𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.
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Capítulo 8
Mamá llamada entrante...
Ignoré el sonar del teléfono, dejando que la llamada se desviara sola. Cuándo la música paró, suspiré.
Mensaje:
Mamá, no puedo hablar ahora.
Luego te llamo.
Kang.
Dejé el móvil en silencio, guardándolo en el bolsillo de mi ambo. Me dolía ignorar a Rin, me dolía ignorar a Kai, pero cuánto menos supieran... Cuánto menos se involucraran, mejor.
—Ey... —llamó Hyun al verme salir de la sala — ¿Te encuentras bien? Oí los gritos de Jay.
—Lo estoy Hyun, sólo necesitan tiempo —mostré una sonrisa decaída — ésto es más difícil para ellos que para mí.
—¿No les... Tienes miedo? —Hyun dudó al preguntar.
—¿Tenerles miedo? —el comentario me indignó — ¿de verdad Hyun? ¿Crees que debería tenerles miedo a simples víctimas de abuso?
—Son psicópatas, Kang —Hyun se mostraba incomprensivo.
—Están enfermos, son casos serios, Yu —mencioné su apellido con cierta burla — y éste lugar los empeora.
—¿Cuánto pasará hasta que Jay te golpee brutalmente o Noah amenace con comerte? —dijo el seguridad.
—¿Y a ti acaso te importa? ¿También estás demente y alucinas con escenarios catastróficos? —ya comenzaba a fastidiarme —. ¿Podrías... No meterte en mí trabajo? Gracias.
—Sólo intento advertirte —se excusó — he visto sus crisis.
—¿Si? ¿Y para ti éso es mucho? —enarqué una ceja — he visto las crisis de niñas pequeñas abusadas sexualmente por sus propios padres... Y aquí sigo.
Hyun ni siquiera habló.
—Con permiso...
Dejé al guardia allí sólo, metiéndome en el pequeño despacho. Debía comenzar a escribir los informes y no tenía tiempo para pelear con ignorantes, sinceramente tampoco las ganas.
Sin embargo tenía por delante un problema mayor, hacer las paces con Han Nelly.
Di un par de vueltas dentro de la oficinita sin saber muy bien que hacer, me faltaba material para el informe y tenía el instinto impulsivo de ir a verificar el estado de Noah, Jay y Nathaniel, me habían preocupado sus reacciones, pero aún era temprano y lo que menos quería era agobiarlos.
Nada cómo un buen café para que el tiempo pase, y casualmente había máquinas expendedoras en la sala de espera, fué un trayecto largo debido a que el Área Roja estaba mucho más alejada que el resto... ¿Precaución?
Me crucé con Nelly, ni qué hubiera estado pensando en ella. Me miró de arriba a abajo masticando su chicle cómo si fuera Regina George y rió con burla rodando los ojos.
...«Jodida golfa ríete, sé que parezco un puto cupcake de frambuesa... ¿Y qué?»...
Bueno al menos no parecía fruta de mercado, así que simplemente la ignoré, aunque me dieran ganas de arrancarle las extensiones.
...«¿Será que tengo algún problema de tolerancia cero?»...
Por desgracia debería tener una charla con ella.
En fin, metí el billete en la máquina y el humeante expreso comenzó a caer dentro del vasito de cartón y volví al despacho con pasos medidos para no volcar el líquido.
Me senté frente a la libreta de notas, registrando lo que había observado en la primera terapia grupal. Sería más fácil llevar la libreta a las sesiones para no tener que depender de mi retención de información, pero también tenía en cuenta que aquello podría alertar a los pacientes o ponerlos en una situación incómoda al sentirse comprometidos con sus palabras o "estudiados", cuánto más natural sea nuestra relación e interacción, sería mejor para todos. Además entrenaría mi muy vaga memoria y redacción, nada mal.
Noté a través de la ventana que daba al pasillo, cómo Hyun lanzaba miradas fugaces con cierto interés.
...«¿Acaso soy un bicho raro?»...
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Fecha: 30/11/2024 — Área Roja.
Personal a cargo: Enf. Psiquiatra. Kang Aerin
Resumen: Primera terapia grupal.
Observaciones Individuales:
001: Se muestra sereno y cooperativo
002: Receptivo y expresivo durante la sesión.
003: Distante y tenso. Actitud defensiva.
004: Encantador, cordial y calculador.
005: Callado, falta de conexión emocional.
006: Evadió preguntas demasiado personales.
007: Reservado, inquieto y errático.
Observaciones Generales:
Se percibe una jerarquía sutil entre los pacientes.
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Me levanté de la silla cuándo paré de escribir, cerrando la libreta y estirando mi espalda acalambrada. Miré la hora, casi las cinco.
Caminé fuera de la oficina hacia la habitación 007, toqué la puerta y entré.
—¿Puedo pasar? —consulté.
Vi a Noah sentado en chinito en el suelo, observaba fijamente la pared, en silencio. Me acerqué
—No estoy de humor para hablar —dijo en voz baja sin mirarme.
—Está bien, no tienes que hablar si no quieres —no iba a presionarlo — sólo quería saber cómo te sientes.
—No lo sé —tenía el ceño fruncido, jugaba con la manga de su camisa.
—A veces es difícil ponerlo en palabras —mi voz era tranquila — pero lo que pasó en la sesión... Parecías molesto, confundido.
Noah suspiró.
—No me gusta cuándo me miran —dijo mordiéndose el labio — pero... Me gusta cuándo tú me miras.
—¿Cuándo yo te miro? —levanté una ceja — ¿por qué?
—Eres... Diferente —dijo cruzando miradas conmigo, al fin.
—¿Por qué soy diferente? —le regalé una leve sonrisa.
—Porque no me ves cómo los demás —murmuró Noah bajando la cabeza.
—De acuerdo Noah —me puse de pie — volveré más tarde.
Me retiré en silencio bajo su atenta mirada. Me moví de habitación, tocando en la 005.
Nathaniel estaba de pie, mirando por la ventana, noté su postura tensa. Me acerqué a él con los brazos relajados y los dedos entrelazados.
—Estuviste participativo hoy —dije suavizando mi tono al notar su incomodidad.
—No fué intencional —dijo sin apartar la vista de la ventana.
—Aún así es un cambio —lo alenté.
—¿Es bueno o malo? —Nathaniel finalmente me miró de reojo.
—Eso depende de cómo te hizo sentir —esbocé una sonrisa tranquila.
Nathaniel se quedó en silencio un momento y luego suspiró.
—Extraño...
—¿Extraño porque no estás acostumbrado o porque te arrepientes de haber hablado? —dije ladeando un poco la cabeza.
—No lo sé... —se cruzó de brazos — a veces siento que es mejor no decir nada.
—¿Por miedo a que te escuchen o por miedo a lo que puedas decir? —observé a Nathaniel con atención.
—Ambas —dijo tensándose, mirándome fijamente.
—Está bien, Nath —sonreí con suavidad — gracias... Vuelvo luego.
Claramente Nathaniel no estaba acostumbrado a expresarse, pero quizás lo hice sentir lo suficientemente cómodo como para intentarlo.
Salí de la habitación y cambié de puerta. Misma dinámica, golpear tres veces y entrar.
Jay estaba sentado en el suelo contra la pared, con la cabeza apoyada en sus rodillas. Caminé hacia él y me senté a su lado, manteniendo una distancia prudente.
—¿Te molesta si me quedo aquí? —pregunté en voz baja.
—No me importa —Jay se encogió de hombros.
Suspiré.
—Parecías molesto hoy...
—No estaba molesto —frunció el ceño mirando el suelo.
—¿Entonces qué sentías? —lo observé con calma.
Jay apretó la mandíbula, dudando.
—No lo sé...
—A veces lleva tiempo entender lo que sentimos —asentí dándole su espacio.
—Es frustrante —suspiró Jay, en un tono más bajo.
—¿El qué?
Jay levantó la vista del suelo, mirándome a la cara, sus ojos reflejaban un complicado conflicto interno.
—Sentir algo y no saber qué hacer con ello...
—Si... Lo sé... —asentí sonriendo con tristeza — sólo quería verte y comprobar que estuvieras bien.
Con calma me levanté del suelo y caminé hacia la puerta, tomé el picaporte y antes de girarlo, me volteé.
—Adiós Jay, te veo después.
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Ya más tarde, recogí las bandejas organizadoras de medicamentos individuales para cada paciente, dejándolas en el carrito de metal que saqué de enfermería con anterioridad. Me lo llevé por los pasillos, oía golpear y chillar de forma molesta una rueda.
Respiré hondo, adaptándome a la rutina.
Si para mi era de algún modo "aburrida" para ellos debía serlo peor.
Repetí la acción de llamar a la puerta y entrar con todas las habitaciones, comenzando con la de Adrian.
Yacía sentado en su escritorio, con la cabeza enterrada entre sus brazos. Dejé el carrito a un lado y me acerqué con su bandeja.
—Aquí tienes, Adrian —le ofrecí un vaso de agua.
Él se incorporó y tomó las pastillas sin decir nada, bebiendo el agua lentamente.
—Ni siquiera pusiste mala cara —lo observé — ¿éso es un progreso?
—Me acostumbro —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Éso es bueno o malo? —sonreí levemente.
—Aún no lo decido —Adrián me miró de reojo, pensativo.
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—¿Sin trucos hoy? —dije entregándole la pastilla y el agua — ¿cierto?
—Depende... —Ethan sonríe de lado — ¿te gustaría que hiciera algo inesperado?
—Me gustaría que tomaras tu medicamento sin hacerme perder el tiempo —suspiré.
Lee levanta las manos en señal de rendición.
—Está bien, está bien... No quiero que pienses que soy un problema —toma la pastilla y bebe el agua — ¿o tal vez si?
—Eres un problema —me crucé de brazos.
—Me gusta cómo lo dices —sonrió más.
...«Parece que disfrutas la rutina»...
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—Tómalas, Jay —le ofrecí la medicación.
Jay suspiró y tomó el vaso sin mirarme.
—Odio esto.
—Lo sé —asentí — pero sigue siendo necesario.
Jay apretó la mandíbula pero pasó la pastilla sin discutir más.
Me limité a observarlo
—Gracias.
—No lo tomes como un favor —me echó una mirada rápida.
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—Toma, Jake.
—Gracias por cuidarme tan bien —sonrió suavemente y tomó su tratamiento sin prisa.
No respondí, simplemente lo analicé atentamente.
—Apuesto a que te gustaría vernos mejorar... —bebe el agua lentamente — aunque algunos no lo aprecien cómo deberían.
—No espero agradecimientos —fruncí el ceño, cruzándome de brazos.
Jake inclinó su cabeza y sonrió.
—Eso es lo que me gusta de ti.
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—Aquí tienes, Nathaniel —ofrecí con voz tranquila.
Miró fijamente la pastilla en mi mano, no la tomó de inmediato.
—¿Pasa algo?
Nathaniel finalmente traga la pastilla, pero su expresión continuó vacía.
—Sabe horrible —frunce el ceño.
—Lo sé... —sonrío levemente.
—Tú no lo sabes —dijo masticando el interior de su mejilla.
Me incliné un poco.
—Tienes razón, pero lo imagino.
El pelinegro me observó un momento.
—Tienes suerte —susurró y se alejó de mí sin más explicaciones.
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—¿Y si un día decido no tomarlas? —sonrió con suavidad, tomando las pastillas entre sus dedos
—Sabría que lo haces sólo para ver mi reacción —me crucé de brazos, con calma.
Ash se llevó los medicamentos a la boca, pero se quedó observándome sin tragarlos de inmediato.
—Touché —rió suavemente antes de pasarlas.
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—Es hora, Noah —le ofrecí las píldoras y el agua.
Miró las pastillas en su mano, pensativo.
—¿Qué pasa si no las tomo?
—Te sentirías peor —suspiré.
Finalmente se las traga y acaba con el vaso de agua.