Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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07
— Yo aún no puedo creerlo —intervino mi novio, apoyando su mentón sobre mi hombro. Respondí al gesto acurrucándome contra él.
— Deberías intentarlo también —sugerí con el afán de molestarlo— Apuesto que Karl estaría encantado con la idea de tener un pandita bebé.
La expresión de Kris se tornó seria, deshaciendo su enorme sonrisa ante la mención de aquel nombre.
— ¿Dije algo malo? —me atreví a preguntar. Kris no respondió.
— ¿Pasa algo? —esta vez fue Dylan quien preguntó.
— ¿Qué?
— Karl y yo terminamos. —confesó indiferente.
— ¿Por qué? —Dylan estaba tan consternado como yo.
— Digamos que nuestros intereses nos conducían por caminos diferentes. Él buscaba tiempo completo, mismos gustos e intereses. Y ambos, definitivamente no coincidimos en muchas cosas, incluso gradualmente fuimos separándonos.
— Lo siento, no quise incomodarte— admití apenado.
— Está bien —aseguró— Ambos lo estamos, Karl al final tuvo suerte y encontró refugio en Kris.
— Pero Kris está con Kai —añadió Dylan confundido.
— Todos sabemos que esa relación no funcionó, si esos dos permanecen fingiendo el matrimonio perfecto, debe ser por su hijo, no porque se amen.
Nadie dijo nada, la tensión era palpable.
— Pero, en fin. —Kris suspiró, corrigiendo su expresión— ¿Cuántas semanas tiene este bebé? —posó su mano en mi abdomen, manteniendo cierto respeto y prudencia.
— Siete —respondí sonriente, tratando de seguir el tema original.
— Casi dos meses. —murmuró, invitándonos al interior del consultorio, una vez dentro, las preguntas habituales no se hicieron esperar— ¿Los síntomas son soportables?
— Un poco, varían según el horario —confesé— Por las mañanas las náuseas son más recurrentes y últimamente me mareo con frecuencia.
— ¿Es eso normal? —intervino Dylan.
— Durante los primeros tres meses, sí. Mientras no exista espasmo, fiebre, o dolor de cabeza es completamente normal.
Existió una pequeña pausa, mientras nuestro amigo tecleaba algunas cosas en su computadora.
— ¿Realizaste prueba casera o de laboratorio? —prosiguió.
— Ambas, realicé ambas. —respondí, sintiéndome inexplicablemente ansioso. Dylan unió nuestras manos, notando el cambio.
— Vale. —anotó más cosas en su reporte— De todos modos emitiré una orden para realizarte nuevos estudios, sólo para asegurarnos que todo esté en orden ¿Os parece?
— Por supuesto. —respondió Dylan.
— Bien —un último click y Kris se puso en pie— Hora de la revisión.
Tras medir mi abdomen, pesarme y tomar mi tensión, el momento que tanto anhelábamos llegó.
Kris me indicó que subiera a la camilla que se encontraba en un extremo del consultorio, pidiendo también que descubriera mi estómago mientras él preparaba aquel extraño artefacto con el que veríamos a nuestro bebé.
Dylan me ayudó en todo momento, sonriéndome con dulzura, simultáneamente deslizaba las yemas de sus dedos sobre la piel de mi abdomen desnudo.
Aún no se me notaba casi nada de embarazo, solo una pequeñísima curva, prácticamente inexistente, pero tenía fé en que pronto eso cambiaría.
— ¿Listos para ver a su hijo? —sonrió, esparciendo un viscoso y frio ungüento en mi vientre.
Dylan y yo asentimos con emoción, apenas emitiendo sonido.
En cuanto esa especie de mango redondo recorrió mi piel, sentí los latidos de mi corazón incrementarse. Martillaba contra mi pecho, tan fuerte que incluso las costillas me dolían. Dylan en todo momento permaneció mirando con ojos enormes y brillantes aquel monitor con sombras y ondas sin forma definida.
Sin embargo, su mano jamás soltó la mía.
— Lo encontré. —anunció Kris, señalando un punto específico en pantalla. Fue cuestión de segundos para fijar nuestra mirada en aquella dirección— Observen bien, este es su bebé.
No distinguí nada más allá de una diminuta motita semi ovalada, tan pero tan pequeña que apenas se distinguía. Y estoy seguro que ese inesperado velo de lágrimas, tampoco favorecía mi visión.
— Oh dios mío —sollocé, la emoción que me invadió estaba destruyendo algo que no sabía, existía en mi corazón —¿De verdad? —cubrí mi boca con las manos para disimular mi voz rota— ¿En verdad es nuestro bebé?
— Sí, Zach —la mirada que Dylan me dedicó en ese momento terminó rompiéndome en miles de pedazos— Nuestro bebé.
No había palabras para describir la fascinación y adoración que sentía en esos momentos.
Fue algo completamente mecánico, no pude refrenar el anhelo que ardía en mi interior. Para cuando me di cuenta ya tenía a Dylan sujeto por el cuello, atrayéndolo cerca para unir nuestros labios, era una necesidad que pugnaba ser saciada.
Mis lágrimas daban un toque salado a nuestro contacto, pero no importaba, porque ese beso era especial. En ese momento no existía nadie más.
No existía sensación en el mundo que igualara aquella que sentía en esos momentos. Justo ahora tenía una razón más para vivir: mi hijo, el hijo de Dylan, nuestro hijo.
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂