Margaret O'Brien y su familia abandonan la ciudad y se mudan a un pequeño pueblo donde nacieron sus padres, pero nada funciona como debe ser. Desde que llegan Margaret se siente constantemente vigilada. ¿Quien es? y ¿Que quiere?
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Margaret Moloney Parte 2
Capitulo 8
Margaret Moloney Parte 2
En febrero de 1912 había sucedido una horrible tragedia en las cataratas, el puente de hielo se había roto y fallecieron 3 personas, por ese terrible accidente mi familia se había preocupado mucho por mi cuando no me vieron por un tiempo, sin embargo les dijimos que habiamos ido a ver una atracción para tranquilizarlos, en la mirada de mi padre pude ver qué algo le molestaba y eso me hizo pensar que sospechaba algo. Sin embargo al siguiente día con el corazón lleno de esperanza y determinación, Henry y yo decidimos hablar con mi padre sobre nuestro amor y nuestro deseo de casarnos. Sabíamos que no sería fácil, pero estábamos dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo juntos. Esa tarde, después de que Henry terminara su trabajo en la tienda de su padre, nos dirigimos a mi casa.
Mi padre estaba en su estudio, revisando algunos documentos. Al vernos entrar, levantó la vista y frunció el ceño ligeramente, como si ya intuyera el motivo de nuestra visita.
—Padre— Comencé, tratando de mantener la calma.
—Harris y yo tenemos algo importante que decirte.—
Mi padre dejó sus papeles a un lado y se recostó en su silla, cruzando los brazo.
—Adelante, Margaret. Te escucho.—
Henry dio un paso adelante y, con voz firme, dijo.
—Señor Moloney, he venido a pedir su permiso para casarme con su hija. Margaret y yo nos amamos profundamente y queremos pasar el resto de nuestras vidas juntos.—
El rostro de mi padre se endureció. Se levantó lentamente y caminó hacia la ventana, mirando hacia el jardín. Después de unos momentos de silencio, se volvió hacia nosotros.
—Henry— dijo con voz grave. —Aprecio tu sinceridad y el cariño que sientes por mi hija. Pero debo ser honesto contigo. No creo que puedas darle a Margaret el estilo de vida al que está acostumbrada. Ella ha crecido en una familia acomodada, con todas las comodidades y lujos que eso conlleva. Tú y tu familia son comerciantes, y aunque respeto su trabajo, no creo que puedas ofrecerle la estabilidad y seguridad que merece.—
Sentí un nudo en la garganta y miré a Henry quien mantenía la cabeza alta, aunque podía ver el dolor en sus ojos.
—Señor Moloney— Respondió Henry con dignidad. —Entiendo sus preocupaciones. Pero le prometo que haré todo lo posible para cuidar de Margaret y darle una vida feliz. Mi amor por ella es sincero y profundo, y estoy dispuesto a trabajar duro para asegurar nuestro futuro juntos.—
Mi padre suspiró y negó con la cabeza.
—Lo siento, Henry. Mi respuesta es no. No puedo permitir que Margaret se case contigo.—
Con esas palabras, sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. Henry me tomó de la mano y, con una mirada de determinación, me susurró.
—No nos rendiremos, Margaret. Encontraremos una manera de estar juntos.—
El ambiente en la casa estaba tenso después de la conversación con mi padre. Henry y yo sabíamos que no sería fácil, pero no esperábamos una reacción tan severa. Mi padre me pidió que me saliera del estudio ya que tendría que hablar temas de hombres, salí del estudio y cerré la puerta atrás de mi, pero me quedé escuchando la conversación, la voz de mi padre se había transformado por completo, y ahora oía molesto y decidido.
—Joven Walsh— Comenzó mi padre con voz firme.
—¿Tu te has atrevido a tocar a mi hija?—
—No señor, jamás. Yo quiero siempre la he respetado— Respondió Henry por algún motivo al escuchar eso sonreí y mis manos tocaron delicadamente mis labios, recordándome el beso. Pero mi ese recuerdo fue interrumpido por un grito de mi padre.
—¡Entonces porque no entiendes!, sido claro contigo desde el principio!.
—Entiendo su molestia señor—
—¡No, tu no entiendes nada! No permitiré que sigas viendo a mi hija. No eres digno de ella y no puedes ofrecerle el futuro que merece. Así que marchate y no vuelvas.—
Mi mirada comenzó a nublarce y sentí humedas mis mejillas. Mi padre no podía tratar así a Henry. Mi padre al igual que el padre de Henry era emigrante, mi padre llegó desde muy niño a Canadá y mi abuelo hizo dinero con la venta de pieles, y luego con los bosque de Abeto y Pino, el no podía tratarlo asi cuando eramos iguales
—Entiendo su posición, señor Moloney. Pero le aseguro que mi amor por Margaret es verdadero y haré todo lo posible para demostrarle que puedo cuidarla.— respondió Henry con voz desesperada.
Mi padre no respondió, simplemente sentí la puerta abrirse atrás de mi, y allí estaba mi padre que la había abierto para Henry.
Henry camino hacia mí, sus ojos llenos de tristeza y determinación. Antes de salir, tomó mis manos entre las suyas, sus dedos temblando ligeramente.
—Margaret— Dijo con voz suave pero firme.
—Te juro que volveré. Iré a buscar el dinero y la estabilidad que tu padre desea para ti. Trabajaré día y noche si es necesario, pero regresaré para casarme contigo. Prometo que estaremos juntos, sin importar cuánto tiempo tome.—
Las lágrimas llenaron mis ojos en un llanto desenfrenado que no podía controlar mientras apretaba sus manos.
—Te esperaré, Henry. No importa cuánto tiempo pase, siempre te esperaré.—
Con un último apretón de manos y una mirada cargada de amor y promesas, Henry se dio la vuelta y salió de la casa. Mi padre observó en silencio, su expresión imperturbable, mientras yo sentía que una parte de mi corazón se iba con Henry.
—No hagas promesas que no puedes cumplir Margaret— Dijo mi padre atrás de mi.
Esa noche, no quise cenar y me quedé despierta, mirando por la ventana y recordando las palabras de Henry. Sabía que nuestro amor era fuerte y que, a pesar de las dificultades, encontraríamos la manera de estar juntos. La promesa de Henry resonaba en mi mente, dándome fuerzas para enfrentar los días que vendrían ya que esa frase que dijo mi padre era muy preocupante.
El tiempo pasó lentamente después de que Henry se marchara. Cada día, esperaba con ansias una carta, una señal de su regreso, pero el silencio se prolongaba, yo le escribía siempre pero nunca pude enviar ninguna carta. Mi padre, viendo mi tristeza, decidió tomar cartas en el asunto. Creía que lo mejor para mí era un matrimonio que asegurara mi futuro, así que comenzó a buscar un prometido adecuado.
Finalmente, encontró Edward, un hombre de buena posición y se decía que poseía considerable riqueza. Sin embargo, Edward era mucho mayor que yo, casi el doble de mi edad. Cuando mi padre me informó de su decisión, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.
—Margaret— Dijo mi padre con voz firme
—El es un buen hombre. Te ofrecerá una vida cómoda y segura. Es lo mejor para ti—
—Padre, no puedo casarme con él— Respondí, tratando de contener las lágrimas.
—Amo a Henry y prometí esperarlo.—
—Margaret, Henry no volverá. Debes aceptar la realidad y pensar en tu futuro—
A pesar de mis súplicas y lágrimas, mi padre no cedió. Durante los siguientes meses, hice todo lo posible para retrasar el matrimonio. Fingí enfermedades, inventé excusas y traté de convencer a mi padre de que esperara un poco más. Pero finalmente, después de cuatro años de resistencia, ya no pude retrasarlo más. Fui obligada a casarme en una ceremonia grandiosa pero desprovista de alegría.
Los años pasaron y, aunque Edward fue un buen esposo y me trató con respeto, nunca pude olvidar a Henry. Tuvimos cuatro hijos, y me dediqué a ellos con todo mi corazón, pero siempre había un vacío en mi alma. Henry nunca volvió, y con el tiempo, acepté que quizás nunca lo haría.
Ahora, a mis 55 años, han pasado 30 años desde la última vez que vi a Harris. La vida ha seguido su curso, y aunque he encontrado momentos de felicidad, siempre he llevado en mi corazón la promesa de aquel joven que me juró que volvería. A veces, en las noches tranquilas, siento que nunca se fue, lo siento aquí conmigo y con los años he comenzado a verlo no solamente en mis sueños, también me encuentro mirando por la ventana hasta el amanecer esperando ver su figura envejecida aparecer en el horizonte, manteniendo viva la esperanza de un amor que nunca murió.