Soy "Jessica Sinclair" , ese es mi nombre a diferencia de lo que todos creen, no soy la hija mimada , ni la princesa de papá , es todo lo contrario, a pesar de ser la hija biológica parezco más la adoptada y en esta trama no sólo soy yo, también está él, Edward Jones y no menos importante ,Sara Sinclair _mi pequeña hermana adoptada.
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Han llegado.
Al llegar a la sala, la escena era predecible, pero con una capa extra de asco. Sarah estaba casi restregándosele a Edward en el sofá, susurrándole algo con una cercanía íntima y descarada.
Pero cuando me vieron, todo se congeló.
El ceño de Sarah se frunció en una mueca de disgusto mal disimulado. Edward, en cambio, tragó en seco, el trago de su bebida deteniéndose a medio camino de sus labios.
Nunca antes me había visto así. Siempre traté de ser lo más recatada posible, la "novia decente" que le convenía a su imagen pública. Ahora, francamente, me daba igual su imagen.
—Hola, Jess —me dijo el muy cretino, con la voz un poco más ronca de lo habitual, mientras me miraba de pies a cabeza, y de forma casi imperceptible, se pasaba la lengua por los labios.
Fue un gesto tan pervertido y desagradable, tan alejado de su fachada de caballero, que la bilis subió a mi garganta. Jamás había conocido ese lado de Edward, pero ahora entendía que su decencia era solo una capa finísima que cubría la vulgaridad de sus intenciones. Su sola presencia me asqueaba, pero tenía que fingir, tenía que jugar a la prometida intrigante.
—Quería preguntarte —continuó, sin apartar la vista de mis largas piernas, con un interés renovado— si me acompañarías a visitar al abuelo hoy.
Antes, yo me habría negado. La timidez, la sensación de ser una intrusa en su mundo lujoso, o simplemente el fastidio, me habrían llevado a rechazarlo. Pero esta vez no sería igual.
El Abuelo Jones.
El único que siempre estuvo de mi lado. El único que me veía con cariño genuino, sin importar si lloraba o si era la "chica dramática" de la que todos se burlaban. Y sabía algo más, una pieza de información crucial que la antigua Jess no valoró: el abuelo hoy recibiría a alguien muy importante.
Un hombre de negocios poderoso, alguien que podría convertirse en un gran aliado.
Mi mente comenzó a trazar el plan. La venganza no era solo castigo; era ascenso, es poder.
Así que solo asentí, con un movimiento lento y pensativo. —Claro, Edward. Me encantaría.
Él no pudo disimular su alivio. Se sacudió de Sarah disimuladamente, como quitándose migas de pan, y se acercó a mí. Aun así, di un paso firme hacia atrás, deteniendo su avance. No iba a permitir ningún contacto innecesario.
—Vamos de una vez —dije, cortante, con la máscara de la impaciencia—. No me gusta llegar tarde.
Él solo asintió, su rostro una mezcla de excitación y desconcierto. Se giró para ver a Sarah, quien estaba haciendo un puchero de lo más ridículo, su expresión infantil y traicionera. Vaya que cómo pude ser tan ciega antes y no darme cuenta de lo que estos dos ya se traían. Era obvio, descaradamente obvio. El amor me había convertido en una idiota.
Una vez salimos juntos hacia el auto, el ambiente se tornó incómodo para Edward. A diferencia de otras veces, yo no tenía nada que decirle. Antes, parloteaba como una ciega enamorada, llenando el silencio con mis planes y sueños. Ahora, me aburría mortalmente.
—¿Por qué visitamos a tu abuelo hoy? —pregunté, sin mirarlo, dedicándome a ver el paisaje a través de la ventana polarizada—. ¿Hay algún evento o algo importante en la Mansión Jones?
La pregunta era capciosa. Yo ya sabía la respuesta, pero quería ver su reacción.
Edward negó con la cabeza, impaciente con mi repentina falta de entusiasmo. —Mi padre me dijo que tenía que estar hoy ahí. No sé por qué.
Y ahí lo entendí.
El Sr. Jones, el hombre que me había dicho que debía "entender" que era normal que la gente como ellos tuvieran amantes. El que, con su falsa condescendencia, había apoyado la traición de su hijo.
Pero ahora, sabía el sucio secreto que él ocultaba.
En la familia Jones, el era el ilegítimo por eso enviaba al nieto, porque la verdadera familia de Mathew Jones, volvía hoy.
Lo había ocultado tan bien, usando su fachada de hombre de negocios impecable para ganarse el respeto, y manipulando a su padre para que creyera que solo un heredero "legítimo" de Edward garantizaría la continuidad.
Su hipocresía me daba náuseas. Él mismo había sido el fruto de una aventura, y ahora usaba la misma táctica para justificar las de su hijo y asegurar su futuro control sobre el imperio.
Lo pagarían. Todos y cada uno de ellos. Mi suegro, Edward, y por supuesto, mi hermana Sarah y mis queridos padres. Todos caerían bajo el peso de sus propios secretos.
El resto del trayecto fue un silencio pesado y tenso. Edward intentó varias veces iniciar una conversación coqueta, impulsado por mi nuevo look, pero yo lo cortaba con monosílabos o simplemente me giraba a ver el paisaje, dejando que la frustración se acumulara en él. Necesitaba que se sintiera inseguro, que entendiera que la antigua Jess, la sumisa y predecible, había muerto.
Cuando el auto se detuvo ante la imponente Mansión Jones, sentí un escalofrío. Era un lugar de poder y de secretos. La mansión era una fortaleza, y yo estaba a punto de entrar, ya no como una inocente prometida sino, como alguien con una gran sed de venganza.
Edward se bajó, abriéndome la puerta con una cortesía forzada que antes me habría derretido, pero que ahora solo me parecía patética.
—Te ves... muy bien, Jess. Deberías usar más esos colores.
Una sonrisa fría y breve. —Gracias. Ya me había cansado de usar lo que la gente esperaba que usara.
El golpe fue sutil, pero él lo sintió. Su mandíbula se tensó.
Al entrar, la atmósfera era solemne. El mayordomo nos guio directamente a la biblioteca privada del Abuelo Jones. Sabía que allí me esperaba mi primer y más poderoso aliado, el hombre que me había defendido sin saber la verdad completa. El hombre cuya única debilidad era el amor por su nieto y el deseo de asegurar un legado.
El Abuelo Jones estaba sentado en su sillón de cuero, un hombre mayor, pero con ojos sagaces y penetrantes. Al verme, su rostro se iluminó con una calidez que contrastaba con la frialdad de Edward y su padre.
—¡Jessica, querida! —exclamó, con una voz profunda—. Qué alegría verte tan... radiante.
Edward frunció el ceño ante la palabra "radiante", una palabra que nunca le había dedicado.
—Gracias, abuelo —respondí, caminando directamente hacia él, ignorando a Edward, y tomándole la mano con afecto genuino—. Es un placer verte.
En ese momento, la puerta de la biblioteca se abrió con el sonido controlado de un anuncio.
—Señor Jones, han llegado, el Señor Skylar junto a su hijo Ethan —anunció el mayordomo.
Los ojos del Abuelo Jones brillaron.
El nombre resonó en mi memoria. Uno de los empresarios de tecnología y finanzas más influyentes en el mundo, todo un genio que a temprana edad había logrado más que cualquiera en el mundo empresarial.
Liam Jones, jamás imaginé que ambos tuvieran lazos reales.
El Señor Skylar y Liam ingresaron juntos, su presencia era realmente sorprendente.
Estuve pasmada ante la imagen del joven, era de rasgos realmente hermosos, pero con mirada fría y distante, pero cuando sus ojos se cruzaron con los míos una extraña sensación mi invadió y lo vi, lo vi curvar ligeramente sus labios por una fracción de segundo, ¿que fue eso?