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Flor Del Pensamiento

Flor Del Pensamiento

Status: En proceso
Genre:Acción / Romance / Intrigante / Traiciones y engaños / Apocalipsis
Popularitas:422
Nilai: 5
nombre de autor: Tomás Verón

En un mundo devastado por un virus que desmorono la humanidad, Facundo y Nadiya sobreviven entre los paisajes desolados de un invierno eterno en la Patagonia. Mientras luchan contra los infectados, descubre que el verdadero enemigo puede ser la humanidad misma corrompida por el hambre y la desesperación. Ambos se enfrentarán a la desición de proteger lo que queda de su humanidad o dejarse consumir por el mundo brutal que los rodea

NovelToon tiene autorización de Tomás Verón para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 7

La noche ha caído, cubriendo la ciudad en una negrura opresiva. Estoy en la pequeña cocina de un hostal que encontré a unas ocho cuadras del "Hotel Arrayanes". Con lo poco que conseguí aquí, preparo un guiso sencillo con legumbres enlatadas. Un alimento humilde, pero suficiente para recargar fuerzas.

Las ventanas del recibidor que dan a la calle están selladas. Usé maderas, mesas y cortinas para bloquear cualquier mirada curiosa, ya sea de infectados o de humanos. No es mucho, pero da cierta sensación de seguridad.

En una de las habitaciones del primer piso, la mujer que rescaté del hotel anterior descansa. La encontré malherida y al borde del colapso. Traté sus heridas con los últimos suministros médicos que me quedaban y la dejé en lo que parece ser la habitación del dueño del hostal.

Entre sus pertenencias hallé un mapa, un tesoro inesperado. Aproveché para marcar las tiendas que vi mientras la traía hasta aquí. Desde afuera, algunas parecen contener provisiones útiles. Incluso noté lo que podría ser un hospital, aunque la zona estaba llena de infectados. Ir allí sería un riesgo enorme, pero si no encuentro una farmacia, no tendré otra opción.

De los hombres que atacaron a esta mujer, solo conseguí sus pistolas. El que la maltrataba tenía dos cargadores, uno en la pistola y otro de repuesto. Es mejor que nada; hacía tiempo que no contaba con armas de fuego.

En el comedor del hostal, reviso las pertenencias de mi mochila, organizando lo que tengo y lo que me falta. El silencio me permite concentrarme, pero un quejido suave interrumpe mis pensamientos. Viene de la habitación donde está descansando la mujer.

Dejo todo y me acerco a la puerta. Al entrar, la encuentro despierta, observando la habitación con una mirada perdida.

Es una mujer de unos treinta años. Su cabello negro cae en mechones desordenados, y su piel pálida contrasta con los profundos ojos grises, un color que nunca había visto en una persona. Sus manos son testigos de su sufrimiento: le faltan dos dedos en la mano derecha, y la otra está envuelta en un vendaje grueso que hice con lo último de mis suministros.

— Al fin despertaste –digo con un tono que intenta ser amable, aunque sé que mis palabras suenan tajantes y serias.

Ella me mira desde el marco de la puerta, sus ojos recorriéndome con desconfianza. Intenta incorporarse, pero al apoyar su mano herida, un gemido de dolor escapa de sus labios.

Suspiro, dando un paso hacia adelante. Me acerco y la ayudo a sentarse con cuidado.

— Tranquila. Tu herida aún es reciente. No la fuerces. –Esta vez, mi voz suena más suave, menos defensiva.

Ella se acomoda lentamente en la cama, observando el vendaje que cubre su mano. Doy un paso atrás, quedándome de pie a su costado.

— ¿Cómo te llamas? –pregunto después de un momento de silencio.

Ella gira para mirarme, pero no responde. Sus ojos están vagos, como si estuviera luchando entre la desconfianza y la necesidad de confiar.

Intento suavizar la tensión. Me rasco el cabello y esbozo una sonrisa forzada.

— Tranquila. No soy como esos hombres. Me llamo Facundo. –Mis palabras parecen alcanzar algo dentro de ella. Abre la boca lentamente, y al fin responde con una voz suave.

— Yo... yo me llamo Nadiya.

Su tono es tan tranquilo que me sorprende. Hay una paz inexplicable en su voz, algo que contrasta con el caos del mundo que nos rodea. Sus ojos grises ahora me miran con algo de confianza, como si viera en mí un salvador.

"Salvador..." pienso con amargura. "No soy más que un inútil que mata para sobrevivir, justificándolo como si ellos lo merecieran. No soy mejor que ellos."

— Nadiya... Nunca había escuchado un nombre así.

— Es ucraniano... Soy ucraniana. –Su mirada se suaviza aún más, como si al revelarlo se quitara un peso de encima.

La sorpresa me invade. No es común encontrar a alguien de tan lejos, y menos que hable español con esa fluidez.

— Bien, Nadiya. Estoy haciendo de comer. Descansa un poco más. Cuando esté listo, te traeré tu porción. –Me giro hacia la puerta, listo para regresar a la cocina.

— Gra... gracias... por salvarme y cuidarme...

Sus palabras me detienen. Miro por encima del hombro y encuentro sus ojos llenos de tristeza, pero también de gratitud. Por un momento, mi corazón se ablanda. Le sonrío levemente antes de salir de la habitación, dejándola descansar mientras regreso a terminar la comida.

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