Hamilton, un príncipe rebelde que nunca ha encajado en el mundo de la realeza. Obligado a seguir el camino que su familia ha trazado para él, Hamilton sueña con una vida de libertad, lejos de las responsabilidades del trono. Sin embargo, todo se complica cuando su corazón comienza a latir por Esmeralda, una humilde criada del palacio. Su amor prohibido pone en peligro no solo sus vidas, sino también el destino del reino.
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capitulo 11
–¿Vas a bloquear mi paso? (Digo fingiendo estar enojado).
–Estas son las reglas, alteza. (Uno de ellos habla).
–Que esto lo sepa hasta mi marido, futuro rey. El príncipe Nicolás también estará muy enojado por no Deja pasar a tu cuñada y tendrás muchos problemas. (Digo dándole la espalda y se alejan
mirarse el uno al otro).
–Simplemente no queremos tener problemas. (Uno de ellos habla).
–Pero lo harán si no me dejan pasar. (Hablo y me abren el camino).
–Está bien, su alteza. (Uno de ellos abre la puerta).
–Um, ¿en qué silla monta el hombre que llegó hoy más temprano, Jales? (digo rascándome la cabeza).
–Sector A, silla 12. (Habla uno de ellos).
–Genial, muchas gracias. (Afortunadamente no lo colocaron en una zona de peligro con bandidos).
En el sector A generalmente hay quienes no pagan impuestos, ladrones de caravanas, entre otros que cometido delitos menores).
Uno de los jinetes me acompaña hasta la silla donde está Jales.
"Qué mujer tan hermosa."
"Ven aquí doncella y déjame ser tu salvadora"...
"Pequeña pelirroja, ven a montarme".
Controla tus bocas repugnantes cuando hablas con una dama. (El señor habla a los hombres que están encarcelados que están estirando sus manos para tratar de tocarme).
"Nadie le dijo que viniera aquí".
–Está aquí. (El jinete habla delante de una silla).
–Abre, por favor. (Hablo y él me mira).
–Pero si intentó matar al príncipe Hamilton antes, podría hacerte daño. (Habla el caballero).
–Tendré cuidado. (Hablo y el hombre abre la silla).
Camino lentamente hacia la silla, Jales está acostado en la cama con la almohada sobre su cabeza.
–Si lo necesitas, simplemente llama. (El jinete habla, cierra la silla y se aleja).
Será mejor que me apure para que no me atrapen, no quiero meterme en problemas con el rey.
–Um… Príncipe Jales. (Hablo y él ni siquiera se mueve).
–Príncipe Jales. (Lo llamo una vez más y me mira).
¿Qué fue? ¿Quieres convencerme de que me arrepienta de lo que hice al enviar una prostituta? (Habla y se vuelve a tapar la cara con la almohada). Desaparece.
¿No me reconoció?
–No soy una prostituta, soy Esmeralda, la esposa del príncipe Hamilton. (Se levanta rápidamente y viene hacia mí).
–¿Eres el plebeyo que Hamilton intercambió por mi hermana? (Pregunta enojado, ¿cómo es que tu humor cambia tan rápido?).
–Ssí, lo soy y… (Me interrumpe y me aprieta el brazo).
–¿Qué quieres aquí? ¿Viniste a reírte de mi hermana? ¿Y eso? (Habla y puedo ver la ira en sus ojos).
Tienes suerte de ser mujer, de lo contrario te mataría aquí mismo.
–Quiero hablar contigo. (Hablo).
–Será mejor que desaparezcas antes de que te conviertas en la primera mujer enviada al infierno por mí. (Habla mientras me acerco a la puerta). Mi problema es con Hamilton.
–Por favor perdóneme, no quería que la señora Francisca se sintiera humillada. (Hablo y él deja de caminar). No tuve otra opción.
–¿Me vas a decir que Hamilton la intimidó y la obligó a casarse? (Él habla y miro hacia abajo). ¿Lo hizo?
–Por favor perdóname, no vuelvas a intentar lastimar al príncipe ni a nadie en el Reino y te juro que te sacaré de aquí sin que tengas que humillarte ante nadie. (Hablo y él me mira de arriba a abajo pero no como si quisiera menospreciarme sino como si me estuviera analizando para saber la veracidad de mis palabras).
–¿Por qué confiaría en ti? (Habla con sus ojos azules mirando a los míos).
–No tengo nada que ofrecerte como prueba de mi honestidad pero estoy aquí sin que nadie de palacio lo sepa y traje esto. (digo entregándole la comida). Estoy desobedeciendo la orden del rey, ¿vas a decirme que no tienes hambre?
–Si me estás engañando, morirás. (Dice recibiendo la comida y se sienta en la cama).
Todo está bien. (Hablo).
–Esmeralda, ¿no? (Habla mientras come).
Sí. (Hablo).
–No pareces un plebeyo. (Habla con la atención centrada nuevamente en la comida).
Eres muy hermosa. Hay reinos donde los príncipes matarían por tener una novia pelirroja, incluyéndome a mí, si la necesitara. (Él habla y me mira).
–¿Soy bonita? (Hablo en voz baja).
–Ven y siéntate. (Habla de golpearse en la cama, parece estar muy muy tranquilo ahora, no lo entiendo).
–Estoy bien aquí, gracias. (Hablo rápido).
–No te voy a hacer nada. (Dice mirando el cuenco, camino lentamente y me siento en la cama).
Todo está bien.
–No abusaré de ti. (Habla y recuerdo esa escena). Aunque pensé que sería divertido escucharte gemir mi nombre, ahora que pienso que sería una gran venganza por lo que Hamilton le hizo a Francisca. (Dice mirándome y me levanto rápidamente).
–Necesito irme ahora. (Digo dirigiéndome hacia la puerta, lo escucho reír).
–Aquí está el cuenco. (Me entrega el cuenco casi vacío). Estoy satisfecho, gracias.
–Intentaré rogarle al rey que te saque de aquí antes de que vengan tus padres o la princesa Francisca. (Hablo y guardo el cuenco en mi bolso y le paso el agua).
Eso no será un problema, ya que no saben que estoy aquí ni lo que hice. (Habla y bebe el agua). Aquí lo tienes.
–Cumpliré mi promesa y espero que tú hagas lo mismo, Príncipe Jale. (Hablo).
–Puedes dejarlo, princesa Esmeralda. (Habla y vuelve a la cama).
–¿Puedes abrirlo, por favor? (Hablo y el jinete se acerca a la puerta de la silla y la abre). Gracias.
–Será mejor que me des prisa antes de que pierda la forma. (Jales habla).
–Podemos irnos. (Hablo después de bajarme de la silla y el jinete la ha bloqueado).
El camino de regreso a la salida fue el mismo, varios hombres intentaban alcanzarme mientras decían cosas que no se le deberían decir a una mujer.
–Muchas gracias por tu ayuda, te lo agradezco mucho. (Hablo mientras me subo al Leal). Prepararé una forma de recompensa para usted.
–Su Alteza simplemente váyase, no queremos tener problemas con el rey. (Uno de los hombres habla).
–¿Sabe qué pasa con los señores que son detenidos? (El otro habla).
–Está bien, gracias de nuevo. (Hablo y empiezo tan rápido como puede Loyal).
Después de unos minutos llego a un pequeño lago donde siempre venía a bañarme.
El agua aquí es traslúcida y muy atractiva, pero lamentablemente hoy no podré disfrutarla. Solo sigo mojando mis pies, al mirarlos noto que el borde del vestido está sucio y tiene algunos agujeros.
El príncipe me matará si me ve así.
Vuelvo al Leal y voy al Palacio. Cuando llego dejo a Loyal en el establo y entro al palacio.
–¿Terminaste tu paseo, Esmeralda? (Pregunta el Príncipe Nicolás mientras me dirijo hacia las escaleras).
–Sí, su alteza. (Hablo e intento subir nuevamente pero el príncipe vuelve a hablar).
–Voy a entrenar ahora con el arco y la flecha, ven conmigo. (Dice sonriendo y me extiende la mano).
–Agradezco la invitación pero no estoy vestida apropiadamente para ello. (Hablo y él baja la mano).
Lo dejamos para un mejor momento, señor.
–Entiendo, no me llame señor. (Él habla).
–Lo siento, Nicolás. (Hablo y él le da la espalda y se aleja).
Subo rápidamente las escaleras y voy al dormitorio, me ato el pelo y trato de quitarme el vestido.
El Príncipe Hamilton narrando...
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