Rendición: Un Lanzamiento, Un Nuevo Amor

Gislene...

Tan pronto como llegué a la Universidad hoy, me encontré con la sala de profesores llena de docentes reunidos, organizando una huelga por el atraso en sus pagos. Soy un poco curiosa, así que entré a la sala y me contaron lo que estaba sucediendo.

Como el rector aún no había llegado, entré en su oficina y busqué los comprobantes de depósitos. En su escritorio, encontré varias carpetas con archivos irregulares, boletas fraudulentas de los jugadores de baloncesto y fútbol. El dinero, que debería ser el pago a los profesores, había sido desviado.

Esos equipos nunca ganaron y no comprendo tanto inversión. Creo que este rector está desviando el dinero hacia otras cosas.

Encontré extractos bancarios, tanto de su cuenta como de la del entrenador del equipo de baloncesto, con una suma alta de dinero. Puse todo lo que consideré importante en una carpeta, salí de su oficina y avisé a Ana Paula. Nunca podría ser cómplice de algo así con la familia de mi única amiga, especialmente porque me tendieron la mano cuando más lo necesité.

Fui lo más natural posible durante la mañana, para que nadie notara lo que había descubierto.

— Gislene, durante el partido de baloncesto, tendré una reunión importante, ¡no estaré disponible para nadie!

— ¡Sí, señor!

— Estoy yendo a almorzar, ¿quieres acompañarme?

— No, gracias. ¡Ya tengo un compromiso!

Ese hombre siempre me mira con malicia, evito estar a solas con él por mucho tiempo y me escapo de sus avances, como el diablo huye de la cruz.

… Yo, qué asco, viejo repugnante!… — pienso y un escalofrío desagradable recorre mi espalda.

Tan pronto como él salió a almorzar, recojo mis cosas, tomo mi bolso, la carpeta y me dirijo a casa de mi amiga en taxi.

Al llegar, quedé extasiada con el tamaño y lujo del lugar.

Pagué el taxi y antes de tocar el timbre, la puerta es abierta por una señora bien vestida y muy seria.

— ¿Señorita Gislene?

— ¡Sí!

— Entre, la señorita Ana Paula subió a tomar un baño y pidió que la esperara. Dijo que se sintiera a gusto.

Entré en la casa con la boca abierta, analizando cada detalle.

— ¿Acepta algo para beber? —pregunta ella mientras cierra la puerta.

— Un agua, por favor.

La casa es tan lujosa y organizada, que hasta me dio miedo sentarme en el sofá y desordenarlo.

Mientras la mujer no vuelve, pienso en sentarme, pero escucho el sonido del agua y me da curiosidad conocer la zona exterior.

Me acerco a la puerta de vidrio, que nos da la vista de todo el área, incluyendo el jardín y la piscina. Quedo encantada con todo lo que veo, pero también incómoda de estar en un lugar así.

Mi mirada recaen sobre una figura masculina que sale de la piscina. Mi corazón se acelera, me quedo sin aliento, todo mi cuerpo arde y siento cómo la sangre se concentra en mi rostro, exactamente en mis mejillas.

El hombre se gira hacia donde estoy y se seca con una toalla. En esos momentos, ni siquiera puedo cerrar la boca. Una especie de choque recorre mi bajo vientre y siento cómo mi ropa interior se humedece.

— ¡Aquí está el agua! —dice la mujer.

— ¡Santo Dios! —afirmo llevándome la mano al pecho.

Me sobresalto tanto que dejo caer la carpeta al suelo.

— Lo siento, no era mi intención…

— No, yo estaba distraída… con… con la belleza de esta casa.

— Es hermosa, en verdad.

Ella me ayuda a recoger los papeles que cayeron al suelo, tomo el vaso de agua y, tan pronto como se retira, vuelvo a dirigir mi atención hacia ese hombre maravilloso en la piscina.

Ahora, está mirando la pantalla de su celular y no puedo controlar el calor que recorre mi cuerpo. Vacío el vaso de agua de una vez para ver si disminuye la sensación de calor.

… ¿Qué demonios es esto? Nunca me he sentido tan atraída por un hombre como ahora.

Su mirada se levanta lentamente y se dirige hacia mí.

… ¡Demonios!…

Intento desviar la mirada, pero no puedo. Su mirada parece penetrar el más profundo de mi alma, como si intentara leerme.

— ¡Hola, Gi! —dice la dulce voz de Ana Paula, sacándome de mis divagaciones.

Rápidamente me alejo de esa puerta y me acerco a mi amiga.

— ¡Hola, amiga! —digo y trago en seco.

— ¿Todo bien? ¡Pareces tensa!

— Es solo que… yo… no sé, hace mucho calor hoy, creo que mi presión subió, bajó, ¡quién sabe! ¡Aquí están los documentos! — digo, entregándole la carpeta.

Ana Paula la toma, con una de sus cejas levantada.

— Creo que es mejor que me vaya ahora…

— ¡Almuézanos, señorita! — dice una voz gruesa y ronca detrás de mí, dejándome con las piernas temblorosas.

Me vuelvo lentamente y tan pronto como nuestras miradas se encuentran, siento un frío en el estómago y mi boca seca. El hombre me analiza discretamente de arriba a abajo, parece curioso.

— Papá, esta es mi amiga Gislene. Gi, este es mi padre, Nicholas Bennett.

Él se acerca, extiende la mano y en cuanto agarro su mano, mi cuerpo es atravesado por una fuerte electricidad, que hace que incluso mi sangre burbujee.

Su apretón es fuerte, su piel caliente y puedo notar que él se siente tan afectado como yo.

— Es un gran placer conocerla, señorita.

— ¡El placer es todo mío! — sonrío débilmente.

Nos alejamos, él dice que subirá a prepararse y ya vuelve.

Mis ojos querían admirar esa obra maestra subir las escaleras, pero mi amiga estaba justo enfrente y tuve que disimular.

Nos acomodamos en el sofá y empezamos a conversar. Dionnes llega, nos saludamos y ella se queda con nosotras.

Algún tiempo después, el hombre baja, vestido con un traje a medida que marcaba los músculos de su cuerpo. Su perfume amaderado incendiaba todo el lugar, dejándome embriagada.

El almuerzo fue tenso, en todo momento lo veía mirándome, mientras conversaba con sus hijas.

… Intenté no mirar, pero caramba, ¡este hombre es todo un encanto!…

Nunca me interesé por hombres mayores, esta es la primera vez que me siento tan atraída por alguien con una diferencia de edad tan grande. Lo peor de todo es que él está casado y es el padre de mi mejor amiga.

Después del almuerzo, él analiza los papeles y se enfurece.

Decidí ir de inmediato a resolver el problema. Insiste en que yo vaya con él en su coche. Solo de pensar en quedarme a solas con este hombre, mi cabeza hierve. Entonces, insisto en que Ana Paula nos acompañe, con la excusa de que necesita distraerse.

Para mi alivio, ella acepta y su hermana también nos acompaña.

Fuimos en su limusina, él se sentó frente a mí, no dejó el teléfono un minuto, mientras su mirada tampoco se apartaba de la mía.