Pasiones Prohibidas

Damian.


Movía sus caderas al compás de la suave melodía que se esparcía en el lugar, suavemente alzaba su redondo trasero para darme una mejor vista como espectador.

Tomó, unas esposas del exhibidor, pasándolas por sus labios totalmente rojos y metió uno de sus dedos en su boca y lo chupo dejando un sonido chusco cuando lo sacó de su boca, ese acto despertó en mí un deseo jamás experimentado, mi respiración empezó a agitarse cerrando mis manos en puños para poder resistirme.

Ella continuó su baile bajando las esposas suavemente por su cuello, se encontraba al otro lado en un cuarto de baile exclusivo de mi nuevo club, nos separaba una cortina en la cual yo estaba sentado pegado a la misma cortina como espectador y me sentía un depredador que no poseía control de mis instintos más oscuros.

Ella fue acercándose lentamente para alzar una de sus piernas y subir el tacón de su bota a mi pierna, ¡se veía jodidamente sexi!

Esta vestida con un vestido de cuero negro que solo alcanza a tapar su redondo trasero, el escote del vestido llega casi a su ombligo , dejando sus hermosos senos casi sin tela, sus brazos lo cubria la tela y el mismo vestido llegaba a su cuello haciendo forma de una gargantilla, su antifaz casi no cubría su rostro, su cabello castaño se encontraba en una cola alta y dos rizos salian de su cabello cayendo a su rostro, su atuendo lo acompañaba unas botas del mismo color y material que llegaba abajo de sus rodillas con tacones altos, su piel brillaba en las luces de la habitación, era una maravillosa imagen, por la cuál no creo posible respetar las jodidas reglas de éste club.

El pie que alzó lo fue rodando rozando la punta de la botas en mi pierna hasta llegar específicamente en mi entrepierna.

No logré ser controlador, con la acción realizada por ella, rodé la cortina dando vista a quien era.

Ella al verme se asustó quiso retroceder, pero casi cae, la jale hacia mi y calló quedando con las piernas abiertas sentada en mi piernas.

—No me gustan los juegos cariño y el día de hoy te has portado muy mal, dije mirándola como presa en frente de un león hambriento.

—No tienes permitido tocarme —dijo ella tratando de poner límites entre los dos.

—No pienso hacerlo mi pasiflora —dije sosteniendo en mis manos las esposas anteriormente tenidas por ella y sosteniéndola fuerte por la cintura con mi otra mano.

—No Haré nada de lo que no desees —dije acercando mi rostro a su cuello saque mi lengua y fui pasándola lentamente llegando a su mentón.

Su baile me volvió loco y la presioné en el problema que tenía con mi amigo haciéndola gemir, di un gruñido de satisfacción, ese sonido es melodía para mis oídos.

La tomé del cuello y la acerqué a mí y me adueñé de sus rojos labios, no quiso aceptar el beso y mordí su labio, el dolor la hizo que abriera la boca y metí mi lengua dentro de ella.

El sonido del celular me despertó y con el arma que tenia en mis manos apunte a todos lados,

¡fue un puto sueño!....

Tire mi cuerpo hacia atrás quedando nuevamente acostado, sudaba y en realidad tenía un problema en mi entrepierna, estoy perdiendo la cabeza con esa mujer.

Tome el celular en mis manos, vi que era Andrés, mi amigo y socio —¿Qué quieres? Pregunté enojado por despertarme del magnífico sueño que tenía.

—La encontré, dijo al otro lado de la línea.

—¿Encontraste a quien?, te partiré la cara si no es importante, dije tratando de calmar mi respiración, tome mi reloj que se encontraba en la mesa de noche y eran las tres de la madrugada.

—Encontré a Anna, respondió Andrés haciendo que yo quedara sentado en la cama y una siniestra sonrisa se dibujara en mi rostro.

—Llévala a la bodega, no la toques, prepara todo en una hora estaré allá, dije cortando la llamada.

Anna, Anna, Anna, llegaste en un buen momento, decía en voz alta caminando al baño, tome una ducha llame a Anthony y le ordené que se dirigiera a la bodega.

Anthony es un policía, que está en la estación para mantenerme informado de los avances en contra de Vicenzo Olivieri, le pago cinco veces más de lo que gana en un año, así que es un fiel mensajero.

Salí del baño fui al clóset, busqué un pantalón de color negro, una camiseta del mismo color pegado a mi cuerpo, mis zapatos negros brillaban a la luz de la noche, peine mi cabello, tome loción me unte y me mire al espejo, una sonrisa se dibujo en mi rostro, por lo que en mi mente tengo preparado para Anna.

Abrí un compartimiento dentro del clóset y de ahí, saqué un pequeño equipaje donde soy mi otro yo, o mejor decirlo, ¡mi verdadero yo!

Lo tome y salí de mi habitación, subí en el auto de mi verdadero yo, y salí por un túnel que me llevaba a la otra calle de mi residencia, allí salí en otra de mis casas.

En cuestión de media hora estaba en la bodega, abrí el equipaje y me puse la máscara, me coloqué el buzo rayado que posee una capucha plegable que hace juego con la máscara, quedando Vicenzo Olivieri en acción.


Salí del auto y Anthony se encontraba recostado a su auto fumando un cigarrillo, cuando me vio bajar lo tiro y separó firmé.

—La viste, pregunté, llegando a él.

—si, dijo con voz temblorosa.

Sus manos sudaban, su último encuentro conmigo no fue satisfactorio para él, ya que le tuve que enseñar a no ser ineficiente en su trabajo, por su culpa este cabo suelto duró quince días teniendo en su boca la información de mi identidad.

Su tortura duro dos dias en donde descargas Eléctricas recorrieron su cuerpo y latigazos marcaron su espalda, por no saber hacer su trabajo, fui blando con él, por ser mi informante, solo por esta ocasión, pero no acepto otra falla de su parte.

Empecé a caminar, él camino a un lado de mi con cuidado con miedo de cometer un error, uno de mis hombres, agachó su rostro y abrió la puerta.

Entre y ahí se encontraba Andrés, cuando me vio llegar sonrió y se levantó de la silla, camino a mi y me entrego una tablet en donde, vi las grabaciones de la ratonera en la que la habían encontrado.

Cada paso que había dado en los últimos quince días que llevaba desaparecida.

Había imágenes de todas las personas con las que se reunió y habló en este tiempo.

Le devolví la tablet a Andrés, observe el lugar, camine en dirección donde se encontraba amordazada, está sentada en una silla atada de pies y manos y su cabeza cubierta, me senté en una silla que tenía enfrente, quite el saco de tela que tenía en su cabeza, tenía los ojos vendados, quite la tela permitiéndole ver la mascara que cubría mi identidad.

Anna al verme empezó a negar con la cabeza, y lágrimas empezaron a correr por su rostro, mientras que en el mío, detrás de la máscara se dibujó una sonrisa de satisfacción.