero ella no. Supe que cubrió varias veces a Alisé para que yo no la despidiera al saber que había cometido varios errores esta semana, poniendo en riesgo nuestra relación y mi confianza hacia ella con tal de ayudar a otros. Hasta las mucamas me contaron que ella prefería hacer las cosas sola y no les pedía ayuda a menos que fuera algo que necesitara de otros. Violeta no se parecía en nada a mi exesposa.

Pensar en esta chica acostada a mi lado me hizo dar cuenta de que era hora de que le pusiera fin a la idea de tener un hijo usando los óvulos de Paola. Ella ya tenía un esposo y posiblemente pronto sería madre. Si hacia eso solo le traería dolor a nuestro hijo cuando me preguntara por su progenitora. Incluso era posible que si ella se enterara de que los empleé quisiera quitarme a mi hijo. No podía seguir esperando encontrar una manera para que ella volviera, debía detenerme.

En ese momento Violeta se dio vuelta en la cama y dormida, acercó su mano a mí entre pierna. Eso hizo que no pudiera evitar sonreír. Si ella se diera cuenta lo que estaba haciendo seguramente se sonrojaría y empezaría a hablar tartamudeando.

Miré su rostro mientras aún dormía, era una bella muchacha con demasiado talento en el arte. Tal vez debería dejar que terminara su último año en la facultad. ¿Qué haría todo el día en casa sino? Era injusto para ella tener que ser solo mi esposa durante este año. Tal vez así no se presionaría tanto en pensar en el embarazo. El médico me dijo que ella estaba muy estresada; después de todo su padre había fallecido hacía solo un mes.

De pronto sus ojos se abrieron, aunque al principio no notó que yo la estaba viendo. Sonrió e hizo que mi cuerpo reaccionara extrañamente, esos gestos me provocaban; algo que resultó incómodo, ya que seguía con su mano en mí entre pierna.

—¿Por qué traes cosas a la cama? —preguntó algo adormilada aún.

—No traje nada a la cama —dije sonriendo, estaba por decirle que era lo que tocaba, pero preferí esperar a que se diera cuenta sola.

—No me mientas. Además, puedes lastimarte porque podrías clavártelo en la espalda —dijo y presionó con su mano, lo que hizo que su tamaño volviera a crecer. No era yo, él reaccionaba solo—. ¿Qué es?

—Piensa un poco, querida Vi. ¿Dónde está tu mano? —le pregunté para ayudarla.

Amé cada instante en el que su rostro fue cambiando de apariencia. Primero parecía estar pensativa, después dudosa y finalmente se espantó al darse cuenta de que lo que tenía presionado con su mano era mi pen*.

—¡Por dios! —gritó y se apartó tanto que cayó de la cama.

—¿Estás bien? —le pregunté porque se escuchó un estruendo con el golpe que se pegó.

—Tú, ¿Por qué?, es decir —dijo cómo suponía que haría y no pude evitar reírme.

—Es normal que los hombres nos despertemos con el palo duro —dije riendo, su rostro era un poema. No solo estaba sonrojada, sino que muy nerviosa.

Me levanté para ayudarla a ponerse de pie, pero ella se alejó de mí gateando en el suelo. Hasta ahora no me había dado cuenta de que poseía un trasero tan lindo.

—¿Vas a quedarte en el suelo? —le pregunté sin moverme.

—Es, eso es… ¿Por qué es tan grande? —preguntó y bajé la vista para ver mi pantalón.

—Creo que ahora se ve normal, es solo que no uso calzoncillos —dije y ella me miró más espantada.

Aunque no supe si fue por lo del tamaño o por lo segundo, ya que corrió al baño y no salió de ahí hasta que me fui del cuarto. Mis padres nos esperaban en el comedor para desayunar. Papá como siempre leía el periódico y mi madre le decía a la mucama como preparaban el té en Inglaterra. Cuando Violeta entró al comedor se sentó al lado de mi madre sin siquiera mirarme.

—¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso estás intimidando a mi nuera? —preguntó mi madre al darse cuenta.

Me dio ganas de ver cómo Vi resolvía esto. No podía mirarme por lo avergonzada que estaba, pero a la vez era buena conservando las apariencias. Por lo que decidí no ayudarla con eso.

Autora: Osaku