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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 8 "El regresos del CEO"

Capítulo 8 - El regreso del CEO

La empresa entera se detuvo aquella semana. El murmullo de las impresoras, el golpeteo de los teclados, incluso las charlas de pasillo parecían apagarse cuando Richard, el dueño y CEO, cruzó la recepción. Caminaba con paso firme, como si cada baldosa le perteneciera. Llevaba un traje de diseñador perfectamente entallado y unos zapatos tan brillantes que reflejaban la luz del techo. Su rostro, severo y altivo, parecía tallado en mármol, sin una sola fisura que dejara entrever humanidad.

Detrás de él, con un estilo mucho más relajado, avanzaba su hijo Alexander. Sonriente, simpático, saludaba con amabilidad a los empleados, como si buscara granjearse la simpatía que a su padre le importaba despreciar. Sin embargo, en sus ojos habitaba algo distinto: una chispa de astucia inquietante, casi predatoria.

Ambos subieron en el ascensor privado hasta el último piso, donde las oficinas ejecutivas esperaban como un mundo aparte. La secretaria personal del CEO se apresuró a recibirlos con una reverencia casi teatral.

—Buenos días, señor —dijo con una voz dulce pero tensa—. Todo está listo para su reunión con el gerente.

Richard apenas asintió, entrando en su despacho con la solemnidad de un rey. Alexander lo siguió, cerrando la puerta de vidrio tras de sí.

—¿Qué te trae por aquí hoy, papá? No es común verte en persona —preguntó el joven, con curiosidad genuina pero también con un dejo de picardía.

El CEO se acomodó con lentitud en su sillón, cruzando los dedos sobre el escritorio.

—Tenemos un problema que requiere mi atención personal.

Alexander arqueó una ceja, interesado. Richard se levantó, caminó hasta el ventanal y, con la mirada perdida en la ciudad que se extendía bajo sus pies, añadió:

—Las ventas han caído un treinta por ciento en los últimos seis meses. No pienso quedarme de brazos cruzados mientras el barco se hunde. Necesitamos un plan de marketing contundente.

Alexander se inclinó hacia adelante, con esa sonrisa de quien cree tener la solución en la palma de la mano.

—Ya he hablado con el equipo. Estoy preparando una propuesta integral. Pero… —hizo una pausa calculada— hay algo más que deberíamos considerar.

Richard se giró, escrutándolo con frialdad.

—¿Qué cosa?

—Cambios estructurales. Algunos empleados llevan demasiado tiempo aquí. Ya no se adaptan a las exigencias del mercado. Puede que haya llegado el momento de renovar.

El silencio se hizo denso en la oficina. Lo que sugería Alexander era evidente: despidos. Richard lo observó sin pestañear, como si midiera hasta dónde llegaba la ambición de su hijo.

 

Horas más tarde, Richard bajaba por las escaleras, absorto en sus pensamientos. El eco de sus pasos retumbaba en el silencio, hasta que un choque lo sacó de su ensimismamiento.

—Disculpe —dijo Alison, con una sonrisa tímida—. Buenos días, señor.

Richard la observó fijamente, como si tratara de ubicarla en algún recuerdo. Su mirada era pesada, casi inquisidora. Luego asintió con un gesto breve y siguió su camino. Alison lo miró alejarse con un extraño escalofrío que no supo explicar.

Desde lejos, Rocío no tardó en acercarse.

—¿Qué pasó? ¿Te dijo algo?

—No… solo me saludó —respondió Alison, encogiéndose de hombros.

Pero ambas sabían que no era un saludo cualquiera. La sola presencia del CEO imponía un silencio reverencial en la oficina. Y entonces, la voz grave de Richard sacudió los pasillos:

—¡Quiero al gerente en mi despacho, ahora mismo!

Los empleados se miraron entre sí, con la incomodidad de quien espera una tormenta.

 

Más tarde, Alison caminaba distraída hacia los baños del área de ventas cuando dobló una esquina y se topó de frente con Alexander. Él estaba allí, inmóvil, esperándola quizá. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo sin disimulo, como si quisiera desnudarla con la mirada. Alison sintió un frío recorrerle la espalda. Había escuchado rumores sobre él: mujeriego, arrogante, adicto al lujo y al poder. Sin decir palabra, se apartó y se marchó con prisa.

Poco después, Robert, el encargado de mantenimiento, apareció con su sonrisa campechana.

—Hola, Alison. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias —respondió ella, aún con la incomodidad pegada a la piel.

—Alexander preguntó por vos. Necesita a alguien de confianza que se encargue de la limpieza en su casa de Puerto Madero. Su ama de llaves se tomó vacaciones.

Alison parpadeó, sorprendida.

—¿Y cuánto… pagaría?

—Doscientos dólares por día. Una semana completa: mil en total.

Sus ojos brillaron. La tentación era demasiado grande. Sin pensarlo demasiado, aceptó.

—¡Claro que sí! ¿Cuándo empiezo?

—Mañana después del trabajo. A las cinco en punto. El chofer de la empresa te pasará a buscar.

Alison asintió, nerviosa pero entusiasmada.

 

Al día siguiente, durante el almuerzo, Alison se sentó en su lugar favorito junto a la ventana. Apenas había abierto su vianda cuando Santiago se acercó con una sonrisa ligera.

—Hola, Alison. ¿Cómo estás?

—Bien. Hoy estoy contenta —respondió con dulzura—. ¡Conseguí un ingreso extra!

—¿Ah, sí? —preguntó él, curioso.

—Robert me ofreció un trabajo de ama de llaves en la casa de Alexander. Hoy empiezo después del trabajo.

La sonrisa de Santiago se desvaneció. Bajó la mirada en silencio, como si un golpe invisible lo hubiera alcanzado. Alison, entusiasmada, no notó el cambio.

Santiago sí sabía cosas. Había visto cosas. Mujeres que entraban a esa casa y no siempre salían igual. No quería asustarla, pero tampoco podía fingir que no le preocupaba.

 

Esa tarde, Alison esperaba en recepción con el bolso en la mano. El chofer de la empresa se le acercó con una cortesía impecable.

—¿Lista, señorita Alison?

—Sí, lista —respondió ella, sonriendo.

Lo que no sabía era que, al cruzar esa puerta, estaba a punto de entrar en un mundo completamente distinto. Uno del que, quizás, no sería tan sencillo escapar.

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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