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Redención Nuestra

Redención Nuestra

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Oficina / Malentendidos / Romance de oficina / Mujer despreciada
Popularitas:413
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Rose estaba decepcionada del sentimiento llamado amor y por mucho tiempo no creyó en el ni lo buscó hasta que se involucró con él.

Silvain James es un hombre de una familia rica y poderosa pero que tenía más suciedad que el desagüe de la ciudad. Tampoco creía en el amor hasta que se involucró con ella.

Ambos terminaron casándose bajo las condiciones y amenazas del abuelo de Silvain. Juntos tienen que lidiar con la familia James y sus intrigas por la herencia de la compañía y riqueza que dejaba en vida el patriarca de la familia.

Entre sus días de casados y evitando los esquemas de esas personas, surge un secreto que podría causar grandes controversias y el fin del amor entre Rose y Silvain.

NovelToon tiene autorización de Koh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

Mientras la comida en el comedor de la mansión de los James se volvía incomoda, dentro de la casa de Rose y Silvain, el mayordomo de rostro amable, cojeó por el lugar, observando cada rincón. Evitó a la cocinera que estaba viendo la televisión en la cocina y la chica de la limpieza estaba también veía la televisión. Estando ya un poco viejo, usó su edad para declarar que descansaría en su propia habitación y así, escabullirse entre los rincones de la casa.

Buscaba entre rincones, algún indicio de cámaras ocultas, además de las propias en la sala y la cocina. Sin embargo, se sintió aliviado de notar que no había algo parecido, tal vez estaba paranoico luego de vivir lo que vivió, pero no podía descartar que ese viejo mandara a vigilar a su propio nieto solo para mantener el control de la situación.

Faltaba mirar en la segunda planta, pero con su condición, era difícil subir las escaleras y mirar rápidamente las habitaciones, así que aquella tarea la dejaría para después, aun había tiempo, de todas formas nunca es tarde para tomar venganza.

Regresó a su habitación, donde se sentó en su cama ya adolorido del pie cojo, soltó un suspiro del alivio de la presión a su pie. Se llevó los puños a la espalda y se dio golpecitos para aliviar el dolor al estar agachándose en los rincones para cerciorarse que no había esas cámaras o micrófonos. Luego se quedó mirando hacia un rincón, recordando esos eventos.

Si hubiera sido más valiente… si hubiese tenido algún poder, pero solo era un mero sirviente, qué poder podría tener un pobre diablo como él. Aunque, también fue su culpa involucrarse con esa mujer. Ella, tan sola y triste, viviendo en el infierno, sin nadie que la socorriera, pero quién, incluso su primer esposo estaba muerto, asesinado por esa persona.

Cerró los ojos, tratando de espantar el horror de los actos inhumanos de esa bestia. Apretó los dientes y al fin soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, al salir de esas memorias.

Se recostó en su cama y miró el techo, pensando en cómo lograr una mayor cercanía con la señora de la casa. Esos ojos y el cabello, las mismas facciones y la misma sonrisa, Rose Milton, era igual a Daisy, la esposa de George James.

...****************...

Rose tomó un sorbo de agua de su copa y continuó cortando con elegancia la carne en su plato, mientras Silvain trataba de no mirar a su padre que estaba frente a él, del otro lado de la mesa. Aún no había ajustado cuentas luego de ese comentario, aunque reflexionando, aun no entendía la razón de su enojo ante el prejuicio de su padre. Aunque, viéndolo objetivamente, él mismo había hecho comentarios parecidos hacia ella en más de una ocasión. Con qué cara señalaba las palabras de un pelele. Mordió la carne con fuerza, tratando de bajar la ira, y de pronto sintió una mano descansar en su pierna. Alzó la cabeza para ver los ojos azules de Rose, mirándolo con cierta duda. El roce de ella hizo que su cuerpo se estremeciera de anticipación pura, sintiendo con extrema vergüenza, como su amiguito comenzaba a erguirse orgulloso.

Tragó duro y sujetó la mano de Rose, indicándole que todo estaba bien, pero con el propósito que lo dejara de tocar, porque no quería que viera el efecto que tenía solo su toque en él.

Rose lo vio un poco aturdido con su toque y se extrañó de su comportamiento, pero sintiendo el apretón delicado de su mano tibia a la suya, levantó la mano para continuar con la comida, sin darse cuenta de cómo Silvain soltaba un suspiro.

Cuando la comida terminó, algunas personas soltaron un suspiro y no esperaban el momento para poder marcharse, el sofoco ante la escena era tal que esperaban que ese día al mes no llegara tan pronto, porque en vez de parecer una familia, parecían enemigos obligados a compartir su presencia en una sinfonía de silencios incomodos.

Sin embargo, y para su infortunio, el abuelo tenía un anuncio que dar. Cuando se hubieron sentado en la sala, con sus respectivas tazas de té o café, el abuelo se tomó el tiempo para degustar su propia taza de té, y tener a todos tensos. Luego de unos minutos, que para la mayoría parecían horas, George dejó su taza en la mesa del centro y se aclaró la garganta.

-Como saben, cada vez me hago más viejo.

-No eres viejo, papá – mencionó Raymond, el segundo hijo.

George sonrió, aunque sintió que las palabras de su hijo solo eran lambisconería que sus verdaderos pensamientos.

-Claro que ya estoy viejo. En todo caso, quiero ver a todos mis nietos casados, en cierta manera, faltan un par en llegar al matrimonio, pero esa es una condición para que pudiesen heredar y estar al frente de la compañía principal del negocio familiar.

Todos parecieron inspirar con asombro. Silvain solo hiso una mueca de desagrado ante el plan del anciano en demostrar que todos eran unos inútiles. Los quería casados con el propósito de tenerlos ocupados.

-Y, como otro requisito, solo los que trabajan en las empresas afiliadas pueden participar para poder heredar el puesto de Ceo en la matriz.

A parte de Silvain quien era uno de los que trabajaban en una filial de la compañía de productos químicos, los otros tres primos también trabajaban dentro de otras filiales, aunque uno como gerente de marketing, el otro como asesor financiero, y el último en planificación estratégica. Las mujeres, tristemente ninguna de ellas quiso estudiar nada de finanzas y negocios, solo se dedicaron a estudiar sin terminar nada, gastando el dinero como si fuera infinito, comprando joyas, ropas y zapatos como si no hubiese un mañana, y ahora, aunque tenían una cara llena de inconformidad, no podían protestar en nada, porque tampoco hicieron nada para tener un lugar en la herencia, aunque claro, como miembros de la familia, tenían un mísero porcentaje de acciones en la compañía para cobrar y vivir bien, al menos hasta que envejezcan o que la compañía no quebrara.

Ahora, aunque Silvain no creía que sus primos podrían ser competencia alguna, no confiaba en sus tíos, quienes, aunque no eran directores ejecutivos en las filiales, aun eran directores en producción y la vicepresidencia. No eran buenos, a penas notables, pero eran viejos zorros que habían visto muchas olas en el mercado.

Sin duda, de quien debería tener más cuidado era de sus tíos, pero ni crean que se quedaría de brazos cruzados. Tenía en sus manos, más información de la que ellos mismos habrían creído que encontraría de sus tantas fechorías cometidas a lo largo de los años. Si intentaran hacer algo, no solo contra él, sino contra su esposa, pagarían todo en la cárcel.

-Ahora bien – el abuelo humedeció la lengua con su té – Quién me traiga mejores resultados en los próximos seis meses, podrá tomar el puesto.

Hank, Luis junior, y Billy se frotaron las manos. Hacía tiempo que se habían preparado para implementar nuevas estrategias para elevar las ventas, y miraron a Silvain con cierta burla, aunque casi tenían la misma edad, ellos no habían estado perdiendo el tiempo en una empresa ajena a lo que se dedicaba la familia, que eran productos químicos.

Al termino de las palabras del anciano, todos se levantaron y se marcharon, dejando a Rose y Silvain en la sala. Los demás no mostraron interés, sabían que George había cuidado a Silvain desde pequeño, así que, no es que no sospecharan el favoritismo del anciano, pero habiendo dicho sus condiciones, Silvain no podía hacer nada.

Cuando todos se hubieron ido, Silvain miró a su abuelo.

-¿Por qué mentir?

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