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LA NOCHE DE LAS BRUJAS

LA NOCHE DE LAS BRUJAS

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Equilibrio De Poder / Demonios / Brujas
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Ivelle es una estudiante de segundo año en la Academia de la Flor Dorada, una institución prestigiosa donde muchos estudiantes estudian los Elementos, habilidades mágicas ancestrales que han sido transmitidas a través de generaciones. Hasta ahora, su vida en la academia ha sido normal y sin complicaciones, centrada en sus estudios y en fortalecer sus habilidades mágicas. Todo cambia con la llegada de un grupo de estudiantes nuevos. La presencia de estos nuevos estudiantes desencadena una serie de eventos que sacuden la tranquilidad de la academia y alteran la vida de Ivelle de maneras inesperadas.

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CAPITULO OCHO

Algo extraño sucedía.

Ivelle se encontraba en su habitación, organizando sus valijas para regresar a la academia. Estaba cursando su segundo año, y aunque ella había ingresado a la Academia de la Flor Dorada por un accidente, había encontrado un lugar en el mundo de los aprendizajes elementistas. Sin embargo, su verdadera pasión siempre había sido la alquimia. Desde pequeña, Ivelle había soñado con estudiar en el campamento de magia de Dorotea. Había enviado su carta de postulación con gran ilusión, pero por un error de destino, la carta terminó en otro lugar, llevándola a la Academia de la Flor Dorada. A pesar de todo, se había adaptado bien y se había convertido en una aprendiz destacada en la manipulación de los elementos.

Con las valijas ya empacadas, Ivelle se acercó a la ventana y observó a su hermano Vante entrenando en el jardín. Su dedicación y disciplina siempre la habían llenado de orgullo. Mientras lo miraba, perdió la noción del tiempo, sumida en pensamientos sobre su próximo regreso a la academia y las responsabilidades que la esperaban. Pronto recordó que necesitaba ir al pueblo por unos libros indispensables para su formación. Los libros no eran muy caros, pero su madre no estaba en casa y sabía que su padre no le daría dinero para comprarlos. Pedirle ayuda a su hermano tampoco era una opción; desde el incidente en la fiesta de cumpleaños de su hermano, Ivelle sentía que lo molestaba cada vez que se acercaba a él. Este sentimiento de ser una carga la había llevado a mantener cierta distancia, algo que nunca había pensado necesario, pero que ahora parecía la mejor forma de evitar conflictos.

Ivelle tenía la suerte de haber guardado algunas monedas de la última venta que realizó, y esperaba que ese dinero fuera suficiente para comprar los libros necesarios. Se dirigió a su armario de madera y buscó su bolsa entre sus pertenencias. Sacó las monedas que tenía, se abrigó bien para enfrentar el frío y salió de su habitación, evitando a su hermano para evitar cualquier conversación incómoda. Salió por la puerta trasera y, tras varios minutos de caminata apresurada, llegó al pueblo.

Al entrar en la librería, la campanita de la puerta sonó, anunciando su llegada. Subió las escaleras hasta el segundo piso, donde se encontraba el área dedicada a los elementos. Aunque ya tenía en mente los libros que necesitaba, su curiosidad la llevó a explorar cada rincón de la tienda. La librería era gigantesca, con varios pisos y una vasta colección de libros de todos los tamaños y colores. Era la más grande y antigua del pueblo, con una historia fascinante: se decía que había sido fundada sobre un antiguo cementerio. Según la leyenda, por las noches se podían escuchar las almas de los muertos y ver fantasmas con vendas en los ojos y cadenas alrededor de sus cuerpos, almas de personas que habían cometido terribles actos y estaban condenadas a cargar esas pesadas cadenas como recordatorio de sus crímenes.

Después de varios minutos de búsqueda, Ivelle encontró los libros que necesitaba y salió de la tienda. Al mirar el reloj del gran templo en la plaza, vio que eran las cinco de la tarde. Abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta de que tenía que partir a la academia a las cinco y media. Sin perder tiempo, comenzó a correr por el sendero que la llevaba a su casa. Mientras corría, notó que el bosque a su alrededor estaba extrañamente colorido y sombrío al mismo tiempo, una combinación inusual que la inquietaba un poco. Al llegar a casa, se apresuró a organizar sus cosas, asegurándose de que todo estuviera listo para su partida.

—Ivelle —la voz de su hermano resonó junto con los golpes en la puerta—. Sé que estás en la habitación, te escuché llegar. Nuestro padre salió y nuestra madre y azul no han vuelto. Así que nos tocará irnos sin despedirnos de ellos, pero podemos dejar una carta sobre la mesa. ¿Me acompañarías a escribirla o tengo que hacerlo yo solo?

Los golpes en la puerta se repitieron. Ivelle se quedó inmóvil, indecisa. Se sentía muy incómoda junto a su hermano, no porque no le agradara, sino porque temía incomodarlo, igual que sucedía con su padre.

—Hermana menor, por favor, perdóname por lo que te dije la vez pasada —continuó Vante, su voz sonaba sincera—. Estaba muy confundido y estresado, y no pensé que mi comportamiento te afectaría tanto. No quiero que estés enojada conmigo, mucho menos que me ignores. Eres mi hermana, te quiero mucho y jamás te trataría como nuestro padre.

Ivelle dudó por un momento, pero finalmente se levantó y abrió la puerta. Vante la miró con una mezcla de arrepentimiento y esperanza.

—Está bien, Vante —dijo Ivelle suavemente—. No estoy enojada contigo, solo... solo no quiero ser una carga.

—Tú nunca serás una carga, Ivelle —respondió Vante, acercándose y tomándole las manos—. Somos una familia, y aunque papá no lo vea así, yo siempre te apoyaré.

Ambos se dirigieron al escritorio y comenzaron a escribir la carta para sus padres. Ivelle encontró consuelo en la sinceridad de su hermano y en la tarea compartida. Mientras escribían, Vante le contaba sobre su entrenamiento y sus planes para el futuro, y Ivelle se permitió sentir una pequeña chispa de esperanza y normalidad en medio de la agitación que había caracterizado los últimos días.

—Listo —dijo Vante, firmando la carta con un último trazo—. La dejaremos en la mesa y nos iremos. ¿Estás lista?

Ivelle asintió. Se levantó de la mesa y llevó la carta hasta el piso de abajo, donde sus padres pudieran verla. Después, volvió a su habitación para recoger sus últimas pertenencias. Cuando llegó la hora, Ivelle dejó que sus pies la guiaran hacia la habitación donde serían transportados a la Academia. Era una habitación oscura, con un gran armario en el centro, cubierto por una tela blanca con manchas negras y llena de telarañas. Parecía que hacía mucho tiempo nadie limpiaba esa habitación. Ivelle avanzó lentamente, cada paso haciendo crujir la madera bajo sus pies, como si estuviera en una película de terror. Se acercó al armario y tiró de la sábana, dejándola caer al suelo y revelando un armario con un gran espejo que cubría toda la superficie frontal. Observó su reflejo por un momento, ajustándose el cabello y la ropa, antes de dar un paso atrás. Justo entonces, su hermano Vante entró en la habitación, llevando una pequeña valija negra que, a pesar de su tamaño, contenía muchas cosas.

Ivelle llevó su mirada de arriba abajo a su hermano. Vante siempre vestía trajes formales. No le gustaba la ropa de los pueblos ni de ningún otro lugar, considerándola demasiado extravagante. Para él, lo casual era siempre la mejor opción.

—¿Estás listo para otro año en la academia? —preguntó Ivelle, tratando de romper el silencio.

—Podría decirse que sí —respondió Vante con una leve sonrisa.

Vante se acercó al armario, sacando una llave negra que insertó en el centro del espejo. Al girarla, una puerta mágica apareció, cubierta de símbolos que se movían de un lado a otro, formando un patrón en constante cambio. Para la mente común, el acertijo que presentaban los símbolos sería irresoluble, pero para ellos, era solo una cuestión de tiempo y concentración. Vante se cruzó de brazos, observando los símbolos con atención. Cuando el patrón se estabilizó, comenzó a pensar en las posibles respuestas. No era un acertijo extremadamente difícil, pero requería tiempo y precisión, ya que una respuesta incorrecta podría hacer que la puerta explotara en sus caras. Ivelle lo observó en silencio, admirando la habilidad y concentración de su hermano. Vante finalmente asintió, habiendo resuelto el acertijo en su mente. Con cuidado, comenzó a manipular los símbolos, alineándolos correctamente. La puerta emitió un suave resplandor antes de abrirse, revelando un portal hacia la Academia de la Flor Dorada.

—Vamos —dijo Vante, extendiendo una mano hacia su hermana.

Ivelle tomó la mano de su hermano, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Juntos, cruzaron el umbral, dejando atrás su hogar y adentrándose en un nuevo año de desafíos y aprendizajes en la academia. Cuando salieron del portal, un túnel largo y serpenteante, se encontraron en un campo completamente dorado. Los sonidos de la naturaleza se mezclaban con las melodías suaves y armoniosas de los hongos gigantes, formando una sinfonía única que resonaba en el aire.

De pronto, un grupo de mariposas multicolores surcó los cielos desde los campos cercanos, uniéndose al despliegue musical con un vuelo grácil y elegante. Esa era la parte que más le gustaba a Ivelle. Deseaba capturar ese momento en una fotografía, pero no tenía cómo hacerlo.  Comenzaron a caminar, y a medida que lo hacían, la imponente academia se visualizaba ante sus ojos. La academia estaba rodeada de una enorme extensión adornada con edificios y estatuas colosales. Aunque el color de la academia era muy sombrío, como si se tratara de la casa del infierno donde vivía el demonio, estaba ubicada en un lugar hermoso, lleno de nieve, flores vivientes y de un color dorado increíble.

La academia mantenía un gran secreto, uno que se ocultaba detrás de su majestuosa fachada. Fuentes de agua salpicaban en todos los rincones, añadiendo un toque de frescura y vitalidad al ambiente. Sin embargo, detrás de las majestuosas torres y los hermosos jardines, surgió una criatura asombrosa que capturó la atención de Ivelle. Era un ser de cinco cabezas, con enormes cuernos, lenguas largas y ojos negros que lanzaban llamas de fuego. Su gran cola escamosa de un verde profundo se movía con gracia y poder, añadiendo una nota de misterio y peligro a la escena.  Ivelle y Vante se detuvieron, observando a la criatura como siempre lo hacían cuando pasaban por el portal. La criatura, a pesar de su apariencia intimidante, parecía ignorar a los recién llegados, concentrada en su propio mundo.

Ambos hermanos continuaron su caminata por el jardín, admirando la belleza que los rodeaba. Poco a poco, más estudiantes comenzaron a aparecer por distintos portales, cada uno de ellos mostrando una mezcla de emoción y nerviosismo. Al llegar a la entrada del castillo, fueron recibidos por el personal estudiantil, quienes tenían un porte intimidante y una mirada desafiante. Sin embargo, Ivelle sabía que esa apariencia era solo una fachada para impresionar a los nuevos aprendices, ya que la mayoría de los profesores eran en realidad muy gentiles, amables y, sobre todo, graciosos.

Uno de los profesores, con una voz firme pero acogedora, les indicó a todos que se dirigieran en orden al salón principal, donde se llevaría a cabo la ceremonia de bienvenida. El salón era un espectáculo para los sentidos. Su techo abovedado se elevaba majestuosamente sobre los estudiantes, sostenido por pilares tallados con intrincados diseños que parecían cobrar vida bajo la luz de los candelabros. Las paredes estaban adornadas con tapices que relataban antiguas hazañas mágicas y retratos de distinguidas figuras históricas que miraban con solemnidad desde sus marcos dorados.

El suelo de mármol pulido reflejaba la luz de los candelabros colgantes, añadiendo un brillo cálido a la escena. En el centro de la sala, un estrado elevado esperaba al personal docente. Un atril en el punto más alto del estrado estaba reservado para el director de la escuela, quien presidiría la ceremonia. A ambos lados del estrado, mesas decoradas con elementos mágicos y pergaminos estaban dispuestas cuidadosamente, creando un ambiente que combinaba solemnidad y magia.

Ivelle y Vante tomaron asiento junto a los demás estudiantes, sintiendo la anticipación en el aire. El murmullo de las conversaciones llenaba el salón mientras los estudiantes intercambiaban impresiones y teorías sobre lo que les esperaba en este nuevo año académico. De repente, un silencio expectante se apoderó de la sala cuando el director, una figura imponente con una armadura roja, barba negra y ojos brillantes de color rojo, subió al estrado.

—Aprendices de la Academia de la Flor Dorada, y todos los que estamos congregados en este salón para celebrar nuestro retorno a la academia. Nuestra historia, nuestra magia, es nuestra fuerza. Es de mi agrado dar la bienvenida a todos aquellos nuevos aprendices —anunció el director con voz firme. Aplausos y chiflidos llenaron la sala, creando una atmósfera de entusiasmo y camaradería.

—Es imperativo que recuerden los problemas que enfrentamos el año pasado con ciertos aprendices llenos de una gran curiosidad por lo desconocido —continuó, su voz resonando con autoridad mientras miraba a una mesa en particular donde tres estudiantes mostraban sonrisas tímidas los cuales eran los mejores amigos de Ivelle—. La fosa de los mártires no es un destino turístico. No deben acercarse a ella con la intención de tomar fotografías, y mucho menos por simple curiosidad. Esta advertencia es especialmente relevante para nuestros nuevos aprendices.

La expresión del director se tornó aún más severa mientras prosiguió:

—Las fosas suelen manifestarse una vez por semana. Deben mantenerse alejados de ellas a toda costa.

El director inclinó la cabeza, como si reflexionara sobre la historia detrás de estas misteriosas fosas. Los nuevos estudiantes lo miraban con la boca abierta y los ojos llenos de curiosidad. Poco a poco, las luces de las antorchas se apagaron una por una, sumiendo el salón en la oscuridad, con sólo las llamas de las antorchas exteriores penetrando por las ventanas. Varias imágenes aparecieron en el techo de la sala, mostrando las fosas de los Mártires. Los estudiantes permanecieron en silencio y totalmente inmóviles, con los ojos fijos en los ominosos e inquietantes retratos de las fosas que se extendían por todo el techo. Las fosas parecían extenderse a lo largo y ancho de una inmensa oscuridad infinita, oscureciendo cualquier vestigio de luz.

—Las fosas de los mártires tienen una historia antigua y sombría —dijo el director, su voz ahora más baja y solemne—. Su origen sigue siendo un enigma; algunos especulan que fueron dejadas por brujas como un tributo a aquellos que perdieron la vida en una masacre hace siglos. Son un recordatorio de las injusticias sufridas por nuestro pueblo. A lo largo de los años, hemos intentado erradicarlas de diversas maneras, pero hasta ahora, todos los esfuerzos han sido en vano. Solo puedo insistir en la precaución extrema. Demasiados aprendices han perdido la vida por no mantener los ojos en la tierra.

El ambiente en el salón se volvió tenso, cargado de la gravedad de las palabras del director. Las imágenes en el techo parecían cobrar vida, mostrándose más vívidas y aterradoras con cada segundo que pasaba. Los estudiantes no podían apartar la vista, atrapados por el oscuro misterio de las fosas de los Mártires.

—Ahora —continuó el director, levantando ligeramente la voz para captar de nuevo la atención de todos—, es el momento de aprender de nuestro pasado y de asegurar que todos estemos a salvo. La magia que aprenderán aquí es poderosa, pero también requiere responsabilidad y respeto por sus límites.

Con esas palabras, el director dio por concluida la advertencia, y las luces de las antorchas comenzaron a encenderse de nuevo, devolviendo gradualmente la luz al salón. Los estudiantes se miraron unos a otros, sus expresiones reflejando una mezcla de asombro y determinación. La ceremonia de bienvenida había comenzado con una advertencia sombría, pero también con una promesa de aprendizaje y crecimiento, en un lugar donde la magia y el peligro caminaban de la mano.

—Vaya, el director parece que ama relatar historias con ese tono de voz —comentó una chica a Ivelle, quien la miró confundida. —Soy Naira Zaina Del`bleir, mucho gusto —la chica de voz soñadora elevó su mano en un gesto amistoso. En ese momento, uno de los candelabros encima de la mesa cayó al suelo, generando un gran ruido que atrajo la atención de todos los presentes.

Ivelle se apresuró a ayudar a la chica con el candelabro, agachándose para recoger las piezas caídas mientras Naira se disculpaba torpemente.

—Y soy un poco torpe, como te pudiste dar cuenta —añadió Naira, sus mejillas sonrojadas por la vergüenza.

—No te preocupes, a todos nos pasa —dijo Ivelle con una sonrisa tranquilizadora mientras le devolvía el candelabro a Naira. Se enderezó y miró a la chica, notando su aire distraído pero amigable.

—Gracias por ayudarme. Creo que todos necesitamos un poco de apoyo aquí, especialmente en los primeros días —respondió Naira, su sonrisa se hizo más amplia, revelando una sincera gratitud.

—Sí, tienes razón —dijo Ivelle, sintiéndose un poco más cómoda con su nueva compañera—. El primer día siempre es el más difícil, pero también el más emocionante.

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Alexaider Pineda
me encanta este inicio ,tienes un gran talento
dana hernandez
Solo con este texto, empiezo a amar el libro 😍
Lourdes Castañeda
hola, podrías tradicirnos el francés, para saber que dice, muchas gracias y está muy buena la historia.
Rimur***
Retiro lo dicho anteriormente, ya no entendi nada.
Rimur***
No hablo francés pero creo que de momento entiendo lo que dice.
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